Acidez Estomacal
Enviado por MonserratAlmaraz • 27 de Abril de 2014 • 4.567 Palabras (19 Páginas) • 317 Visitas
La historia de los priones, de película
sus ciencias afines. En esta I ocasión con dos contribuciones a 1. divulgación cientifica en De las Vacas locas a relación con los premios Nobel 1 1 otorgados en 1997. 1 las vacas sagradas*
Por Javier Crú~
La historia del Premio Nobel de Stanley Prusiner tiene todos los elementos de una película domingue- ra para toda la familia. Empieza con el joven Prusi- ner, médico internista hace 25 años, sufriendo la muerte de una paciente afectada por el mal de Cruetzfeldtjakob (CJ), insoportable enfermedad neurodegenerativa para la cual no se conocía ni cura, ni tratamiento, ni se tenía idea siquiera de sus causas. Prusiner, horrorizado, se propone hallarlas, y pronto cree haberlo logrado. La enfermedad, postu- la, no es el resultado de un virus ni de una bacteria ni sólo de una mutación genética, sino de un nuevo elemento en la bichología patológica humana: los priones, proteínas medio descarriadas que se dedi- can a hacer agujeros en los cerebros que las alojan. El resultado inapelable: demencia. Pero la comunidad médica establecida rechaza la idea del novato como producto de un arrojo de juventud. Abundan las objeciones y el poco caso. Prusiner persevera. Durante dos décadas perse- vera, haciendo muchos experimentos y muy poco ruido. Hacia el quinto rollo de la proyección ha conseguido apilar tal cantidad de evidencia en favor de su herética hipótesis, que el número de conversos sobrepasa al de los ortodoxos. A eso ayuda, además, el inesperado estallido de una insólita epidemia de vacas locas, con la consecuente intoxicación de los habitantes de un país demasiado laxo en sus normas sanitarias. Donde nadie es capaz de hallar al virus responsable, Prusiner exhibe una teoría que explica cómo los priones son capaces de volver dementes a las pobres bestias. Al final, por supuesto, las vacas sagradas de la ciencia terminan por darle la razón al visionario de las vacas locas, y le dan más: la fama, el dinero y la alcurnia intelectual del Premio Nobel.
* Este trabajo apareció publicado en el diario Reforma, de la ciudad de Mexico, el 9 de octubre de 1997, página 2C. Se reproduce con autorización del periódico y del autor.
Veala en versión sin cortes Lo que la película dominguera no mos- traría son los detalles del notable proce- so de acumulación de evidencias por el que Prusiner -y con él un número am- plísimo de investigadores de todo el orbe, en múltiples proyectos de colabo- ración- hubo de pasar a un ritmo más lento que el de un guión de Tarkowski. El propio galardonado los expuso
Stanley Prusiner, Prmio Nobel de Medicina 1997.
en un estupendo artículo publicado por ScientiJc American en 1995, cuya lectura hace pensar en un libro de texto sobre cómo levantar una teoría noví- sima y arrojada, derruyendo en el camino un par de pilares fundamentales de la biología. "Hace 15 años provoqué una buena dosis de escepticismo cuando propuse que los agentes infec- ciosos causantes de ciertos desórdenes degenerativos del sistema nervioso central, podrían consistir de proteínas y nada más", inicia el artículo. Y eso bastó para irritar a los ortodoxos. "En ese entonces, la noción era herética. El dogma sostenía que los por- tadores de enfermedades transmisibles requerían material genético para establecer una infección en un huésped". Pero los dogmas no explicaban satisfactoria- mente la evolución de enfermedades neurodegene- rativas inevitablemente mortales-como el CJ de la paciente de Prusiner, ni otras parecidas en animales, como el scrafie, que afecta ovejas y cabras, volvién- dolas descoordinadas e irritables, y provocándoles ataques de comezón tales que las bestias rascan y rascan (srrape, en inglés) al punto de arrancarse la lana y hasta el cuero cabelludo. La medicina veterinaria sabía ya que los cere- bros de los animales víctimas de scrapie presentan regiones en que la muerte de numerosas neuronas deja al tejido poroso, como una esponja, y que a veces se encuentran también deposiciones de proteí- nas en forma de placas. Cuando Prusiner reconoció ambos signos en la autopsia de su paciente, com- prendió en seguida que debía haber alguna relación entre el scrapie y el mal de Creutzfeldtjakob.
Enero de 1998 13
FRESQUITO
La creencia generalizada era que la causa de estas enfermedades eran virus de muy lenta incuba- ción, pues se presentaban en pacientes de edad avanzada, y en proporción de uno en un millón, entre los humanos. Pero algo no funcionaba. No sólo era que nadie había podido aislar al supuesto virus, sino que nin- guna de sus trazas aparecía por ningún lado: no había ni inflamación ni aumento de los glóbulos blancos, respuestas típicas a la infección viral. Y otra cosa: Prusiner no sabía mucho de virolo- gía, así que decidió buscar en otra parte.
No fue el mayordomo En el curso de su investigación bibliográfica, averi- guó que el scrapie y el mal de CJ son transmisibles por inyección de extractos de cerebros infectados en cerebros de animales sanos. El agente, virus o lo que fuera, debía estar ahí. Pero además, Prusiner tropezó con "un reporte pasmoso" en el que Tikvah Alper, del Hospital Hammersmith de Londres, "sugería que el agente del scrapie podría carecer de ácido nuclei- co". O, lo que es lo mismo, de material genético. Acaso el mayor mérito de la carrera de Prusiner haya sido el tomarse esta posibilidad en serio, y diseñar una estrategia impecable para probarlo. Des- pués de todo, a falta de un agente patógeno aislable, casi cualquier idea era buena, "incluyendo, jugueto- narnente, el linóleo y la kriptonita", según el Nobel. Apenas estableció su laboratorio en la Universi- dad de California en San Francisco, en 1974, Prusiner comenzó a trabajar en el aislamiento del culpable. Fue un trabajo equiparable a ver crecer la yerba, pues el largo tiempo.de incubación en animales de laboratorio exigía unos 200 días de espera para cada experimento. Pero la espera valió la pena: para 1982
pudieron producir extractos de cerebro de hamsters consistentes casi exclusivamente de material infec- cioso. Ese fue su primer gran éxito, reconocido, a 15 dos de distancia, por el propio Instituto Karolinska de Suecia, en el comunicado de prensa que anunció el Premio: "Toda la evidencia experimental indicaba que el agente se compone de una proteína, y Prusiner la llamó prión, un acrónimo derivado de 'partícula proteínica infecciosa' ". Siendo el prion del smapie la proteína más básica, le dio el nombre de "proteína de prion", o PrP. Importa el respaldo de hoy, pues cuando Prusi- ner ofreció esta hipótesis, "la comunidad científica la recibió con gran escepticismo", informa el Karolins- ka, por no decir que la tildaron
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