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Enviado por   •  1 de Septiembre de 2015  •  Ensayo  •  2.302 Palabras (10 Páginas)  •  360 Visitas

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Unidad 1:

 Introducción a la celebración cristiana 

Clase 1: Visión antropológica de la Celebración

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Profesor:  Lic. Rodrigo Martínez.

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Si estás leyendo esta página, es porque estás en el lugar indicado para comenzar con la primera clase de su curso, ¡excelente!

Como bien expresa el título, el recorrido que vamos a realizar  es una Introducción a la Celebración Cristiana, el cual consta de tres “etapas” que serán nuestros temas de trabajo:

  1. Visión antropológica.
  2. Estructura de la celebración litúrgica (leyes)
  3. El lenguaje celebrativo.

Cada uno de estos temas es, por supuesto, una clase. Cada clase consta de un tema, y por lo menos una actividad, que deberás desarrollar y enviar al tutor. Luego el tutor te enviará los comentarios, sugerencias y observaciones.

No te olvides que no está solo en su tarea, el tutor mantendrá una comunicación constante con vos a fin de ayudarte a resolver sus inquietudes (también las cuestiones técnicas) y cualquier consulta que desees realizar acerca del tema de trabajo. No dudes en escribir al tutor cuando lo necesites, él estará también en contacto conmigo.

Comenzamos entonces…

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1) VISIÓN ANTROPOLÓGICA DE LA CELEBRACIÓN.

Al referirse a las acciones litúrgicas de la Iglesia, el Catecismo de la Iglesia Católica utiliza, una terminología muy expresiva: “Celebrar”, “celebración”, “celebrante”.

“Cristo el Señor realizó esta obra de la redención humana y de la perfecta glorificación de Dios, preparada por las maravillas que Dios hizo en el pueblo de la Antigua Alianza, principalmente por el misterio pascual de su bienaventurada pasión, de su resurrección de entre los muertos y de su gloriosa ascensión. Por este misterio, 'con su muerte destruyó nuestra muerte y con su resurrección restauró nuestra vida'. Pues del costado de Cristo dormido en la cruz nació el sacramento admirable de toda la Iglesia”. Por eso, en la liturgia, la Iglesia celebra principalmente el misterio pascual por el que Cristo realizó la obra de nuestra salvación.

“La celebración del Misterio Cristiano” es el título de la 2da parte del Catecismo, presentando sus diversos apartados sobre “quién celebra”, “cómo celebrar”, “cuándo celebrar”, “dónde celebrar”. De esta manera se recupera este término prefiriéndolo a otros que se utilizaban anteriormente (ceremonia, rito, oficio...).

En este camino de formación que comenzamos queremos conocer y profundizar qué es la liturgia, celebración del misterio pascual. Para eso vamos a comenzar por analizar y comprender en primer lugar qué es celebrar.

  1. ¿Qué es celebrar?

        Celebrar se deriva del adjetivo latino “celeber” que expresa la idea de un lugar frecuentado por una muchedumbre numerosa reunida para una fiesta. El verbo “celebrar” tiene así una connotación de “frecuentar”, pero sobre todo apunta a una cualidad festiva, ritual y comunitaria en la acción. El sustantivo celebración designa la acción de celebrar, de cumplir, realizar solemnemente en particular las ceremonias del culto. Luego por extensión, es sinónimo de “glorificar, alabar, festejar”.

        En la vida social se habla de celebrar fiestas, aniversarios, pero también acontecimientos, victorias, matrimonios, funerales, actos jurídicos (por ej. un contrato), y luego toda especie de personas físicas o morales dignas de veneración o de admiración: una “celebridad” designa un personaje famoso. Hasta “celebrar la vida” llegó a ser una expresión de moda en nuestros días.

