Cultura Y Educacion Orrego
Enviado por 70345590 • 24 de Junio de 2013 • 9.095 Palabras (37 Páginas) • 312 Visitas
CULTURA POPULAR Y CULTURA POLÍTICA:SU RELACIÓN CON LA
UNIVERSIDAD EN EL PENSAMIENTO DE ANTENOR ORREGO
(Ponencia sustentada en el Coloquio “Antenor Orrego, la unidad continental y los orígenes
de la modernidad en el Perú”. Lima, 2, 3 y 4 octubre del 2002, Sala “Raúl Porras
Barrenechea”, Congreso de la República.)
Por ELMER ROBLES ORTIZ
1. CULTURA Y EDUCACIÓN
Sin lugar a dudas, en su condición de humanista y educador insigne, la formación del
hombre ocupa lugar predilecto en el pensamiento de Antenor Orrego. El hombre, afirma,
vale por sus más fuertes impulsos, por sus más fuertes pasiones, no por las que se tornan
negativas sino por las que ennoblecen. “El hombre sin pasiones es un ex-hombre, un exser”.
Por eso relaciona las pasiones con la educación en estos términos: “El problema de la
educación no es suprimir las pasiones que son el impulso creador del hombre. El problema
consiste en enseñar la superación de las pasiones hasta la máxima nobleza y en servirse de
ellas como instrumento del espíritu” (1). Estuvo, por lo tanto, en contra del concepto común
sobre la erradicación de las pasiones, lo cual conllevaría a la castración moral del hombre.
Alude, desde luego, a las pasiones que conducen hacia los valores, no a las que traicionan
el destino del hombre tornándose monstruosa negación.
Para él, la educación no implica modelar el alma del niño, por cuanto éste tiene
demasiado porvenir como para que el pasado -representado por sus padres o profesorespretenda
formarlo a su arbitrio. Son suyas estas palabras breves pero profundas: “La
educación no es inculcar y modelar; la educación es revelar, conducir y ennoblecer. El alma
humana es demasiado sagrada para que nadie tenga la pretensión de modelarla a su
capricho” (2). Y por ello pide mayor reverencia ante el educando, centro de atención del
quehacer pedagógico
Con tales ideas, publicadas el año de 1929 en su obra El monólogo eterno, Orrego se
adelanta a las corrientes psicopedagógicas que sustentaron, mucho tiempo después,
Vygotsky, Piaget y Ausubel, entre otros, hoy en boga. Lo que él sostuvo hace más de 70
años, ahora impregna el quehacer educativo. Efectivamente, Orrego piensa que el profesor
no debe formar al alumno a su antojo, a su estilo, a su gusto personal, que no debe imponer
un contenido educativo, sino ayudarlo a revelar su personalidad, a descubrir sus
potencialidades, orientarlo o conducirlo a construir su propio conocimiento, a ser
protagonista del proceso cultural. Postula, pues, una educación para perfeccionar al hombre
en el sentido de su humanización, de manifestar o expresar sus cualidades como creador de
cultura y elevar al máximo las energías vitales de su ser. Pero al mismo tiempo, una
educación para la transformación, de modo que habrá de preparar al cerebro del estudiante
para reaccionar creativamente ante la cambiante problemática de su entorno y del mundo
entero; consiguientemente, la educación será, como la vida misma, dinámica, siempre
fluyente, un caminar constante, una revelación permanente y abierta a todas las
posibilidades del espíritu
Como la educación se inscribe en la esfera de la cultura y ambas se interrelacionan
permanentemente, hacer labor de cultura, en el pensamiento de nuestro personaje, es hacer
obra constructiva, educadora, imperecedera; es una acción que, en medio de hondas y
lacerantes desgarraduras, decanta positivamente el espíritu, y con la cual el hombre deja su
huella privativa en el curso de la historia. Precisamente, la cultura debe ser una cultura
histórica, viva, encarnada en hombres concretos, no muerta, tampoco un simple escarceo de
los académicos. Por ende, hay que saber vivir la cultura e incorporarla dentro de las fibras
de nuestra vida. No debemos, tampoco, confundir cultura con ilustración académica; ésta
implica memoria fría e inerte de la cultura pero no la cultura misma. Así, repetir un libro es
muestra de ilustración; en cambio crear y vivificar el ambiente espiritual de una cátedra es
una muestra de cultura. Y Orrego fue verdaderamente un hacedor de cultura.
2. UNIVERSIDAD Y PUEBLO
Para que la cultura “viva en nosotros como médula en nuestros huesos y no sólo en los
libros”, son precisos, según Orrego “dos elementos primordiales: de un lado la universidad,
de otro el pueblo; de un lado el trabajador manual, de otro el trabajador intelectual. Son dos
elementos que no pueden caminar separados porque se complementan entre sí”. Pero si hay
separación, la cultura es utilizada por grupos minoritarios como instrumento de dominación
sobre el pueblo, que es “la sus tancia permanente de la historia y de la libertad del hombre”.
Justamente, en el Perú, la divergencia entre universidad y pueblo ha sido de mayor
magnitud que en otros países. “La universidad ha tenido -escribe Orrego- una semi-cultura
de gabinete y de pupitre pero no ha tenido ni tiene una verdadera cultura vital. La cultura
hay que vivirla en principio y vivirla en acción. No se puede, pongamos por caso, explicar
y defender en el aula las llamadas garantías individuales y atropellarlas y negarlas en la
calle y en la vida cotidiana”.
Mucha gente, por lo común, no actúa en consecuencia con los principios que declara.
La aguda observación de Orrego contenida en la cita anterior así como en la siguiente
exhibe una dolorosa realidad. Son sus palabras: “No vale la pena que en los exámenes se
declame de corrido el amor a la libertad, al derecho y a la justicia y en la vida se les befe, o
por lo menos, se muestre uno diferente a sus imperativos categóricos” (3).
Las dos citas nos ponen frente a situaciones de pasmosa vigencia no obstante
remontarse al año de 1928, aplicables en diversos campos de nuestra vida política y
universitaria.
Hacer cátedra, hacer universidad y hacer país implica fundamentalmente vivir la
cultura, no sólo practicar la regurgitación de conceptos, hechos, datos, formulaciones
filosóficas, leyes o teorías científicas. Por eso Orrego considera que la gran empresa de los
universitarios es vivir la cultura. Y rechaza el eruditismo vacío, carente de sustancia, que
no sirve para la mejora individ ual ni colectiva. Postula, por el contrario, el conocimiento de
nuestra problemática.
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