Sarmiento Y H. Melville: Ahab/Sarmiento
Enviado por guillegagliardi • 16 de Noviembre de 2012 • 2.522 Palabras (11 Páginas) • 486 Visitas
H. MELVILLE Y D. F. SARMIENTO: Ahab / Sarmiento.
Por Guillermo R. Gagliardi.
(1). “Moby Dick”- “Facundo”.-
En la novela de Herman Melville (1819-1891, norteamericano), señalada en el título, publicada en 1851, el Capitán Ahab semeja en más de una característica a nuestro Domingo Faustino Sarmiento (sanjuanino, 1811-1888).
Odian profundamente. El argentino, la significación de la Barbarie y los Caudillos del Interior de la Nación. El “Captain” de la novela, con su “mal carácter, mala educación e instintos feroces”, a la ballena blanca, a la cual, héroe-villano, persigue y pretende destruir. Este demoníaco cachalote simboliza el Demonio, el Leviatán, monstruo bíblico.
Sarmiento se refiere en su “Vida de Juan Facundo Quiroga” (1845, cap. 5) a “el tipo de los caudillos de las campañas que han logrado al fin, sofocar la civilización de las ciudades, y que, últimamente, han venido a completarse en Rosas, el legislador de esta civilización tártara, que ha ostentado toda su antipatía a la civilización europea en torpezas y atrocidades sin nombre aún en la Historia”.
Objetivo permanente también de la lucha atroz, cruenta, del maestro-político contra la barbarie popular y la oligárquica. Es Sarmiento un Civilizador, “semi-ilustrado”, que expone todos sus instrumentos de combate: la pluma, la palabra, la espada, para derrotar a ese Diablo, que lo obsesiona en su lidia ciclópea por fundar una Nación, por Organizar una Patria Americana sólida y progresista.
En su persecución parece un “gaucho malo” de la prensa, un “montonero intelectual”, por el salvajismo de su pelea, la combatividad, de acento primitivo, desde todos los flancos, hasta la crueldad e inhumanidad…
La caza autodestructiva en Ahab, héroe de factura shakespeareana, malévolo, macbethiano, y en Don Domingo, casi una “inmolación”, un autosacrificio de los ámbitos personal y privado, así la consideraba éste.
Una entrega, una Cruzada en el caso sarmientino, por la Instrucción Pública, por la Constitución y las Leyes Republicanas, por la Majestad de la Nación.
Pugna alegórica, aventura épica, son las características que adquiere esta inmensa acción reivindicativa y depredatoria de Ahab /Sarmiento. Compara a Facundo con una bestia, un “tigre feroz”, “el Tigre de los Llanos”. América hispánica, Argentina especialmente, constituye el escenario sarmientesco de semejante guerra.
El “Pequod”, el barco ballenero, el del severo e irracional Capitán.
“Metafísico, en busca del Absoluto”, define el escritor y pensador José Pablo Feinmann al “Captain”, en su “Facundo, el filósofo”, estudio preliminar al ‘Facundo’, Univ. Villa María, Córdoba.
Es presa de su “sentido cósmico”. La Civilización es obra del Colonialismo nos ha enseñado, entre otros, Edward Said, 1935-2003, teórico y crítico literario y musical, y activista palestino-estadounidense.
La Modernidad colonial impone valores inexistentes en la periferia bárbara. Ver también en “Página 12”, 24-5-2009.
Furia, venganza, violencia, dramatismo intenso.
Su enemigo significa para ambos, el mal, el enemigo, inextinguible. Exige un enfrentamiento sin límites, sin atenuaciones, alevoso.
El Capitán Bildad, también de mirar ceñudo, robusto y enérgico en sus expresiones como Don Faustino. Hombre que transmite Autoridad, fuertes convicciones, creencias arraigadas.
Hombres destacables por su “fuerza natural grandemente superior, de cerebro bien desarrollado y corazón de mucho peso”.
Seres de excepción, que piensan “de modo independiente”. Personalidades soberanas, ásperas y hasta arbitrarias, “poco tradicionales”.
Su lengua, su porte “altanero”, “una poderosa criatura de exhibición, formada para nobles tragedias”.
Románticos extremos, plenos de contrastes, geniales y titánicos, “cuentan por uno solo en el censo de una entera nación”.
Así describe Peleg al Cap. Bildad, el “viejo cuáquero”, “rudo y agrio”, gruñón y “nube tronante” (“Moby Dick”, trad. José María Valverde, Planeta, cap. XVI).
Ahab adquiere como Sarmiento un carácter mítico en la literatura de Melville. “Es un hombre grandioso”, “como un Dios”, “está por encima de lo común”.
En el cap. XXVIII de la obra melvilliana aparece el misterioso “Captain” protagonista. Una figura como tallada en “bronce macizo”. “De la más firme fortaleza, una voluntariosidad decidida”.
Su mirada hacia delante, “fija y sin miedo”. Las utopías del Cuyano acrecientan su potencia especulativa y hacedora, el derrotar las “densas vendas de ignorancia” en el pueblo y en los gobiernos.
Era un auténtico cachalote blanco, gigantesco y agresivo… Como un árabe, una horda, una “marea inmensa de jinetes que vagan en el desierto”, impíos, que aparecen, atacan y desaparecen como un rayo del otro mundo, implacable, invencible.
Escribe el novelista norteamericano: “un hombre así (…) parecería el hombre más adecuado para disparar el arpón y levantar la lanza contra el más aterrador de los brutos”.
Como el “látigo” terrible del sanjuanino para diezmar al caudillaje cerril, o la gran potencia para “hacer de toda la República una Escuela”.
“Todos los caudillos llevan mi marca” afirma en el transcurso de su pelea a brazo partido contra los intereses coloniales, la “oligarquía con olor a bosta de vaca” y todas las ideas retrógradas.. Era radical, casi impío en su batalla infernal, casi “sobrenatural” como la persecución mítica del cetáceo maldito.
Porque refulge un acentuado misticismo en esta cruel persecución de Ahab/Sarmiento.
Horror intenso (cap. XLII, “La blancura de la ballena”). Toda la novela y toda la biografía del maestro adquieren un tono bíblico, escriturario, vetero-testamentario, definitivamente religioso, transmundano.
(II). Trascendencia y simbolismo.-
Sobresale en su literatura el concepto profético, misional, redentor. Figura arquetípica, separada de la multitud como el Bartleby melvilliano. Asumen cabalmente su propia subjetividad. Puede leerse: Francine Masiello, “El sentido y las ruinas. 6. Sarmiento repetido. 7.La comunidad del porvenir (Melville)”, pág. 108-111, versión digital.
La blancura brilla con ese aire numinoso, como el color rojo, el “cintillo punzó” en los federales, alcanza una simbología maldita, perversa, salvaje, que fundamenta
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