Caballo De Troya
Enviado por villamy • 11 de Mayo de 2013 • 2.782 Palabras (12 Páginas) • 531 Visitas
Índice
EL DIARIO (Segunda Parte)
9 de Abril, Domingo (Año 30)
10 de Abril, Lunes
11 de Abril, Martes, al 14, Viernes
14 de Abril, Viernes
16 de Abril, Domingo
... Y a las 03.30 horas, después de besar el suelo rocoso de la cripta, abandoné el huerto de José de Arimatea. Los soldados de la fortaleza Antonia continuaban allí, desmayados, como mudos testigos de la más ensacional
noticia: la resurrección del Hijo del Hombre.
A las 05.42 horas de aquel domingo "de gloria", 9 de abril del año 30 de nuestra Era, el módulo despegó con el sol. Y al elevarnos hacia el futuro, una parte de mi corazón quedó para siempre en aquel "tiempo" y en aquel Hombre a quien llaman Jesús de Nazaret.”
Así, con estas frases, finaliza mi anterior libro Caballo de Troya. Quienes lo hayan leído recordarán quizá que, en el relato del mayor norteamericano, se adelanta lo que el propio Jasón denomina un segundo “viaje” en el tiempo.
Pues bien, la presente obra recoge esa nueva y no menos fascinante aventura, interrumpida en las líneas precedentes por razones puramente técnicas: el volumen de la documentación era tal que fue preciso dividirlo, al menos, en dos partes.
Hecha esta puntualización, antes de proceder a la transcripción de esa segunda fase del diario, entiendo igualmente que es mi deber dejar aclarado otro par de asuntos.
Primero: no sería honrado animar al lector a continuar la lectura del presente trabajo si antes no ha tenido la oportunidad de leer Caballo de Troya.
Me explico. Dado que lo que aquí se va a exponer forma parte de un todo –el diario del mayor-, con un entramado que depende en buena medida de lo ya expuesto en Caballo de Troya, el lector que se enfrentase a este volumen ignorando el ya publicado, se situaría -sin querer- en inferioridad de condiciones a la hora de comprender muchos de los detalles técnicos, planteamientos, objetivos y sucesos registrados en la llamada Operación Caballo de Troya. Todo ello me obliga, en suma, a sugerir al lector que, si no conoce mi anterior obra, aplace la lectura del libro que tiene en las manos.
Segundo: dada la naturaleza de los hechos y afirmaciones vertidos en los 150 folios que constituyen esta forzada segunda parte del diario, me atrevo a recomendar a los lectores cuyos principios religiosos se encuentren irremisiblemente cristalizados en la más pura ortodoxia que, de igual forma, renuncien a la presente información. Aunque tales sucesos y apreciaciones sobre la infancia de Jesús de Nazaret, así como sobre las apariciones del Maestro de Galilea después de su muerte y resurrección, han sido tratados por el autor del diario con un absoluto respeto, algunas de las revelaciones son –en mi humilde opinión- de tal magnitud que los espíritus poco evolucionados o de estrecha visión podrían sentirse heridos o, cuando menos, desorientados.
Para aquellos, en cambio, que permanecen en la difícil senda de la búsqueda.de la Verdad, los sucesivos descubrimientos que irán apareciendo ante ellos –estoy firmemente convencido- contribuirán a enriquecer su alma y a comprender mejor la figura, el entorno y el mensaje del Hijo de Dios.
Éstos, y no otros, han sido y son mis objetivos al escribir ambos libros.
Hechas estas aclaraciones, entremos ya de lleno en esta última parte del diario
del mayor.
El diario
(Segunda Parte)
0055 horas y 43 minutos
Sesenta segundos después del despegue, el ordenador central -nuestro querido Santa Claus- respondió con su habitual eficacia y minuciosidad, estabilizando la “cuna” en la cota prevista (800 pies) para el inmediato y delicado proceso de “inversión de masa” de la nave que debería trasladarnos a nuestro tiempo: al siglo XX. Más exactamente, al 12 de febrero de 1973.
Eliseo y yo cruzamos una significativa mirada. Absorbidos en los preparativos para el despegue, mi hermano en aquel primer “gran viaje” y quien escribe, apenas si habíamos tenido ocasión de comentar mis últimas y desgarradoras experiencias al pie de la cruz y en las tensas horas que precedieron al amanecer del domingo, 9 de abril del año 30. Cuando, al fin, hacia las 04 horas abordé el módulo, mi rostro debía ser tan elocuente que Eliseo se mantuvo en un respetuoso y prolongado silencio.
Y una vez más me sentí aliviado y agradecido por su exquisita delicadeza.
Recuerdo que, mientras procedía a desembarazarme de las sudadas y ya malolientes ropas que me habían ayudado en mi papel como mercader griego, mi compañero, por propia iniciativa, puso en marcha la grabación registrada durante la llamada “última cena”. (Como ya indiqué en otro momento del presente diario, yo no había tenido ocasión de escucharla.) Y en silencio, hasta las 05 horas, ambos nos dejamos arrastrar por la voz del rabí de Galilea: dulce, firme y majestuosa. Conociendo, como conocíamos, toda la dimensión de la tragedia que acababa de producirse, los consejos y recomendación de Jesús a sus íntimos aparecieron ante mí con una fuerza y luminosidad indescriptibles.
Como creo haber insinuado ya anteriormente, excepción hecha de Juan, el Evangelista, el resto de los escritores sagrados no acertaría a transcribir con fidelidad ni los hechos ni el sentido de aquella memorable cena de despedida.
Pero debo dominarme. Es necesario que sepa controlar mis emociones y el caudal de sucesos que se agolpa en mi cerebro y, en beneficio de una mayor claridad, proseguir mi relato bajo el más estricto orden cronológico. Espero que aquellos que lleguen a leer mi legado sepan comprender y perdonar mis continuas debilidades y torpezas...
A partir de las 05 horas -a 42 minutos del alba-, Eliseo y yo, enfundados en los reglamentarios trajes espaciales, nos entregamos en cuerpo y alma a una exhaustiva revisión de los equipos, prestando una especialísima atención a la fase crítica de despegue. Aunque, como ya señalé en su momento, los técnicos
del proyecto habían programado el mencionado despegue, posterior “estacionario” de la nave y retorno de los ejes del tiempo de los swivels de forma automática, una punzante y lógica duda nos mantenía en tensión. ¿Y si
fallaba cualquiera de las delicadas maniobras ya citadas? ¿Qué sería de nosotros?
Probablemente fue esta temporal pero creciente excitación la que me rescató en aquellos momentos de la profunda angustia que había anidado en mi corazón a raíz de los once y agitados días que había vivido en aquel Israel del año 30. Una angustia -lo adelanto ya- que me marcaría para siempre...
05 horas y 41 minutos...
El computador central, de acuerdo con lo programado, accionó electrónicamente el
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