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Historia Relatada Por Un Narrador


Enviado por   •  15 de Octubre de 2014  •  360 Palabras (2 Páginas)  •  339 Visitas

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Sabía cómo se entrelazaran sus caminos, tenía claro los días buenos y los días malos. Entendía sus más escondidos miedos, era testigo en sus sueños, comprendía qué los hace reír y cómo podían resultar heridos. 

Veía claramente su primer encuentro el combate de las miradas, el choque de las primeras impresiones. Estaba al corriente de cada paso que iban a dar y qué dirección iban a tomar. No siempre sería hacia adelante. 

Tenía claro que iban a sufrir. Que el camino no sería recto ni sin baches. Que caerían, pero que se levantarían. Que iban a tropezar, que intentarían huir, que se rebelarían. No obstante, no podrían esconderse. 

El poder lo tenía yo. 

Yo decidía con qué pie se despertarían por la mañana, qué comida les apetecería probar, qué película iban a ver. Yo sabía qué les seducía, cómo y cuándo se iban a ironizar, en qué situaciones se iban a enfrentar. 

Podía escuchar el sonido de sus risas mezclándose con los gritos furiosos escapados de entre los demoníacos pensamientos. Sufría por las lágrimas de cada uno. Podía ver el resplandor de la luz en sus cabellos y apreciar la fuerza de una verdadera sonrisa. Podía sentir el cosquilleo de sus pieles, los nervios, los nudos atragantados en las gargantas resecas. 

Conocía el principio, pero, lo más importante, podía ver más claro que el agua de un río montañoso, el final. 

Era la hora. 

Tenía que hacerlos vivir. 

Las palabras quemaban en mi cerebro, empujaban, crecían cada hora, cada día, se multiplicaban como una célula a punto de madurar. Me llamaban, me atraían, no me dejaban descansar. 

Escuchaba sus gritos. Querían salir, ansiaban ver la luz, demostrar que podían sobrevivir por ellas solas, que podían ser amadas o incuso odiadas. 

Había más de ellas. Había muchas. Se peleaban para ver quién sería la primera al salir, cuál iba a ser la ganadora. No esperaban su turno, no respetaban ninguna disposición, ni querían oír la voz de la razón. Se mezclaban y se combinaban sin un orden aparente.

No obstante, cada una era importante. Todas y cada una tenían su sitio y su valor. Porque cada una daba luz a la otra

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