Benito Juarez
Enviado por marisolap30 • 20 de Junio de 2013 • 660 Palabras (3 Páginas) • 329 Visitas
LLAMADO AL BRONCE
Mi voz es india, mi palabra seca,
y no encierra pasión ni fanatismo,
solo canta verdad y allí se obseca,
no pronuncia el absurdo ni el abismo,
y se sabe guijarro y se hace greca.
¡Oh Juarez! que los ambitos escombre
la arcilla de mi lengua mexicana,
que el silábico canto se haga nombre,
cuando encienda la angustia americana,
el llamado imperioso de tu escencia,
con mi grito de sangre y obsidiana.
Fue un ejemplo de cumbre tu existencia
desde la choza humilde, del arado del carrizo
en monóloga estridencia, al disfónico giro
del estado,
del abrazo de milpas de sierra,
del balar impaciente del ganado a los ambitos
truncos de la tierra, donde el hombre,
el germen de ambiciones que dialóga la paz
con voz de guerra.
En ti hablaron indemnes tradiciones de la
raza de bronce no vencida, bajo el yugo de antiguas vejaciones.
Tu sed de libertad enardecida, de un sopló te libro
de la montaña, y supiste del pueblo, de su herida,
de su triste verdad, de su halimaña, de la fuerza
que sangra y que lo humilla que es mas
secreta cuanto mas lo daña.
La constancia- enraizada manecilla- a traves del insulto
fue el camino, fue la espiga horadando la semilla.
Y llegaste indomable a tu destino,
a la sombra de un lar que no era el tuyo
pues tu aliento viril de peregrino, no anhelaba la paz,
el manso arrullo, de enclaustada oracion por que eras fuerte,
por que hablaba en tu ser doliente orgullo, de una raza
que vio llegar la muerte, que sintiendose esclava,
escarnecida, en el tiempo venció su propia suerte.
Y ensanchaste la sabia de tu vida, en el aula
cordial de tu instituto, en su augusta cantera amanecida,
que a la historia se brinda un nuevo fruto, madurando
el presente su esperanza, sin contar con la
angustia del minuto.
En las manos llevaste la confianza, al dolor de la patria,
de los mundos, eras ley y justicia, no venganza.
Animaste tus germenes profundos, cuando el extraño
ambiciono tus suelos, devolviendo sus pasos vagabundos.
Era entonces la patria : amargo duelo,
y el derecho en tu voz fue abrazo enorme,
ahogando la traicion: potente yedra.
Y arribaste a la cúpide inconforme, la reforma del pueblo
fue tu grito, pues deseabas un México uniforme,
El México anhelado, el infinito. El que canta
su paz en las verbenas, en la espuma del mar,
en el granito, sin mordaza en la voz, sin cadenas,
esa fue tu visión, ese tu llanto, y creciste
...