UN DIA CUALQUIERA

15 de abril, un día nublado y frío. No era cualquier día, era el tan esperado cumpleaños de mi abuelita materna. Yo aún tenía 15 años así que lo único que me importaba era que iba a darse una fiesta en casa. Estaba tan contenta que se había reunido toda la gente que más quiero, lo cual era raro que se pase seguido. Pero sobre todo estaba feliz por ver a aquella personita, que había crecido conmigo y que por problemas entre sus padres, nos habíamos tenido que separar: Mi prima.

Esa tarde fue indescriptible, nos pusimos a hablar mucho tiempo recordado nuestra niñez. Cerca de nosotras, estaba mi hermano tratando de colarse en la conversación, sin embargo yo lo impedía diciéndole en todo momento que era cosas de chicas. A pesar que mi hermano estaba grandecito, todos en la casa lo seguíamos tratando como bebé y él se seguía comportando como tal, por eso que en ese momento mi mamá intervino en aquella situación y me pidió que cuidase a mi hermano. Lo que indirectamente quería decir que cuidase que mi hermano no se comiera todo lo que encontraba, puesto que ha estado con problemas de salud últimamente. La conversación con mi prima me tenía muy entretenida que lo vigilé por un momento pero luego lo olvidé. Una hora más tarde, mi mamá lo encontró durmiendo en su cama. Ella supuso que comió más de lo debido y por eso se quedó dormido. Me dió una tremenda gritada pero no lo tomé importancia.

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