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LA INFANCIA DE SU VEJEZ


Enviado por   •  25 de Junio de 2016  •  Biografía  •  1.190 Palabras (5 Páginas)  •  261 Visitas

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UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS


                       
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                E.A.P. INGENIERÍA GEOGRÁFICA

CURSO: REDACCIÓN Y EXPOSICIÓN

TEMA: NARRACIÓN

PROFESORA: MARÍA MERCEDES GONZALES

ALUMNO: CARO-SÁNCHEZ GAGO CRISTIAN EMILIO

                               LA INFANCIA DE SU VEJEZ

Verano de 1997, el calor encendía los días cada vez más temprano, yo era apenas un infante, todos los días eran familiares ya que a mi edad dependes totalmente de tus padres, mis experiencias oscilaban desde la casa de mi abuela hacia la mía, y a la hora de jugar tenía a mi hermano y a mis primos ya que casi todos somos contemporáneos. En cuanto a mi familia nuclear solíamos estar rodeados de un campo de afecto y felicidad aún con los problemas que nunca faltan, a mi temprana edad sentía la necesidad de aislarme por un momento, aún recuerdo a mamá y a mi abuela reírse al verme sentado en una silla alejado de todos, tal vez pensaban que era una de esas ocurrencias que todo niño tiene, pero el ser humano es ajeno al pensamiento de su prójimo.

Desde muy niño pasaba el día en la casa de mi abuela Alcira a quién llamaba de cariño Mamá Alchi. Creo que es una fortuna para mí haber conocido a mi bisabuelo, Papá Emilio; de alguna u otra forma era especial tener el nombre de mi bisabuelo, y tenerlo al frente mío era ver la historia familiar, era ver el tiempo, era verme a mí. Mi afecto hacia él nació rápidamente -o al menos eso es lo que me brinda el recuerdo- el día que creí que por primera vez lo había visto, él era un hombre de tés blanca, su estatura se disminuía con el tiempo, sus ojos eran claros, tan claros que a veces tenía la mirada gris, era típico en él verlo con su gorra de campo antigua, sus palabras se confundían en parsimonia pero siempre era posible entenderle; Don Emilio, el sastre de Chavín, la gran persona que recibía niños abandonados en casa para educarlos e hilar de sus vidas un gran futuro.

Llegaba a la casa de Mamá Alchi a jugar con mis primos, la tarde era de infancia, casi ocultándose el sol Papá Emilio se acercaba a la sala a sentarse en el sofá que hacía juego con su edad y con su gorra; entonces una curiosidad enorme me llevaba a sentarme frente de él  para verle hacer nada, de pronto quería oírle hablar era como oír mi voz desde otro cuerpo, por eso siempre trataba de callar su silencio, pero por momentos sentía la ignorancia de Papá Emilio; a mi corta edad tenía la necesidad de saber el por qué, habrá sido por su edad y esa actitud un poco tediosa que toman los ya muy ancianos, o es que el tiempo apresuró sus pasos y me dio existencia cuando yo ya existía. Terminando de divagar mis pensamientos no me importaba más y me las daba del bisnieto travieso, Papá Emilio sentía un cierto orgullo de su apellido y su historia, por lo que sé, su apellido paterno Loli tiene descendencia Italiana, un antepasado miembro del vaticano en protección de sus hijos los trajo a vivir a Perú, y con el pasar de los años nació él. Entonces no se me ocurría mejor cosa que cambiarle el apellido y cada vez que lo veía lo primero que hacía era agregarle a su apellido, el apellido de su esposa, mas o menos sonaba algo así: Papá Emilio Loli Motta! Papá Emilio Loli Motta!.
A diario mi rutina era llamar su atención y así tal vez poder sentir su afecto, al decir su nombre con otro apellido volteaba la mirada, una mirada molesta y vieja, pero en el fondo más allá de su oscura pupila me miraba con amor, yo seguía insistiendo y él lo que hacía era callarme, por momentos me causaba gracia verlo renegar, y más aún cuando lo veía lentamente levantarse del sofá tratando de cobrárselas conmigo, me veía en la situación de correr por toda la casa tratando de que no me alcance ya que Papá Emilio decía que me agarraría de los cabellos, no era el miedo de que llegara a alcanzarme la causa que me hacía correr, por lo contrario yo corría con una sonrisa viva dibujada en mi cara, y sabía que el corría conmigo  para mantener ese dibujo.

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