Análisis del emparejamiento humano: ¿hasta dónde nos guiamos por nuestros instintos?
Enviado por Nelson Amaya Vargas • 20 de Octubre de 2016 • Biografía • 1.985 Palabras (8 Páginas) • 319 Visitas
Universidad Nacional de Colombia[pic 1]
Facultad de Ciencias
Departamento de Biología
Biología del Comportamiento Animal y Humano
Análisis del emparejamiento humano:
¿hasta dónde nos guiamos por nuestros instintos?
Charles Darwin, científico naturalista, hace más de un siglo se atrevió a dar una teoría revolucionaria sobre los misterios del emparejamiento. Le llamó la atención como los animales habían adoptado ciertas características que, en vez de estar en pro de la supervivencia de la especie, lo que en realidad generaban era ponerse en riesgo. Una de sus dudas que permitió llegar a postular sus teorías, era el por qué animales presentan un plumaje muy llamativo, así como una gran cornamenta y demás rasgos que lo único que producían era llamar la atención de depredadores, sin embargo, eran especies que habían logrado sobrevivir a toda clase de peligros que pudieran colocar en riesgo su supervivencia. La conclusión a la que llegó, fue que había logrado evolucionar pues tienen mayor éxito que el resto de las especies en términos de reproducción sexual, ventaja que les permitía ser competidores más fuertes a la hora de conseguir pareja o dejar descendencia (Buss, 1996).
La teoría darwiniana de la selección sexual explica el emparejamiento humano identificando dos procesos decisivos en el cambio evolutivo: la preferencia por una pareja y la lucha por ella. Las estrategias sexuales son soluciones a los problemas de emparejamiento. Cada estrategia tiene un fin específico, como los son identificar una pareja estable o superar a los demás competidores al momento de llamar su atención; y aparte de las estrategias sexuales, siempre se encuentran una serie de mecanismos psicológicos en donde se evalúa la preferencia hacia un compañero o compañera en específico, los sentimientos de amor, el deseo sexual, etc (Platas, 2007).
Cuando se habla del sistema de emparejamiento, lo primero que se debe preguntar es quién lo elige. En un principio, los antropólogos masculinos del pasado defendieron el dominio masculino; sin embargo, gracias a estudios recientes se ha analizado la conducta de diferentes especies, entre las cuales se encuentran los monos, donde se estudiaron en convivencia con otros de su misma especie y en su hábitat natural. Los resultados demostraron que es el sexo femenino es el que elige el sistema de emparejamiento (Potts, 1999), y es claro pensar esto pues es el género femenino el que involucra más tiempo al cuidado de cría (dado que se debe tener en cuenta la fertilización, el tiempo de gestación y lactancia), por lo tanto son quienes invierten más tiempo y esfuerzo al desarrollo y crecimiento de un hijo, por ejemplo, y así deben ser más cuidados y selectivas al momento de escoger a su pareja, la cual deberá cumplir con una serie de requisitos como los son que sean capaces y se encuentren en total disposición de brindar los recursos necesarios tanto para la cría, como para la madre (Buss, 2001). Para esto los hombres debían poder aumentar, defender y controlar los recursos, por lo cual las mujeres a través de la historia han fijado su atención en el prototipo de hombre musculoso, sano e inteligente. Mediante estudios se ha demostrado que el dominio físico y sexual del género femenino es un legado que se originó en los primates, en donde las hembras enlazaban lazos de amistad con el macho con el objetivo de que estos les brindaran protección a ellas y a sus crías, y a cambios estas hembras les permitían tener acceso sexual durante su época de celo (Platas, 2007). Uno de los rasgos más marcados en una relación a largo plazo son los celos, los cuales son evidentes tanto en hombres como en mujeres, sin embargo, existen diferentes orígenes para este comportamiento en cada uno de los dos sexos (Leiva et al, 2001). El principal problema que los hombres deben enfrentar es la certeza de la paternidad. Ellos nunca van a saber a ciencia cierta si su hijo es realmente suyo, mientras que la mujer si va a tener esa seguridad. Por tal razón, a lo largo de la historia se ha evidenciado como los hombres intentan controlar o vigilar la castidad y deseo sexual de su pareja, haciendo uso de herramientas como los cinturones de castidad, procedimientos quirúrgicos e inclusive velos para esconder la belleza de su pareja (Buss, 2001). Otra consecuencia que trae la no certeza de la paternidad es que los varones desean la castidad en su pareja más que las mujeres (Buss, 2001). Lo que se puede concluir de todo esto, es que los hombres valoran la fidelidad de su pareja por encima de otros atributos, sobre todo la fidelidad sexual. Las mujeres, por su parte, se ven más afectadas cuando el hombre les es infiel no de manera sexual, sino emocional. Ellas se encuentran más perturbadas al imaginarse un escenario donde el hombre esté profundamente enamorado de otra mujer, pues existe una alta probabilidad de que éste la abandone para invertir sus recursos y compañía en otra persona. Contrario a esta idea, el estudio de Ortiz (2009), revela que las mujeres experimentan mayor intensidad emocional que los hombres cuando piensas en la infidelidad de su pareja, ya sea de índole emocional o sexual; y que no hay diferencias importantes en cuanto al tipo de infidelidad que más les molesta.
El tema del emparejamiento tanto sexual como emocional de los humanos está determinado por la selección de las hembras. Las mujeres escrutan ciertos caracteres específicos en los hombres que dependen de lo que buscan (un emparejamiento a corto o largo plazo), lo que la lleva a confrontar un grupo diferente de problemas que los presentados en los hombres. Algunos de estos importantes factores son los recursos inmediatos que puede ofrecer el hombre, la selectividad y los recursos para futuros hijos (Buss, 2001).
Antes de discutir los caracteres esenciales que evalúa una mujer en su posible pareja, se debe dejar en claro es que la mujer busca y selecciona de entre sus parejas a corto plazo, hombres potenciales para ser su compañía a largo plazo. Y otro componente muy importante es que la hembra es la que mayor energía y tiempo invierte en las crías, por lo tanto, tiene el derecho, y la historia evolutiva lo demuestra, de ser más selectiva y exigente al momento de escoger pareja que los machos (Rodríguez, 2011).
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