        El uso corriente en nuestras lenguas tiende a agrupar los sentidos de este término en torno a dos polos: el aspecto festivo (exaltar, glorificar, solemnizar, organizar un fiesta), y el aspecto ritual (realizar según el rito, - en conformidad con las reglas –, un acto importante y social). Existen en nuestra lengua dos locuciones, dos giros conversacionales que expresan estos dos polos. En diversas circunstancias alguien dirá esta frase: “celebro que hayas venido”. En otro momento puede añadir: “esto hay que celebrarlo”.

        Ambas locuciones denotan ciertamente una intuición de lo que es celebrar. La primera nos da a entender que celebrar significa dos cosas: alegrarse y agradecer; sentir gozo, fruición por algo pero también dar gracias cuando ese algo no depende de nosotros sino de un alguien distinto de nuestro yo.

        La segunda locución da un nuevo paso y añade un nuevo elemento propio de la celebración. Cuando dice: “esto hay que celebrarlo” está sugiriendo ciertos gestos como, por ejemplo beber juntos o comer juntos. Está indicando pues el realizar un signo material, un gesto sensible, en cierto modo gratuito, no utilitario pero si expresivo de un estado de ánimo (el gozo y el agradecimiento). Como toda expresión, no sólo saca afuera los sentimientos, afectos, quereres, pensares, sino que los refuerza e intensifica.

  1. ¿Qué hacemos cuando celebramos?

  1. Interrumpimos nuestro andar cotidiano para hacer FIESTA (por ejemplo, la fiesta de cumpleaños implica un prepararse, un detenerse, etc.).
  1. Hacemos memoria y traemos al presente un ACONTECIMIENTO que ha sido y es decisivo en nuestra vida (por ejemplo, en el aniversario de casados recordamos el casamiento, vemos fotos, etc.).
  1. Nos REUNIMOS COMUNITARIAMENTE (invitamos a nuestra fiesta a quienes tenemos cerca, a quienes queremos y nos quieren).
  1. Utilizamos ciertos CÓDIGOS RITUALES (en el cumpleaños, la torta con velitas, los regalos, los saludos, forman parte del ritual).

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Como ves, empezamos desde el marco general tal cual se expone en el Catecismo de la Iglesia Católica. Sin embargo la liturgia no es un patrimonio exclusivo de una religión pues es un fenómeno que hecha sus raíces en la misma condición humana.

Ahora, desarrollemos un poco más estas ideas.

  1. Ante todo la fiesta tiene algo de ruptura con la vida cotidiana: es algo que resulta inhabitual, extraordinario. Popularmente “fiesta” viene a significar un “día no laborable”: aquel espacio de tiempo en que se rompe la monotonía de la vida diaria y el ritmo agobiante del quehacer normal, dando lugar a la distensión, el descanso, la serenidad, la falta de obligatoriedad. La fiesta hace un paréntesis en la tensión diaria, redimiendo en algún modo el desgaste de la vida y dando a ésta un sentido liberador.

La fiesta comporta un aire de gratuidad y alegría. La gratuidad es la actitud vital opuesta al utilitarismo pragmático que suele ser la tónica de la actividad humana. Es la capacidad de contemplación admirativa, de saber “perder el tiempo”, aceptando la vida como don y gracia, en un clima de estética y juego. Juego en el sentido no tanto fisiológico sino como actitud cultural y humana que abarca todas las actividades personales y sociales. La alegría es connatural a la fiesta, con sus mil manifestaciones de vestidos, comida y bebida, canto, danza y hasta de un cierto despilfarro, abundancia y exceso, acentuando precisamente la discontinuidad con la vida ordinaria. ¿Es una vuelta consciente a la felicidad original, paradisíaca, o bien o una opción de proyectarse hacia la felicidad futura,  utópica, en contraste con la mil preocupaciones de nuestra historia, en general demasiado solemne y seria? En todo caso, la fiesta puede entenderse en la dinámica de tensión entre el método racional y ordenado como clave de vida, y, la vitalidad, la libertad, y el juego. Lástima que a veces la fiesta misma caiga también en la espiral consumista, entendiéndola como mera válvula de escape para poder luego rendir más.

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