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Antonio Ortiz Echagüe, un alcarreño universal


Enviado por   •  18 de Febrero de 2015  •  1.091 Palabras (5 Páginas)  •  167 Visitas

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Antonio Ortiz Echagüe, un alcarreño universal

Prácticamente desconocido en Guadalajara, su tierra natal, Ortiz Echagüe es uno de los pintores españoles más importantes de este siglo. Viajero incansable, supo plasmar en sus lienzos la realidad costumbrista de su época. Nacido en 1883, es uno de los pintores señeros de la generación del tránsito entre los dos siglos. Junto a Sorolla y Zuloaga es la figura más destacada del llamado realismo costumbrista. Olvidado en la tierra que le vio nacer, sus cuadros se encuentran en los mejores museos del mundo.

Hijo de un profesor de la escuela de Ingenieros de Guadalajara, Antonio Ortiz Echagüe, nacido en la capital alcarreña el 15 de octubre de 1883, fue conocido en su época por su carácter cosmopolita y su espíritu de trotamundos. Apasionado por la pintura desde muy temprana edad, perteneció a la generación de artistas que, acaudillados por Sorolla y Zuloaga, sustituyeron en el tránsito del XIX al XX la pintura histórica decimonónica por el realismo costumbrista. Los grandes maestros del XVII fueron su espejo. La combinación de un extraordinario dominio del dibujo con la factura abocetada; el vigoroso colorido y el interés por la luz, identificaron sus obras.

Temprana vocación

A los catorce años salió de España rumbo a París para estudiar en la Academia de Bellas Artes francesa, donde por su aspecto le llamaron “le petit bebé”. Algunas modelos de desnudos ponían reparos al posar para él. Allí se forjó su temple de dibujante y se sintió fascinado por la pintura de Manet, su verdadero ídolo de juventud. A los dieciséis años, durante unas vacaciones, pintó el que sería su primer cuadro importante, “La misa de Narvaja”, representando a las beatas en el interior de la iglesia, el mismo tema de la primera fotografía de su hermano José, con quien mantendría a lo largo de su vida una gran relación más allá de lo fraternal.

Con este cuadro recibiría las primeras alabanzas de la crítica internacional cuando lo presentó a la “Promotrice “ de Roma, ciudad en la que prosiguió su formación, para luego recorrer la isla de Cerdeña plasmando el mundo rural en unos cuadros impactantes. Uno de ellos “Fiesta de la Cofradía de Atzara” le valdría la segunda medalla del Salón de París de 1921.

Un viajero incansable

En Roma conoció al banquero Fritz Smidt y a su esposa, que le encargaron un retrato de su hija Elizabeth, una preciosa niña rubia que muchos años después se convertiría en su esposa. El éxito de este retrato le proporcionó numerosos trabajos en este país, donde alternó la pintura de encargo con los cuadros costumbristas de los viejos lobos de mar.

Su viaje de novios lo pasó a bordo de un barco camino de Argentina, donde acudía con frecuencia para exponer y hacer retratos. Su primer hijo, una niña llamada Carmen, nació en Granada, ciudad que fascinó a Ortiz Echagüe y en la que pintó numerosas vistas de los jardines del Generalife y de los gitanillos del Albaicín.

Su vida de trotamundos transcurría entre París, Madrid, Amsterdam y Buenos Aires. En su estudio de la Quinta del Berro en Madrid, organizaba numerosas reuniones a las que acudían artistas de la época, aristócratas y varios miembros de la Casa Real, debido a su amistad con Alfonso XIII.

Junto a su hermano José, y al volante de un

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