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Umberto Eco, Un Semiólogo En Las Peluquerías


Enviado por   •  11 de Octubre de 2012  •  2.882 Palabras (12 Páginas)  •  794 Visitas

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UMBERTO ECO, UN SEMIOLOGO EN LAS PELUQUERIAS

Esta vivo y coleando, como sabemos. ¿Quién no ha oído hablar de Umberto Eco, el autor de “El nombre de la Rosa”?. Algunos le conocen también por ser un gran semiólogo, tan considerable como otros grandes del siglo XX, de Barthes a Wittgenstein…

Lo que le distingue de sus ilustres predecesores es que Umberto Eco es muy popular. Sus novelas se leen y sus ensayos interesan tanto a los investigadores como a los curiosos. Visitador fervoroso de universidades, redacciones y platós, acumula 38 doctorados “honoris causa”, ganados en todo el mundo. Y de premios qué decir: tiene los mas codiciados, desde el Príncipe de Asturias de Comunicación a la Legión de Honor francesa, pasando por el Foro de Sabios de la Unesco. Sólo le falta el Nobel, varias veces solicitado y nunca conseguido, pero todo se andará.

Vive con su mujer Renate Ramgel, alemana especialista en arte, en un dúplex de un edificio antiguo de Milan. Sus ventanas dan al castillo Sforzesco, una enorme fortificación renacentista del siglo XV, rebosante de turistas. Uno de los pisos está dedicado a despacho y biblioteca, con cuatro salas repletas de libros. Pero su sancta santorum es un pequeño despacho que atesora las ciencias prohibidas: ocultismo, sociedades secretas, esoterismo, … El material que utiliza en sus novelas de misterio, desde “El nombre de la rosa” a “El cementerio de Praga”.

Publicada en 2010, ésta última desató una gran polémica por abordar de forma humorística el nacimiento del antisemitismo en Europa. Protestaron la Iglesia católica y el rabino de Roma: la primera porque Eco se permitió llamar a los jesuitas “masones con faldas”; el segundo porque temía que la difusión de las conspiraciones del XIX despertara de nuevo el odio antijudío. Pero Umberto Eco, feliz. Su vida privada es mas bien discreta pero en lo profesional es un gran provocador. Incluso ahora, a sus 80 años.

UN CHICO INQUIETO en un país nuevo

Nació el 5 de enero de 1932 en la ciudad piamontesa de Alessandria, cuando Mussolini llevaba diez años en el poder. Hijo de Giovanna Bisio y de Giulio Eco, contable, su padre participó en la Segunda Guerra Mundial, que Umberto y su madre pasaron en un pueblecito del Piamonte. Educado por los salesianos, se matriculó luego en letras en la Universidad de Turín donde se licenció en 1954. Para los jóvenes inquietos era un momento dulce: la segunda Guerra Mundial había acabado y empezaba la reconstrucción. El debate social renacía. Italia en particular, salía de más de 20 años de aislamiento cultural.

Para su licenciatura, Eco eligió una tesis, “El problema estético en Santo Tomás de Aquino”, que le enganchó para siempre a los temas medievales. Pero sobre todo le sirvió de ariete contra posturas anticuadas. Por ejemplo las de Benedetto Croze, el filósofo más conocido de Italia, cuya estética tenía una base idealista. Croze profesaba las teorías tradicionales sobre el arte. Lo consideraba un fenómeno inexplicable, inefable, indescriptible…Pero en Italia la gente común empezaba a oir otras voces y a considerar otras ideas. En las peluquerías se discutía sobre los Beatles y las pinturas de Picasso. La opinión más corriente era, “No entiendo nada, pero”… En ese contexto, el joven Eco decidió dedicarse al problema estético, convencido de que había que abrirse a ideas que explicaran las nuevas formas de arte.

Dirigido por Luigi Pareyson, catedrático de estética, se lanzó sobre esa tesis difícil, porque Santo Tomás nunca se interesó por la estética. Eco tuvo que espigar aquí y allá las alusiones al tema en toda la obra tomista. Y logró extraer un nuevo punto de vista: para el prestigioso Santo Tomás, la experiencia estética no es intuitiva ni se desarrolla en la primera operación de la mente (simplex apprehensio), sino en la segunda, llamada compositio et divisio, o juicio. En todas las actividades humanas, en el arte también: un gol en la portería del idealismo etéreo y un camino investigador abierto para Eco.

En los años siguientes trabajaría como profesor en las universidades de Turín, Florencia y Milán para acabar siendo el primer catedrático de semiología en Bolonia. Pero también dedicó su gloriosa juventud a fregados mas tentadores: la poética de vanguardia, la historia de la estética... Nada mas licenciarse entró a formar parte del grupo 63 de poetas experimentales italianos, que le eligió como su guía teórico. Y empezó a trabajar para la RAI, la televisión pública italiana, que acababa de inaugurarse.

UN HALLAZGO FELIZ, los mass media

Se iniciaba la época de los mass media con sus nuevas formas de expresión. Para Eco, el problema moderno estaba ahí, en la comunicación: había que saber cómo funcionan los procesos comunicativos y los mensajes estéticos, antes que ocuparse de los sentimientos que provocan. Tenía la suerte de estar asistiendo desde el balcón privilegiado de la RAI a los cambios explosivos de la sociedad italiana. En apenas diez años, el cine (Fellini, Antonioni…) y el diseño italianos habían logrado el reconocimiento internacional justo por su capacidad de representar la estética contemporánea…Todo lo cual chocaba con la desconfianza tradicional de muchos italianos hacia cualquier idea nueva. A sus representantes, Eco les llamó con agudeza “apocalípticos”.

Durante esos años de la RAI, Eco conoció a muchos artistas de vanguardia. Para uno de ellos, el musicólogo Luciano Berio, escribió un ensayo llamado “I problemi dell’opera aperta” que acabaría siendo uno de los capítulos de “Opera aperta” (1962), el trabajo que le dio a conocer. En él, Eco afirmaba que el arte es conocimiento y puede ser descrito por modelos cognitivos científicos; la interpretación de la forma artística necesita de la cooperación del destinatario. Y en este sentido, el arte actual es un proceso abierto entre el artista y el receptor.

Esta idea, que daba el tiro de gracia al concepto idealista tradicional, suscitó en Italia una intensa polémica, del entusiasmo al insulto, y convirtió a su autor en el teórico de la nueva vanguardia. Eco, sin embargo, nunca dio su investigación por cerrada: muy exigente consigo mismo, siempre se enfrenta a las cosas de forma crítica. Mas que un filósofo sistemático, es un estudioso terco e inspirado que nunca se da por satisfecho.

En 1964 publicó “Apocalípticos e integrados”, en torno a los mass media, donde analizó las posiciones de Herbert Marcuse y Marshall McLuhan como representantes de dos hipótesis contrarias. Los apocalípticos, Marcuse, consideran las comunicaciones tecnológicas y la industria cultural como un condicionamiento ideológico; los integrados, McLuhan, como la posibilidad

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