Alver Eisten

Cuando nos referimos al conocimiento político, agrupamos el conjunto de información útil y aplicable que proceda de nuestra experiencia cultural y de la información histórica que nos haya permitido aprender sobre las experiencias del pasado, desde el punto de vista del presente. Los aspectos de mayor interés se refieren a aquellas decisiones o situaciones que acaban siendo formalmente irreversibles, pues condicionan las decisiones del presente. También resulta de interés la constatación de que se aprende tanto de aciertos como de errores.

El conocimiento político no procede de la naturaleza de las actividades, sino de las consecuencias globales de su aplicación.

No es lo sucedido en el pasado, lo que aporta conocimiento, sino la relación entre lo sucedido y sus consecuencias. Por ejemplo, el que sepamos mucho sobre lo sucedido en la II República española y en la Guerra Civil, nos hace conocedores de información histórica sobre lo sucedido, pero el conocimiento implica valorar la experiencia histórica desde todos los puntos de vista posibles. Lo relevante depende de que podamos reconocer los posibles errores, comprender las contrapuestas posiciones y definir las condiciones que debería reunir un modelo de conducta que pretendiera, en la actualidad, evitar los daños producidos por aquella irreversible confrontación.

Aparte de los conocimientos que sean de aplicación en la actualidad, son de agradecer los aspectos relacionados con la memoria colectiva y que nos hacen diferentes, respecto a quienes pertenecen a otro país y hayan vivido otra historia. Sin reconocer los hitos históricos y los vacíos culturales que haya vivido nuestro pueblo, resulta difícil aventurar las condiciones en las que podría darse una adaptación a cualquier modelo político ensayado en otros países.

Se aprende de la experiencia vivida y de la aportada por aquellas personas que hayan transmitido los hechos, desde su contexto, del presente o del pasado, si se pueden desagregar los hechos de las condiciones en que se produjeron. Podemos aprovechar los conocimientos divulgados por otras personas sí valoramos la distorsión que podría producirse como consecuencia del tipo de razonamiento, de la influencia ideológica, del contexto en el que sucedían los hechos y de la personalidad del observador.

No se trata de renegar de los conocimientos disponibles, sino de aprender a gestionarlos para que la evolución de la sociedad vaya en la dirección comprometida con los ciudadanos. No se le pide a un político que adivine el futuro de la sociedad, o que pueda disipar las inquietudes que angustian o preocupan. Lo que se le pide, es que contribuya a minimizar incertidumbres, a generar confianza, a despertar la convicción de que, desde la Administración se están movilizando los recursos humanos

...