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Domingo Faustino Sarmiento


Enviado por   •  8 de Abril de 2012  •  4.410 Palabras (18 Páginas)  •  1.183 Visitas

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Domingo Faustino Sarmiento es una figura representativa de una América hispana convulsa, agitada, llena de contradicciones. Fue un hombre que creó su obra a través de una vida saturada de accidentes y aventuras. Su vida fue una eterna lucha. Combatió el caudillismo por lo que esto representaba de fuerza arbitraria y barbarie y sin embargo, era en sí mismo un caudillo. Fue periodista, opositor militante de toda dictadura, escritor, educador, diplomático, político, en fin, estuvo dotado de una tremenda pasión transformadora. En su autobiografía Recuerdos de provincia, señaló: “Yo he excitado siempre grandes animadversiones y profundas simpatías. He vivido en un mundo de amigos y enemigos, aplaudido y vituperado a un tiempo” (Recuerdos, 22)

Se creyó llamado a cambiar la historia de su patria. Se mostró siempre defensor de los pobres: “Contestéle que le sentaba bien a él, que era rico, defender la propiedad, que yo defendía el derecho a conservar la vida que teníamos los pobres; que por tanto cada uno estaba en su terreno” (Recuerdos,204) y sin embargo a veces se traslucen en sus páginas cierto aristocraticismo: “La oficialidad del ejército se prepara en la Academia Militar de West Point, célebre en el mundo de hoy, por la ciencia que profesan, por la distinción de los cadetes, salidos de las familias más influyentes, hijos de los hombres más notables. Chile mismo no ha gozado de reposo y prosperidad, sino el día que ennobleció el ejército, llamando a sus filas, por la educación, a los hijos de las familias más elevadas” (Recuerdos, 207).

Sarmiento combatió a Rosas, denunció la barbarie que el gaucho Facundo Quiroga representó y a pesar de ello, se llamó a sí mismo gaucho y su lenguaje resultó en ocasiones admirativo del caudillismo: “Momento grande y expectable para los pueblos es siempre aquél en que una mano vigorosa se apodera de sus destinos. Las instituciones se afirman o ceden su lugar a otras nuevas más fecundas en resultados o más conformes con las ideas que predominan” (Facundo, 93) y entonces, quizás intuyendo la contradicción básica en la que estaba incurriendo, casi inmediatamente hace la salvedad: “No así cuando predomina una fuerza extraña a la civilización, cuando Atila se apodera de Roma” (Facundo, 93). Tan patente es su admiración por el caudillismo, que el relato que hace en Facundo de la vida y costumbre de la campaña hace afirmar a Enrique Anderson Imbert, que: “Sarmiento simpatizaba estéticamente con las costumbres gauchas y las desdeñaba en nombre de sus principios políticos” (Historia, Vol. I, 229).

Sarmiento tenía una indudable unidad de propósitos. Pudiera aplicársele lo que dijo de Domingo de Oro acerca de la unidad de intento que caracterizaba a Oro, a pesar de sus contradicciones aparentes (Recuerdos, 101). Era Sarmiento un hombre dotado de una visión romántica, apasionado; quizás un tanto alejado de la realidad, de enérgica imaginación, firme creyente en el futuro fecundo del hombre hispanoamericano. Será, decía, síntesis, “europeo hasta los últimos refinamientos de las bellas artes, americano hasta cabalgar el potro indómito” (Recuerdos, 100). Hay en esta frase, pese a su optimismo romántico, un reconocimiento a la necesidad de aglutinamiento que caracteriza la cultura de Hispanoamérica. Hay una alusión directa a una tradición que no podemos desconocer. Un siglo más tarde, otro gran escritor argentino, Jorge Luis Borges, afirmaría: “Creo que nuestra tradición es toda la cultura occidental y creo también que tenemos derecho a esa tradición” (Discusión, 160). Pero también mostró Sarmiento que comprendía que el elemento autóctono es parte fundamental de nuestra esencia. En fin, que la América hispana es integración de las dos grandes corrientes que la forman. Sarmiento se creyó abanderado de una causa, la del espíritu. Eso puede justificar en parte la exaltación que emana de sus escritos. Pretendió ser moderado pero las angustias de la patria le encendieron el fervor romántico. La buscada moderación quedó sepultada en la explosión de sus sentimientos.

Sarmiento utiliza sus dos obras maestras: Facundo. Civilización y barbarie y Recuerdos de Provincia para desarrollar sus ideas acerca de la terrible disyuntiva a la que se enfrentaba no sólo Argentina sino toda la América hispana. En Facundo utiliza la vida de Facundo Quiroga, el “Gaucho malo” de la Rioja para hacer la denuncia de todas las consecuencias negativas que para el país engendra la violencia entronizada por el caudillo totalitario. Sin escribir directamente sobre Rosas, su objetivo político es hacer patente el terror por medio del cual éste gobierna. Se nos pinta la Argentina como una nación inmensa en que las ciudades que representan focos de cultura se pierden en la extensión extraordinaria del llano, en donde se engendra la violencia. Sarmiento plantea en Facundo que la naturaleza es muy determinante en la manera de vivir del gaucho, basándose en la topografía de su suelo patrio. Presenta al gaucho viviendo aislado en medio de la inmensidad de los llanos. Esta situación, este vivir a fuerza de salvar dificultades, hace que el gaucho mire al hombre de la ciudad con desdén. Hay, percibe Sarmiento, una división muy definida de la población argentina, de una parte, el habitante de la ciudad, viviendo en un ambiente de civilización, más patente en Buenos Aires, más débil en provincias y de otra parte el gaucho aislado, recorriendo las llanuras al lomo de su caballo, ocioso, pues la inmensidad de la pradera permite la reproducción ilimitada del ganado y sintiendo al mismo tiempo, desdén y resentimiento hacia el citadino. Sarmiento plantea las luchas fraticidas, estudia como esa energía del gaucho que se derramaba en correrías por los campos, o en luchas a caballo en la pulpería, se canalizó primero en las guerras de independencia, después en las guerras civiles y por último en la destrucción casi completa de lo que representaba cultura y civilización, al instalarse el gobierno de Rosas.

En Recuerdos de provincia, ya había apuntado la falta de medios en la débil provincia a la que la corriente civilizadora llegaba muy atenuada. Así, Sarmiento se enorgullece de su educación “en despecho de la pobreza, del aislamiento y de la falta de elementos de instrucción en la oscura provincia que me he criado” (Discusión, 160). Para Sarmiento, la ciudad de provincia es semillero de pleitos prolongados e infecundos en la que no hay vida pública y agrega que en ella “las cuestiones domésticas ocupan la atención pública y llenan, en lugar, de periódicos, debates, partidos, proyectos, noticias y leyes, los ocios de las personas más graves” (Recuerdos, 65). Párrafos semejantes escribió Pérez Galdós

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