LA MORAL SOCIAL
Enviado por Carlos Chevalier • 28 de Febrero de 2016 • Informe • 1.081 Palabras (5 Páginas) • 226 Visitas
LA MORAL SOCIAL
En esta obra, Hostos, ciudadano de América, imbuido de su ansia de verdad, su pasión por el bien, y su vocación apostólica, aplica los que han sido sus conocimientos de la realidad española, europea, antillana y americana, que ha ido acumulando primero desde su cuna portorriqueña, luego en su estancia en España desde 1851, es decir, desde su adolescencia de doce años hasta cumplir los treinta. Conoce pues bien la injusticia social, la opresión colonial, los males que asolan España, los que atormenta a Europa, los desgarramientos de las nuevas naciones de América. A la madre patria tradicional y reaccionaria opone ya las concepciones de los que serán sus amigos: Pi y Margall, Concepción Arenal, Sanz del Río, Giner, Castelar. El krausismo ilustra su pensamiento y pone como norte, como meta, el bien de los hombres, de la humanidad toda. Piensa en el porvenir de España y de las Antillas, y se adelanta, como lo hicieran muchos de los gallegos de Cuba, al planteamiento de las autonomías, a una idea federal de España que hiciera innecesaria la ruptura. Pero la ceguera de la España unitaria e indivisible destruye sus sueños y le precipita en el desengaño. Hostos trae la República a España, y el nuevo Régimen pospone, una vez más, el problema de Cuba y Puerto Rico. Su memorable discurso en el Ateneo madrileño, el 20 de diciembre de 1868, tiene dos ejes: justicia y libertad para España y las Antillas, y la formación de una Confederación Hispano-Antillana. Eugenio María no busca honores: ha renunciado en 1868 a la Diputación por Puerto Rico y a la Gobernación por Barcelona, y en 1869 se entrevista con el general Serrano, Presidente del Gobierno Provisional reclamando la autonomía y libertad para las Antillas... La negativa de Castelar a cumplir sus anteriores promesas, “antes que republicano soy español”, resume el planteamiento del último Presidente de la I República, le saca de quicio. Su ruptura con España es total: “Donde no cabe mi patria no quepo yo” afirma tajantemente Hostos antes de emprender un peregrinaje que dará comienzo en París, para seguir, ya en América, a Nueva York, Cartagena, Lima, Valparaíso, Santiago, Buenos Aires, Río de Janeiro, Caracas, Santo Tomás y Puerto Plata. Ha cambiado su discurso y ahora ya habla de independencia para Cuba y Puerto Rico, coincidiendo con la primera revolución cubana por conseguirla.
Hostos confía, como confió en la I República española, en los Estados Unidos. De nuevo acabará acompañándole la decepción. Tras su intensa actividad en 1898: Chile, Venezuela, Nueva York, Washington y la fundación de la Liga de Patriotas Puertorriqueños (2 de agosto de 1898), se entrevista en el mes de enero de 1899 con el Presidente Mc Kinley para plantear tanto las necesarias reformas administrativas de Puerto Rico como su derecho a decidir su futuro y su forma de gobierno mediante plebiscito. Acabará sus días como reformador de la enseñanza pública de Santo Domingo (1900-1903)
Estos planteamientos de Hostos pueden parecernos ahora reduccionistas. Ni en el caso de la mayor autocracia se igualan el Estado y el Jefe del Estado. Antes bien, cualquier autocracia se sostiene en un entramado de fuerzas e intereses en los que la corrupción no está ajena. Pero no es menos cierto que el apóstol de Puerto Rico no hace otra cosa que retratar el cesarismo imperante en algunas de las nuevas naciones americanas.
Economía, sociología, ciencia política. Hostos confía en la Ciencia, con mayúscula, herencia de su formación krausista. Y en que una emanación directa del “arte político” desde las ciencias sociales va a dar lugar a una moralidad política y ciudadana.
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