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Raquel Forner


Enviado por   •  15 de Marzo de 2014  •  2.280 Palabras (10 Páginas)  •  423 Visitas

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Una figura femenina del siglo XX, la cual supo destacarse, fue Raquel Forner, quien puede considerarse como la primera artista que se destaco como pintora, a la par de las figuras más notables de su generación.

Nacida en Buenos Aires en 1902, Raquel Forner, integro el llamado “grupo de Paris” junto a Pedro Domínguez Neira, Lino Enea Spilimbergo, Emilio Centurión, Víctor Pissarro, Jorge Larco, Alfredo Guttero, Juan Del Prete, Antonio Berni, Hector Basaldua, Norah Borges, Horacio Butler y Aquiles Badi en pintura, y Alfredo Bigatti (el que se convertiría en su esposo), Pablo Curatella y Antonio Sibellino en escultura.

Todos ellos, tuvieron una etapa formativa europea llevada a cabo, principalmente, en Paris. Los pintores, en su mayor parte, pasaron por los talleres de André Lohte y de Othon Friesz, o de ambos; hicieron sus experiencias con modelo vivo en la Grande Chaumiere y participaron, en cierto modo, del espíritu vanguardista de los años ‘20.

Cuando muchos de ellos ya habían regresado al país, Alfredo Guttero los reunió a casi todos en el Nuevo Salón presentado en Amigos del Arte en 1932. Raquel Forner expuso allí.

El grupo de Paris tenía algunas afinidades estéticas pero no estaba unido por ningún programa ni dogma expreso. Formaban parte, por razones de edad, de una misma generación, unida por el hecho circunstancial de hallarse en un momento formativo, que los encontraba en Paris abrevando en las tendencias consideradas “modernas”. Paul Cezanne, muerto en 1906, había dejado con su exposición póstuma en el Grand Palais, una lección que influirá notablemente en la pintura posterior, muy especialmente en el desarrollo del cubismo, pero extendida por igual a un vasto número de artistas, dentro y fuera de Francia.

Los artistas argentinos del grupo de Paris asimilaron la lección cezaniana, principalmente a través de sus maestros. Como bien lo señalara el crítico Córdova Iturburu: “La falta de dogmatismo del movimiento, la escasa violencia de su ruptura de las concepciones representativas tradicionales, el inteligente aprovechamiento de las conquistas afirmadas por los movimientos modernos y la novedad de su espíritu, conquistaron la adhesión de aquellos jóvenes recién llegados.”

En Buenos Aires, a su regreso, algunos se integraron sin mayor dificultad a la revista “Martin Fierro” (1924-1927), que los acogió con entusiasmo con la intención de sumarlos en su espíritu vanguardista. Sin embargo, por las características ante aludidas, ninguno respondía estrictamente con su obra a una propuesta de vanguardia, siendo más bien ejemplos de una actitud conciliadora y derivativa de algo que ellos recibían provechosamente sin que mediara una conciencia particularmente evolucionada hacia los procesos de vanguardia artística. Como lo observara con agudeza el crítico Abraham Haber, actuaron como vanguardistas sin serlo. “El grupo de Paris no hizo vanguardia –dice Haber- aunque no se nos escapa que entre ellos figuran valores muy altos de la pintura americana.” Sin duda, Raquel Forner no podría faltar en ese selecto número.

En una extensa primera etapa, que se extiende desde los años ’20 hasta finales de la década siguiente, su pintura tiene algunas características comunes con algunos de los pintores de su generación. Las figuras están sólidamente construidas, recogiendo la herencia de Cezanne, con un tratamiento del color que tiene una reminiscencia atemperada de los fauves, así como un larvado expresionismo. Su oleo “Presagio” (1931), que muestra tres figuras alegóricas de mujer con una serpiente enroscada, es un buen ejemplo de este momento. En las pinturas “Interludio” (1934), “Mujer de Lot” (1935), y “Mujeres del Mundo” (1938), aparece la mujer como figura central.

Una mayor libertad en las formas, acentuando así el carácter expresionista y la intensidad expresiva dada al color, constituyen aspectos que van definiendo su obra y su personalidad artística hasta llegar al final de los años ’30. Para entonces, la guerra civil española, primero, y la Segunda Guerra Mundial después, producirán un impacto emotivo tan intenso en la artista, que la llevara a centrar en ese tema su obra pictórica.

Raquel Forner caracterizara una gran parte de su pintura gracias a esa adhesión temática. Sus series “De España” (1937/39) y “El drama” (1937/49) dan cuenta de esta etapa dominada por el impacto emotivo de la guerra y sus secuelas. Formas fragmentadas que hablan de rupturas y perdidas, figuras patéticas en su hieratismo, algunas semejando maniquíes rotos, aluden metafóricamente al desgarramiento existencial de la guerra.

El tratamiento pictórico de estas obras tiene que ver con el surrealismo. Las imágenes se corresponden con una pesadilla. El dolor ha penetrado muy hondo y anida en el inconsciente, de donde sale devolviendo una visión tremenda, como alucinada y desesperanzada. En estas alegorías visuales, cargadas de dolor, desesperación y muerte, la pintora alude a un mundo estremecido ante las fuerzas descontroladas por el hombre que las ha desencadenado.

Varios oleos fechados en 1939 dan cuenta de este momento particular en la creación pictórica de Raque Forner. Así, “Los frutos”, “Claro de luna”, “La victoria”, “Destinos”, “Ofrenda”. Hay cierto monumentalismo propio de la pintura mural en muchas de estas composiciones; algunas de gran tamaño que parecían, de este modo, elevar su grito de dolor, acentuando su condición dramática.

“Exodo” (1940), “La caída” (1941), “Amanecer” (1944), “Liberacion” (1945), “Icaro” (1944), “El juicio” (1946), “El manto de piedra” (1947), “La torre de Babel” (1947), “Personajes de la farsa” (1948), son algunos de los grandes oleos alegóricos que pinta en esta época.

El lenguaje expresivo de Raquel Forner se vio enriquecido en un proceso de síntesis que se verifica en los años ’50. Gradualmente abandona la figuración y cuando la utiliza, lo hace desde una nueva perspectiva. Emplea procedimientos pictóricos del informalismo y de la neo figuración. Ya en “Dialogo” (1951) y en “La marcha” (1954) se observa un tratamiento diferente en las figuras humanas. Hay en ellas mayor síntesis, un empleo del color que mantiene su intensidad pero ha perdido dramatismo, y una composición mas esquemática. En “Fin-Principio” (1957) y en “Satelites” (1958) no quedan prácticamente referencias figurativas. Hay como una internalización de la imagen y una mayor libertad pictórica. Sin embargo, la pintura informalista y expresionista a la vez, aparece controlada y sometida a un sentido estructural.

Desde 1957 aborda la temática espacial y reúne varias series bajo el titulo “El espacio”. Poco antes realiza “El Apocalipsis”, obra de una gran intensidad

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