Alcides Carrion
Enviado por iliene • 28 de Mayo de 2013 • 2.665 Palabras (11 Páginas) • 321 Visitas
Historia de la Medicina Daniel Alcides Carrión
La figura del mártir de medicina peruana, Daniel Alcides Carrión (1857-1885) ha sido distorsionada, desde el momento mismo de su deceso, por historiadores o por espontáneos panegiristas; todos, con el propósito de satisfacer su propias ideas y creencias, olvidando la realidad demostrada en las fuentes originales. Este fenómeno se observa desde aquel día, en octubre de 1885, en el que los profesores de Carrión se defendieron de la acusación penal, sin pruebas sólidas, por haber, supuestamente, colaborado en el fatal experimento de su alumno, hasta quienes, en octubre de 2005, han mandado estampar, en un mural la desfigurada imagen de su rostro, con el objeto de mostrarlo con cara de “gente decente”, como dirían las viejas miraflorinas, linajudas sobrevivientes de la época de oro de ese limeño distrito, en el que ubica, el local del Colegio Médico donde está ubicado el aludido mural.
Carrión, el Daniel Alcides, héroe de nuestra peruana medicina, fue un serrano auténtico, lo que se llama un “nuevo indio”, vale decir un producto del mestizaje, esencialmente cultural antes que genético, de ese que ocurre como resultado de la eclosión entre dos civilizaciones en el escenario agreste de los Andes. En efecto, su padre, Baltasar Carrión (1814–1886, aprox.), fue un inmigrante ecuatoriano nacido en Loja, genéticamente blanco, pero mestizo cultural, cuyas raíces se remontaban a alguien de los “trece de Isla del Gallo”. Se llamó Don Baltasar Carrión y Torres, que cayó a Cerro de Pasco, después de haber contraído nupcias, en Huancayo con una dama de esa ciudad. Apareció allí, seguramente, atraído por la prosperidad económica de esa singular comunidad. Allí entró en relación extra matrimonial con Dolores García, entonces una atractiva adolescente nativa de Huancayo, que había llegado con su padre al centro minero en busca, también, de las vetas del ansiado mineral de plata. De esa unión nació nuestro Daniel Alcides, quien nunca fue reconocido por el padre, como es costumbre inveterada, hasta ahora. Doña Dolores, sobrellevó, con enaltecedora dignidad la tarea de madre soltera y abandonada.
Es necesario exponer las características del escenario en el que se desarrolló la infancia y la temprana adolescencia, de 1857 hasta principios de la década de 1870, en la que fue enviado a Lima a terminar su educación escolar.
El viajero Charles Wiener estuvo, poco antes de 1880 en Cerro de Pasco y dijo: C’est de beaucoup la ville la plus animée que j’aie ou Pérou, en exceptant Lima… Así fue la ciudad de Cerro de Pasco, la cuna de Carrión. Fue una villa que causó la admiración de todos los que llegaron allí, mucho antes que el ferrocarril fuera construido, cuando su madre, su padrastro y sus hermanos maternos vivieron en Cerro de Pasco, dentro de una mediana prosperidad. Hay testimonios de observadores, algunos eran médicos, que por escrito o con ilustraciones atestiguaron sobre la realidad de ese centro minero, que había sido un inhóspito paraje, que con la fiebre de oro y plata que se desató hacia la mitad del siglo XIX, en el continente americano, se convirtió rápidamente en un atractivo lugar. Los viajeros encontraron abismales diferencias entre sus habitantes; al lado de la opulencia de
los propietarios de minas o de comerciantes que especulaban con los productos secundarios de la prosperidad, había infrahumanas condiciones de vida de los obreros nativos.
Esa ciudad está, un poco por encima de los 4 000 metros de altitud sobre el nivel del mar. En su entorno ecológico no crece ninguna vegetación comestible. La principal y única fuente de riqueza y prosperidad es la minería. En esos tiempos la plata era buscada y encontrada con facilidad. Era una población sin trazo urbano ya que los pequeños mineros asentaban sus viviendas encima de las vetas que hallaban después de una febril prospección.
Paz Soldán, Raimondi, Gerstäcker, Tsudi y otros, peruanos y extranjeros, estuvieron allí, desde la década del nacimiento de Carrión hasta la de su muerte. Todos coincidieron en describirla como una singular villa. Dicen que se consumía ingentes cantidades de champaña y otros finos licores importados. Había tiendas donde expendían ropa de la londinense Regent Street (es posible que el fino atuendo, de corte inglés, que Daniel exhibe en la fotografía, sin retoque, que Courret le tomó, haya sido comprada por su familia en Cerro de Pasco) o establecimientos donde se encontraba finos relojes y vajilla importada. A eso se sumaban con igual énfasis los nativos que acudían a obtener buena paga, en las épocas de bonanza, que vivían en condiciones verdaderamente miserables y que sucumbían víctimas de la neumoconiosis o de intoxicaciones por plomo y mercurio.
Había magnífico mercado para bares, boliches, burdeles o billares. Los ‘indios’ aprendieron con rapidez la economía de consumo, en su lado más sórdido y asqueroso. Les vendían joyas, relojes y ropa fina sin conocer su uso. En las residencias de los potentados los viajeros encontraban los más exclusivos implementos del buen vivir. Las mulas, de regreso de trasportar el mineral, al puerto de Callao, llevaban a esa ciudad los más lujosos enseres.
La familia de Carrión, de clase media, con ese mestizaje propio de una localidad en la que no existió una estratificación muy diferenciada –como en Lima y otras ciudades importantes del Perú de esos años– desde que todos sus habitantes, sin excepción, eran inmigrantes de todos los rincones del país y del mundo. J. J. von Tschudi, a principios de la década de 1840, dijo “la población de Cerro de Pasco muestra un conglomerado de seres humanos, que difícilmente se podría encontrar, en una ciudad a 14 000 pies sobre el nivel del mar y encerrada por agrestes montañas. El Viejo y el Nuevo Mundo parece que se dan la mano, y casi ninguna nación de Europa o América deja de tener un representante en Cerro de Pasco. Los suecos y los sicilianos, los canadienses y los argentinos están unidos por un solo propósito (la minería)”.
Daniel Carrión durante su niñez y temprana adolescencia vivió en un medio en el que todos sus habitantes eran inmigrantes insuficientemente arraigados y, por consiguiente, sin una identidad de clase o de raza, salvo los indios que eran casi esclavos. El darwinismo social no existía allí, como una inspiración de auto valoración.
Cuando el joven Carrión llegó a Lima para ingresar como alumno interno al Colegio Guadalupe - el mejor del país, donde se educaba a los hijos de las clases altas y pudientes – le chocó ser discriminado por su apariencia racial nativa. En su ciudad natal él era “alguien”, allí las diferencias de alcurnia estaban borrosas,
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