El derecho al delirio
Enviado por princesitha11 • 16 de Febrero de 2014 • 406 Palabras (2 Páginas) • 269 Visitas
El derecho al delirio
Eduardo Galeano
Ya está naciendo el nuevo milenio. No da para tomarse el asunto demasiado en serio: al fin y
al cabo, el año 2001 de los cristianos es el año 1379 de los musulmanes, el 5114 de los mayas
y el 5762 de los judíos. El nuevo milenio nace un primero de enero por obra y gracia de un
capricho de los senadores del imperio romano, que un buen día decidieron romper la
tradición que mandaba celebrar el año nuevo en el comienzo de la primavera. Y la cuenta de
los años de la era cristiana proviene de otro capricho: un buen día, el papa de Roma decidió
poner fecha al nacimiento de Jesús, aunque nadie sabe cuando nació.
El tiempo se burla de los límites que le inventamos para creernos el cuento de que él nos
obedece; pero el mundo entero celebra y teme esta frontera.
Una invitación al vuelo
Milenio va, milenio viene, la ocasión es propicia para que los oradores de inflamada verba
peroren sobre el destino de la humanidad, y para que los voceros de la ira de Dios anuncien el
fin del mundo y la reventazón general, mientras el tiempo continúa, calladito la boca, su
caminata a lo largo de la eternidad y del misterio.
La verdad sea dicha, no hay quien resista: en una fecha así, por arbitraria que sea, cualquiera
siente la tentación de preguntarse cómo será el tiempo que será. Y vaya uno a saber cómo
será. Tenemos una única certeza: en el siglo veintiuno, si todavía estamos aquí, todos
nosotros seremos gente del siglo pasado y, peor todavía, seremos gente del pasado milenio.
Aunque no podemos adivinar el tiempo que será, sí que tenemos, al menos, el derecho de
imaginar el que queremos que sea. En 1948 y en 1976, las Naciones Unidas proclamaron
extensas listas de derechos humanos; pero la inmensa mayoría de la humanidad no tiene más
que el derecho de ver, oír y callar. ¿Qué tal si empezamos a ejercer el jamás proclamado
derecho de soñar? ¿Qué tal si deliramos, por un ratito? Vamos a clavar los ojos más allá de la
infamia, para adivinar otro mundo posible:
el aire estará limpio de todo veneno que no venga de los miedos humanos y de las humanas
pasiones;
en las calles, los automóviles serán aplastados por los perros;
la gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la computadora, ni será
comprada por el supermercado, ni será mirada por el televisor;
el televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia, y será tratado como la
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