Carta De Cartagena
Enviado por compualirio • 19 de Mayo de 2012 • 512 Palabras (3 Páginas) • 602 Visitas
Yo soy del sentir que mientras no centralicemos
nuestros gobiernos americanos,
los enemigos obtendrán las más completas
ventajas; seremos indefectiblemente
envueltos en los horrores de las disensiones
civiles y conquistados vilipendiosamente
por ese puñado de bandidos
que infestan nuestras comarcas.
Las elecciones populares hechas por los
rústicos del campo y por los intrigantes
moradores de las ciudades, añaden
un obstáculo más a la práctica de la
federación entre nosotros; porque los
unos son tan ignorantes que hacen sus
votaciones maquinalmente, y los otros
tan ambiciosos que todo lo convierten
en facción, por lo que jamás se vio en
Venezuela una votación libre y acertada;
lo que ponía al Gobierno en manos
de hombres ya desafectos a la causa,
ya ineptos, ya inmorales. El espíritu de
partido decidía en todo y por consiguiente,
nos desorganizó más de lo que
las circunstancias lo hicieron. Nuestra
división, y no las armas españolas, nos
tornó a la esclavitud.
El terremoto del 26 de marzo trastornó,
ciertamente, tanto lo físico como
lo moral, y puede llamarse propiamente,
la causa inmediata de la ruina
de Venezuela; mas este mismo suceso
habría tenido lugar sin producir tan
mortales efectos. Si Caracas se hubiera
gobernado entonces por una sola
autoridad, que obrando con rapidez y
vigor hubiese puesto remedio a daños
sin trabas, ni competencias que retardando
el efecto de las providencias
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dejaban tomar al mal un incremento
tan grande que lo hizo incurable.
Si Caracas, en lugar de una confederación,
lánguida e insubsistente, hubiese
establecido un gobierno sencillo, cual lo
requería su situación política y militar,
tú existieras ¡oh, Venezuela! y gozarías
hoy de tu libertad.
La influencia eclesiástica tuvo, después
del terremoto, una parte muy considerable
en la sublevación de los lugares y ciudades
subalternas; y en la introducción
de los enemigos en el país: abusando
sacrílegamente de la santidad de su ministerio
en favor de los promotores de la
guerra civil. Sin embargo, debemos confesar
ingenuamente, que estos traidores
sacerdotes se animaban a cometer los
execrables crímenes de que justamente
se les acusa porque la impunidad de los
delitos era absoluta, la cual hallaba en
el Congreso un escandaloso abrigo, llegando
a tal punto esta injusticia que de
la insurrección de la ciudad de Valencia,
que costó su pacificación cerca de mil
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