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EL HÁBITO DE LA RIQUEZA


Enviado por   •  11 de Noviembre de 2015  •  Biografía  •  865 Palabras (4 Páginas)  •  84 Visitas

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“EL HÁBITO DE LA RIQUEZA. ‘Participantes de la naturaleza divina’ (2 Pedro 1: 4). A través de las promesas nos volvemos participantes de la naturaleza divina, es decir, recibimos y compartimos la misma naturaleza de Dios. Luego, debemos manifestar esa naturaleza divina en nuestra naturaleza humana por medio de la formación de hábitos. El primer hábito que debemos desarrollar es reconocer la provisión que Dios nos ha dado. Sin embargo, decimos: "¡Ay, no tengo con qué comprarlo!" Esta frase encierra una gran mentira. ¡Hablamos como si nuestro Padre celestial nos hubiera dejado sin un centavo! Pensamos que es una muestra de verdadera modestia decir al final del día: "¡Uy, hoy me las arreglé para sobrevivir, pero la batalla fue dura!" ¡Y, sin embargo, en el Señor Jesucristo, el Dios omnipotente, es nuestro por completo! Si lo obedecemos, Él no escatimará la estrella más remota y dará hasta el último grano de arena para bendecirnos. ¿Realmente importa que nuestras circunstancias sean difíciles? ¡Por qué no habrían de serlo! Si nosotros le damos cabida a la autocompasión y nos permitimos el lujo de la miseria y la infelicidad, excluimos de nuestra vida las riquezas de Dios e impedimos que otros participen de su provisión. No hay peor pecado que el de la autocompasión porque elimina completamente a Dios y coloca en el trono a nuestros intereses personales. Este pecado nos lleva a abrir la boca sólo para quejarnos y nos convierte en esponjas espirituales, siempre absorbiendo, nunca dando y nunca llenos.  Cuando Dios empieza a sentirse satisfecho con nosotros, empobrece todo aquello que tenga la naturaleza de una riqueza ficticia, hasta que aprendemos que todas nuestras fuentes de agua pura se encuentran en Él (ver Salmo 87:7). Si su majestad, gracia y poder no se están manifestando en nuestra vida, Él nos hace responsables. "Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia", 2 Corintios 9:8. Entonces, aprende a colmar a los demás de la gracia de Dios. Debes estar marcado con la naturaleza divina y su bendición fluirá a través de ti, todo el tiempo” (Oswald Chambers, mayo 16, ‘El hábito de la riqueza’, en ‘En pos de lo supremo’, Editorial CLIE, 2007)!!!!. “16 de MAYO. ‘No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él’ (1 Juan 2:15). El Nuevo Testamento presenta al mundo como un reino que se opone a Dios. Satanás es su gobernante, y los incrédulos son sus súbditos. Este reino atrae a los hombres recurriendo a los deseos de los ojos, los deseos de la carne y la vanagloria de la vida. Ésta es una sociedad en la que los hombres tratan de alcanzar la felicidad sin Dios y el nombre de Cristo les incomoda. El Dr. Gleason L. Archer Jr. dice que el mundo es: “un sistema organizado de rebelión, búsqueda de sí mismo y enemistad hacia Dios que caracteriza a la raza humana en oposición a Dios”. El mundo tiene sus propias diversiones, política, arte, música, religión, modelos de pensamiento y estilos de vida. Obliga a todos a que se conformen a él y aborrece a aquellos que se le resisten. Esto explica el odio que respira contra el Señor Jesús. Cristo murió para librarnos del mundo. Ahora el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo. Amar al mundo en cualquiera de sus formas representa una traición al Señor; el apóstol Juan dice que los que aman al mundo son enemigos de Dios. Los creyentes no son del mundo, sino enviados a él para testificar contra él, denunciar sus obras y su mal, y para predicar cómo ser salvos de él por medio de la fe en el Señor Jesucristo. Los cristianos son llamados a caminar separados del mundo. Puede que en el pasado algunos hayan limitado o definido demasiado estrechamente lo que es el mundo: el baile, los teatros, fumar, beber, jugar a las cartas y apostar. Pero incluye mucho más: la mayoría de lo que sale en la televisión es mundano, y apela sin cesar a los deseos de los ojos y la carne. El orgullo en todas sus formas y disfraces, trátese de los títulos, los grados académicos, el salario, las herencias o la búsqueda de la fama. Es mundano vivir en medio de lujos, sean casas palaciegas, comidas exquisitas, vestidos ostentosos para llamar la atención, joyería o automóviles de marcas de prestigio. Como también lo es una vida rodeada de comodidades y placer, que gastan su tiempo viajando a ningún lugar en cruceros, derroches de dinero en compras impulsivas, los deportes y el recreo. Nuestras ambiciones y las de nuestros hijos pueden ser mundanas, aun cuando parezcamos espirituales y piadosos. Finalmente, el sexo fuera del matrimonio es una forma de mundanalidad. Cuanto más consagrados estemos al Salvador y más dedicados a Su servicio, menor será el tiempo que dispondremos para los placeres y las diversiones de este mundo. C. Stacey Woods decía: “La medida de nuestra devoción a Cristo es la medida de nuestra separación del mundo” (William Macd Donald, ‘De día en día. 365 verdades por las cuales vivir’, Editorial CLIE, 2007)!!!!

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