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Turismo y Medio Ambiente


Enviado por   •  14 de Noviembre de 2012  •  Monografía  •  10.062 Palabras (41 Páginas)  •  538 Visitas

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1. Turismo y Medio Ambiente

La actual demanda turística presenta características complejas: el consumidor turístico, a diferencia de otros tipos de consumidores, participa en forma directa en la actividad dado que, buscando distintos tipos de experiencias, se ve atraído por los recursos de un determinado destino. En los últimos años vemos que el turismo de naturaleza está en aumento, miles de personas viajan cada año para disfrutar de los distintos entornos naturales; cada día “son más numerosos los turistas con sensibilidad ambiental que buscan destinos bien planificados y menos contaminados, y que dejan a un lado los mal diseñados con problemas ambientales o sociales” (OMT; 1999: 21).

Esta realidad lleva a plantearse qué es el entorno natural o ambiente. Tradicionalmente y de manera genérica, se ha definido al ambiente como el entorno natural en el que habita cualquier organismo vivo, pero a lo largo de los años este concepto ha evolucionado al punto de no limitarse al medio físico y a los seres vivos que habitan en él, sino que devino en un concepto integrador. En esta línea la Fundación Eroski, en forma clara y precisa, lo define como “el conjunto de valores naturales, sociales y culturales existentes en un lugar y en un momento determinado, que influyen en la vida del hombre y en las generaciones futuras” (Fundación Eroski; 2005) .La evolución de este concepto tiene su raíz natural en la excesiva explotación del medio ambiente que se produce como consecuencia directa del modelo de desarrollo adoptado por los países industrializados e imitado por las naciones en desarrollo (Informe Bruntland, 1987). Es así como a partir de los años 1980 comienza a acuñarse el concepto de Desarrollo Sostenible.

Este concepto –desarrollo sostenible- parte de la premisa de “satisfacer las necesidades del presente, sin comprometer la capacidad de que las futuras generaciones puedan satisfacer sus propias necesidades” (Fundación Ebert; s/f: 43). Para lograrlo, cada nación debe alcanzar su potencial económico a la vez que aumenta el recurso ambiental en el cual se asienta este desarrollo. De esta manera, el desarrollo sustentable “no es un estado fijo sino un proceso de cambio en el cual se encuentran en armonía la explotación de los recursos, la dirección de las inversiones, la orientación del desarrollo tecnológico y el cambio institucional, y que aumenta el potencial, tanto actual como futuro de satisfacer las necesidades y aspiraciones de los seres humanos” (Fundación Ebert; s/f: 46).

A principio de los años 1990 comienza a difundirse en la actividad turística el concepto de sustentabilidad. Es así como en línea con el pensamiento de la época, la Conferencia Mundial de Turismo Sostenible, celebrada en Lanzarote (Canarias, España), emite la Carta del Turismo Sostenible, en la que se lo define como “... un proceso orientado que contempla una gestión global de los recursos con el fin de asegurar su durabilidad, permitiendo conservar nuestro capital natural y cultural, incluyendo las áreas protegidas..." (Carta de Turismo Sostenible: 1995). Se trata, entonces, de un concepto perfectamente adaptable a las diferentes actitudes –tanto éticas como estratégicas de gestión- frente a la preservación de los recursos ante la extrema explotación de los mismos. Así lo entiende también Meyer (2002:13) al decir que el “turismo sustentable promueve una utilización más responsable de los recursos naturales y culturales y una mayor conciencia sobre la conservación del patrimonio natural y cultural, tanto entre la población local como entre los turistas”.

El negocio turístico impacta en los recursos naturales y en algunas ocasiones hasta puede alterarlos radicalmente. Así, prácticas turísticas tan comunes como la caza y la pesca pueden derivar en la pérdida de la diversidad biológica, la contaminación de la tierra, el agua y el aire. Esto se produciría, entre otras cosas por la llegada de turistas a un determinado espacio físico y que, conjuntamente con los servicios y las actividades económicas que se brindan, se producirían una gran cantidad de desperdicios; al igual que la construcción de infraestructura, erosionaría el suelo. Este incremento que se da en lo que podríamos llamar el “consumo de recursos naturales”, en palabras de Llul (2003) produce la destrucción del paisaje y la desaparición de las condiciones de vida de las diferentes especies. Parafraseando a Marc Augé (2007:59 y 70) se puede decir que los paisajes se han convertido en un producto más y se amontonan, unos sobre otros en los catálogos y en las pantallas de las agencias de viaje, así entonces tenemos que el turista moderno, es un simple consumidor que se considera viajero. Tan es así el avance de este consumo que también las zonas protegidas se vería amenazadas por las empresas turísticas, ya que éstas pueden alterar e incluso dañar los destinos.

Una excelente reseña de esa relación ambivalente que es turismo – medio ambiente son los considerandos de la Carta de Lanzarote:

(…)“Reconociendo que el turismo es una actividad ambivalente, dado que puede aportar grandes ventajas en el ámbito socioeconómico y cultural, mientras que al mismo tiempo contribuye a la degradación medioambiental y a la pérdida de la identidad local, por lo que debe ser abordado desde una perspectiva global…”.

(Carta del Turismo Sostenible de Lanzarote, 1995)

Muestra de la ambivalencia de la relación turismo – medio ambiente, tal como la plantea la Conferencia de Lanzarote, es la gran cantidad de atracciones que han sido salvadas por el turismo, desde parques nacionales en las Islas Galápagos, bosques y tortugas marinas en Costa Rica hasta el parque Khao Yal en Thailandia. De esa misma manera, y tal como se dijera en párrafos anteriores, el turismo es potencialmente una actividad tan destructiva como cualquier otra industria tradicional ya que un manejo inapropiado contribuiría a la contaminación, a la erosión, perturbaría la vida silvestre, estropearía el paisaje y traería consecuencias indeseables a culturas que antes estaban totalmente aisladas y preservadas. En este punto no se puede dejar de remarcar que es responsabilidad del turista (consumidor) la selección de los servicios ofrecidos por el mercado y necesarios para un desempeño eficiente, es decir que esta tarea debe realizarse individualmente y con la ayuda de habilidades de consumo y patrones de decisión adquiridos individualmente (Bauman, 2007). No obstante, el rol de los gobiernos ante esta ambivalencia debe activo, ya que al ser el turismo de naturaleza el segmento de mercado de mayor crecimiento en la actividad, a lo largo de los primeros años de

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