Bloques Economicos
Enviado por Lacrima_negra • 7 de Febrero de 2012 • 3.140 Palabras (13 Páginas) • 721 Visitas
Casimiro Liceaga
médico y patriota
Autor: Ernesto Cordero Galindo
2006, 128 páginas. 23x16.5 cm
Edición: Facultad de Medicina, UNAM, Departamento de Historia y Filosofía de la Medicina. Tel: 5623-3113 y 5623-3114
El Establecimiento de Ciencias Médicas, antecedente de la actual Facultad de Medicina, se inauguró en 1833 y dio paso a la creación de la carrera de médico-cirujano con una carga de conocimientos de lo más avanzado de la época.
El primer director de dicho plantel fue el doctor Casimiro Liceaga que ocupó la dirección del Establecimiento por espacio de trece años.
El marco histórico de este libro nos sitúa en el primer tercio del siglo XIX para tratar de dilucidar quiénes fueron los actores que sentaron las bases de esa medicina científica, cuáles fueron las acciones que llevaron a cabo para lograrlo y cuáles fueron sus aportaciones al saber médico de esa época que el autor llama "la década olvidada de la medicina mexicana".
El doctor Casimiro Liceaga y Quezada es un personaje de cual son muy escasos los datos fidedignos que permitan adentrarse en su vida. El doctor Cordero logra extraer de varios resquicios documentales datos de un gran valor que le permitieron elaborar esta semblanza y seguirle los pasos a ese médico guanajuatense como profesor y director, como político y militar y en su quehacer cotidiano como médico.
El presente libro es de suma importancia para los investigadores interesados en el Establecimiento de Ciencias Médicas, un plantel que tantos mitos ha creado y del que tan poco se sabe con certeza.
Contenido
1. Primeros estudios. 2. Carrera docente. 3. Carrera político-militar. 4. Labor como director. 5. El año del cólera. 6. Significado histórico del Establecimiento. 7. Publicaciones. 8. Sociedades a las que perteneció. 9. Muerte del Dr. Liceaga. 10. Obras consultadas. 11. Documentos facsimilares.
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III. CÓMO VIO EL DOCTOR MANUEL EULOGIO CARPIO LA MEDICINA CIENTÍFICA EN EL MUNDO Y QUÉ HIZO POR ELLA
CUANDO Laennec era profesor de medicina clínica en el hospital La Charité —eso sucedía por 1822—, dice Roger Kervran en su libro Laennec, médicin breton que entre los alumnos extranjeros se encontraba un mexicano. ¿Quién era este colega que tan pronto aprendió a utilizar el estetoscopio (eso esperamos), nada menos que de manos y oídos de su inventor? Cuando haya la ocasión, consultaré la ficha de los archivos de Laennec en que se habla de los alumnos extranjeros (catálogo preparado por Boulle et al.); tal vez entonces pueda contestar la pregunta que por ahora se queda en el aire.
De lo que sí estamos seguros, es de que en 1823 el médico veracruzano Manuel Eulogio Carpio (1791-1860), entonces simple bachiller, traduce al español y publica en un curioso (por el tamaño) librito, el artículo Pectoriloquo, que apareció en el tomo cuarenta del Diccionario de ciencias médicas publicado en 1819 en París, es decir, el mismo año en que vio la luz la primera edición del tratado de Laennec sobre la auscultación mediata y las enfermedades del pecho. El doctor José Joaquín Izquierdo dio a conocer en facsímil dicha obrita (UNAM, 1956).
Manuel Eulogio Carpio Hernández nace el primero de marzo de 1791 en Cosamaloapan, Veracruz, y muere en la ciudad de México el 11 de febrero de 1860. Es el octavo hijo de José A. Carpio, comerciante en algodón, y de Josefa Hernández, dama de las buenas familias del puerto de Veracruz.
Cuando Manuel Eulogio tiene cinco años muere su padre, al parecer dejando a la familia en no muy buena situación económica. No sé cuánto le sobrevive la madre, ni qué fue de los otros hijos. Lo único que dicen los biógrafos de Manuel Eulogio, es que "al salir de la niñez se encontró sin más abrigo que el amor maternal y sin esperanza de otra cosa en el mundo que lo que pudiera él alcanzar por sus merecimientos".
Dichos merecimientos se empiezan a ver en el Seminario Conciliar de Puebla donde estudia latinidad, filosofía y teología. José Jiménez, profesor de la última materia, le cobra particular aprecio y le abre su biblioteca. Ahí se despertó o acrecentó su gran afición a la lectura, "que es uno de los signos del talento", dice su biógrafo Bernardo Couto.
Carpio va para cura; "mas entonces tenía ya ideas tan elevadas de la santidad del sacerdocio y se reputaba a sí propio tan poco digno de ejercerlo, que resolvió tomar por otro camino . Este camino fue el del derecho, en el que tampoco se siente a gusto. Entonces cae en la medicina, no obstante lo desprestigiada que estaba esta profesión, asunto del que más adelante hablaremos.
Más que medicina, lo que realmente empieza a estudiar Carpio es cirugía, que por aquel tiempo era una rama aparte. Lo hace en el hospital de San Pedro de Puebla, nosocomio del que tenemos la información que nos ha proporcionado el doctor José Joaquín Izquierdo en su libro Raudón, cirujano poblano.Si la enseñanza de la cirugía era mala en el Hospital Real de Naturales de la capital de la Nueva España, peor estaba en el hospital de San Pedro de la Angelópolis. Mas quien tiene verdaderos deseos de aprender se las ingenia para llevar adelante sus propósitos. Tal cosa hizo el joven Manuel Eulogio; se asoció con otros estudiantes y juntos formaron una academia privada para estudiar medicina, siguiendo el procedimiento que ahora llamamos de autoaprendizaje. Son los tiempos de los "actos públicos", eventos donde se luce lo aprendido. Carpio y compañía hablaron de fisiología en su primer acto público, el cual dedicaron al obispo de Puebla, don Antonio Joaquín Pérez, personaje que será decisivo en la carrera médica de Manuel Eulogio.
La fisiología sería una de las disciplinas preferidas de Carpio; fue la materia con la que se estrenó como profesor en el Establecimiento de Ciencias Médicas, que abriera sus puertas en 1833. Decían que se sabía de memoria el texto de Magendie.
Al parecer hubo otros ejercicios o actos públicos semejantes al de fisiología, los cuales "llamaron mucho la atención en una ciudad donde eran del todo nuevos". Lo importante para Carpio y para la medicina nacional fue que el Protomedicato, "por los informes de su delegado" en Puebla, expidió a los sustentantes de dichos eventos títulos de cirujanos latinos.
Ya para entonces —quizá desde aquel primer acto público donde se habló de fisiología, o tal vez desde antes—, Carpio gozaba de los favores del obispo Antonio Joaquín Pérez. Éste lo beca para que venga a la ciudad de México a cursar los estudios de medicina. Por los veintes se gradúa de bachiller en medicina en la Universidad, y en 1832 obtiene el título de
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