Los desfiles de Arenas
Enviado por micossio • 21 de Noviembre de 2015 • Ensayo • 1.180 Palabras (5 Páginas) • 82 Visitas
Los desfiles de Arenas
En aquel tiempo los cronistas escribieron páginas de asombro, folios de esperanza, pergaminos azules que con el paso de los años y el desencanto del mundo fueron devorados por implacables polillas. Fue en 1959 cuando el huracán de la Historia sopló violentamente sobre el verde cocodrilo de la isla de Cuba, arrasando con una dictadura y abriendo hacia el futuro un presagioso signo de interrogación. Por allí andaba un adolescente de eufónico nombre, un Reinaldo que ni siquiera sabía quién había sido el santo de Nocera, amigo de Francisco de Asís, de leprosos y huérfanos, metáforas vivas de su destino final, Éste era un simple campesino, hijo de padre desconocido, que había visto la luz primera en un caserío de campo poéticamente llamado Aguas Claras, al oriente del país. Desde ese turbio rincón salió Reinaldo Arenas, con apenas dieciséis años, para incorporarse a la guerrilla castrista en las montañas y desencadenar así la serie de acontecimientos vitales y literarios que marcan la tragedia de su vida. Tal fue el principio de la marcha tumultuosa que, años después, él mismo describió en el cuento titulado Comienza el desfile
Se trata de un relato con una intensa carga testimonial, narrado desde dentro y en tiempo real, que trasmite la experiencia de un muchacho arrastrado a la sorpresa de una revolución triunfante, un movimiento casi telúrico que inicialmente aglutinó a buena parte de los campesinos pobres, esas almas muertas tropicales hasta entonces humilladas y ofendidas. A la revolución se unen, con entusiasmo, los hijos de Bartola, los nietos de Cándido Parranda, la gente de la Loma, las mujeres barrigonas, los tullidos, los olvidados de siempre, a caballo, en carretas, en bicicletas, a pie, una muchedumbre de sueños en medio del polvo del camino. Todos quieren sumarse y entrar en Holguín -antes bastión de la tiranía-, al son de los cantos y enarbolando las banderas de los triunfadores, aquellos famosos barbudos con quienes había pasado casi un año el todavía imberbe Arenas. No hay en esa marcha una definición ideológica, ni siquiera un proyecto político claramente comprensible para quienes avanzan mientras cantan y se pasan de mano en mano una botella de ron Paticruzado, bajo el sol abrasador del mediodía. El autor del texto, protagonista y testigo del hecho narrado, se desdobla en narrador y pone ante el lector toda la ingenuidad, la euforia y la explosión difusa de viejos sentimientos patrióticos que animan el desfile; la sensación de victoria colectiva sobre unos pobres diablos que sirvieron en el ejército contrario; la idea romántica de que se ha logrado; quizás, la derrota definitiva de un sistema injusto y criminal.
Sólo un escritor como Arenas ha sido capaz de recrear tan vívidamente y de modo tan exacto aquel episodio decisivo de la historia de Cuba. Más allá de su experiencia personal, aquí están la excelente organización del texto, el uso eficaz de la voz narrativa, el juego diacrónico de la memoria, la descripción y la plasticidad del lenguaje, elementos todos que construyen un artefacto literario que supera ampliamente cualquier otro testimonio escrito o filmado en el momento. Nuestro autor no pierde jamás el punto de vista auténtico de su personaje, no pretende explicar la génesis y la razón de esa revolución, y se mantiene firmemente centrado en la mirada de quien se aburre en un caserío como Aguas Claras, donde el mundo es verde pero simple, la vida tranquila pero tediosa, y él es un humilde guajiro que ha empezado a emborronar cuartillas desde los trece años, queriendo trascender la inercia de la realidad. Sólo puede escapar hacia sí mismo, esto es, a lo desconocido, a lo insólito, hacia la sombra donde se confunden los colores de la vida.
...