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Ines Arredondo


Enviado por   •  25 de Octubre de 2011  •  4.091 Palabras (17 Páginas)  •  580 Visitas

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Inés Arredondo

Semblanza | Entrevista | Bibliografía | Ante la crítica | Antología

Inés Arredondo: el presentimiento de la verdad

Miguel Ángel Quemain

Fotografía: Alfredo Rosas Martínez

"Quisiera llevar el hacer literatura a un punto

en el que aquello de lo que hablo no

fueran historias sino existencia, que tuvieran

la inexpresable ambigüedad de la existencia".

Inés Arredondo

Decía Hegel que la vida del espíritu no es la vida que se asusta ante la muerte y se mantiene libre de la desolación sino la que sabe afrontarla y mantenerse en ella en el absoluto desgarramiento. Esa es la imagen sútil, duradera y vigorosa que tengo de Inés Arredondo y su literatura. Ambas poderosas y libres.

Conocí a Inés Arredondo (Culiacán, Sinaloa, 1928, México, D.F., 1989) cuando publicó su tercer libro de cuentos: Los espejos (1988). Para entonces, sólo conocía los cuentos reunidos en Río subterráneo (1979), apenas doce historias que repetía y leí con los amigos más cercanos. El ejercicio periodístico me permitió el acercamiento y ella me favoreció con su amistad. La entrevista y el diálogo se multiplicaron. Unas veces por teléfono y otras en su casa. La objetividad de una entrevista se veía comprometida cada vez más por las confesiones personales, con opiniones que sólo pertenecían al dominio del gusto y que jamás hubiera expresado en público.

Quería ser el mejor escritor mexicano y combatió, con el ejemplo, el estúpido prejuicio que distingue entre literatura y literatura femenina. Tuvo el valor de convocar a todos sus ángeles y demonios a la misma mesa y hacer del aquelarre un festín de imaginación.

-Inés, ¿hay escritoras y escritores?

Hay escritores, las mujeres estamos haciendo muy mal en decir: "la mejor escritora", "es de las mejores escritoras". Yo no soy escritora, yo no quiero ser una de las mejores escritoras. Quiero ser uno de los mejores narradores de México junto con los hombres, yo creo que las mujeres nos estamos discriminando solas. A mí me interesa mucho saber qué piensa un hombre y si les suceden las mismas cosas que les suceden a las mujeres, pero esto a las mujeres parece interesarles poco o no lo dan a conocer. A mí las escritoras que me importan no me importan porque laven platos, lo que me interesa saber qué les sucede cuando los lavan.

Inés mostró que la vida y la literatura sólo son posibles y verdaderas en la libertad y el diálogo. Lo logró con sus amigos y con sus personajes, esos seres de tan difícil libertad. Con involuntaria pedagogía enseñó que no hay artista sin mirada visionaria y oídos abiertos. Sabía escuchar y transformaba en luz las historias opacas de otros, a quien no dejó de escuchar con atención y sorpresa: "en la historia desordenada de alguien hay que poner un orden, es uno de los motivos de mis cuentos".

Sabia y vital, profundamente vital, supo y reconoció que "la literatura no le ha dado un orden a mi vida sino que la ha hecho posible, sin literatura yo no puedo vivir". Hubo quienes vieron en su obra nuestro lado perverso, eso que otros nombraron la literatura del mal. No discrepo, nos arrojó en la cara, con su mejor sonrisa, lo que somos. Cada página es un espejo que nos muestra esa vida que presentimos, que deseamos, con que soñamos y que deshacemos con repulsión todos los días.

La penúltima vez que me despedí de Inés fue en su casa, después de una cena donde un conjunto de amigos escuchamos un diálogo luminoso, apasionado, intenso que sostuvo con Juan Vicente Melo. Otra vez multiplicó su juventud y su infancia ("Mis fuerzas de niña, que fueron las mejores..."). Nos recordó que la memoria, la imaginación y la literatura poseen también "la inexpresable ambigüedad de la existencia".

"Elegir la infancia, escribió, es, en nuestra época, una manera de buscar la verdad, por lo menos una verdad parcial. Ya no orientamos nuestras vidas hacia el merecimiento de un paraíso trascendente, sino que damos trascendencia a nuestro pasado personal y buscamos en él los signos de nuestro destino. Es evidente la pobreza relativa de ésta aventura enmarcada sin remedio dentro de las limitaciones de cada uno y de la infancia misma; salta también a los ojos la nueva limitación que le impone la moda del análisis psicológico, pero a pesar de todo, al interpretar, inventar y mitificar nuestra infancia hacemos un esfuerzo entre los posibles, para comprender el mundo en que habitamos y buscar un orden dentro del cual acomodar nuestra historia y nuestras vivencias."

Esta introducción que Inés Arredondo hizo a la serie de conferencias que Joaquín Mortiz editó bajo el título Los narradores ante el público (Joaquín Mortiz, 1966), define en gran parte una posición frente a la literatura, el valor de las historias, su concepción del personaje y la personalidad de uno de nuestros cuentistas más importantes, imprescindible.

Vida y literatura se funden como vocación: "si creo que en la vida es posible escoger entre el total informe de sucesos y actos que vivimos, aquellos pocos e insustituibles con los cuales se puede interpretar y dar sentido a la vida, creo también que ordenar unos hechos en el terreno literario es una disciplina que viene de otra más profunda en la cual también lo fundamental es la búsqueda de sentido. No sentido como anhelo, dirección o meta, sino como verdad o presentimiento de una verdad".

-¿Qué funda la infancia?

En mi la infancia ha fundado totalmente una utopía. Así la viví y aún la vivo. Completamente. Fue como un sueño, casi como un sueño. Es por eso que he podido vivir. Mi infancia es fundamental, lo es para todos, pero la mía fue muy especial. Fue al lado de hombres creativos y en cierto modo artistas. La infancia en casa de mis abuelos, es lo que me ha sostenido durante toda la vida...

Como sucede en la obra de Jesús Gardea, en la de Inés Arredondo, el sol es un elemento fundamental. Corazón de luz en la paleta de donde toma los colores de su paisaje aunque este no corresponda, por lo general, a una locación concreta, ni ceda a la tentación de crear un lugar mítico como Placeres o Cómala. El espacio físico en su obra guarda una constante contigüidad con una naturaleza dócil que rodea la vida doméstica pero también inhóspita, rebelde y hostil que pesa sobre los hombros de sus personajes.

Supongo que esa patria infantil tiene lugar en Eldorado (entre el mar y la margen norte del río San Lorenzo), un lugar que es resultado de la voluntad y el trabajo, de la fortaleza capaz de hacer posible

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