Cartografia De Riesgo
alex0107201310 de Junio de 2014
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REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
MINISTERIO DEL PODER POPUPALR PARA LA EDUCACION UNIVERSITARIA
ALDEA UNIVERSITARIA ANA DE ZAMBRANO ROA.
MISION SUCRE
GUANARE ESTADO PORTUGUESA
Bachilleres:
Ana Viera C.I: 13 604 658
Damarys la Cruz C.I: 19944463
Yuri Mujica C.I: 22102383
Yury Morillo C.I: 24 021 625
Delvismar Villegas C.I: 26 188 613
Guanare, Mayo 2014
INDICE
INTRODUCCION …………………………………………………………………
Antecedentes Importantes ………………………………………………………
Pertinencia Social de los Estudios de Riesgos como Consecuencia del Proceso de Comunicación ………………………………………………………
Actores Sociales que Participan en una Gestión de Riesgo y el Proceso de Comunicación Entre Ellos …………………………………………………...
Producción y Transferencia de la Información en la Etapa de la Evaluación del Riesgo …………………………………………………………...
Aspectos de la Evaluación del Riesgo que Pueden Propiciar la Creación de Barreras en la Comunicación del Mismo …………………………………..
El primero de estos aspectos está relacionado con la dificultad de trabajar en equipo por la complejidad de los estudios de riesgos.
El segundo de estos aspectos se relaciona con lo poco predecible de las amenazas por fenómenos naturales.
El tercero de estos aspectos se relaciona con la ausencia de interfaces que comuniquen a la investigación con los problemas reales de la población y con las autoridades que deben tomar las decisiones pertinentes a la prevención y mitigación de los riesgos.
El cuarto aspecto se relaciona con la ausencia de un organismo que lleve la investigación a objetivos específicos, y conduzca el proceso de transferencia de la información en forma adecuada y oportuna.
INTRODUCCION
La sensibilización de la población como actor fundamental en la prevención de los desastres ocasionados por la ocurrencia de fenómenos naturales, está relacionada a un proceso de información complejo y sostenido en el tiempo, asumido como parte de una gestión de riesgos, en el cual existe una etapa importante que se refiere a la capacitación de la comunidad en el ejercicio de proteger su propia vida, para que actúe con conocimiento individual del riesgo al que está sometido y del comportamiento grupal que debe asumir en forma armónica y coordinada con su entorno físico, familiar, vecinal y con los representantes institucionales que tienen que ver con el manejo de los riesgos en todas sus dimensiones. Kuroiwa (2002) hace mención a este planteamiento al establecer que El lineamiento clave para promover una Cultura de Prevención ante los desastres y reducción del riesgo estriba en la organización espontánea de la población capacitada y consiente de las actitudes a tomar y acciones a ejecutar para la reducción del riesgo en sus diferentes momentos: prevención, mitigación, emergencia, rehabilitación, recuperación y reconstrucción.
En todos los programas integrados para la prevención y mitigación del riesgo se contempla una actividad fundamental que se refiere a la información pública, en la cual se trasmite a la comunidad, las medidas de protección que deben tomarse para preparar y sensibilizar a la población al respecto. Se trata de hacer llegar a todos los niveles de la educación la información apropiada en relación a la severidad de la amenaza y al comportamiento que deben asumir las personas, en el marco de un plan integrado de emergencia, para la salvaguarda de sus vidas y sus bienes.
Transmitir la información, que la misma llegue al público y que éste se sienta preparado para responder en concordancia con los actores que toman las decisiones al respecto, es un proceso complejo que depende, no sólo del hecho de difundir la información de manera oportuna, sino también de las características culturales, económicas, sociales, sicológicas y religiosas que condicionan la capacidad de respuesta de la comunidad. La percepción del riesgo, por parte de la población, está muy influenciada por estas características y, en la mayoría de los casos, propician la idea de que el peligro a que pueden estar sometidas no representa una verdadera amenaza, lo cual, puede ser reforzado por la incertidumbre del momento en que se producirá el fenómeno, la no credibilidad de la severidad del mismo, la esperanza de no ser afectado, a pesar de saber que muchos lo serán, y la aceptación resignada por adjudicarle la ocurrencia de un fenómeno peligroso a la decisión de una voluntad Divina o a un castigo de la Naturaleza.
Diseñar una estrategia de comunicación de riesgo que genere un compromiso permanente con la comunidad, y que permita a la misma obtener el conocimiento para poder participar en la toma de decisiones relacionadas con el manejo de los riesgos, es fundamental. El proceso de comunicación debe ser parte de la gestión de riesgos y debe ser un proyecto multidisciplinario en el cual participen especialistas en riesgos, en comunicación, en psicología, en sociología, entre otros, para desarrollar una metodología que permita retroalimentar el proceso y garantice que la información transmitida, se reciba y se interprete de la forma esperada, con la conciencia de la importancia que ello significa al momento de proteger la vida.
Antecedentes Importantes
La designación del período comprendido entre 1990 y el 1999 como el Decenio Internacional para la Reducción de Desastres Naturales (DIRDN), por parte de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), fue un hecho fundamental que promovió una efectiva participación de todos los actores de la comunidad internacional, involucrados en el tema de mitigación y prevención de riesgos. Todas las organizaciones de financiamiento a nivel mundial estimularon la presentación de proyectos de carácter ambiental que consideraran la variable riesgo en su contenido. En esa década se produjo, lo que muchos especialistas denominaron como una gran cadena mundial de solidaridad científica y humanística (Kuroiwa, 2002), que permitió reunir experiencias e intercambiarlas; además, diagnosticar la situación real de la prevención de los desastres naturales y establecer conclusiones importantes, las cuales permitieron identificar las debilidades que han impedido o limitado, en el mundo, el desarrollo permanente de una verdadera cultura sobre la prevención y mitigación de los mismos.
Una de las conclusiones más importantes, que surgió como denominador común de todas las reuniones técnicas convocadas durante este decenio, fue la de reconocer que la parte más débil en la gestión de desastres estaba relacionada con la difusión de los conocimientos para la reducción de los mismos (Kuroiwa, 2002).
El sector que puede ser afectado, el que motiva verdaderamente una evaluación del riesgo, no es el protagonista en la elaboración de los planes de prevención. En la mayoría de los estudios de riesgo por amenazas naturales se ha hecho mucho énfasis en la investigación de los aspectos físicos relativos a la amenaza, relegando la parte correspondiente a la vulnerabilidad social. Para el siglo XXI la nueva tarea es lograr, no solamente una población informada acerca de los riesgos y peligros naturales a los cuales puede estar sometida, sino también, sensibilizada al respecto, participativa, protagonista y corresponsable en la protección de sus vidas y sus pertenencias, ante la ocurrencia de un evento catastrófico. Como lo sugiere Kuroiwa (2002), menos asistencialismo y más promoción de la participación total de la población.
De las reflexiones anteriores surgió la necesidad de nuevos programas para la reducción de los desastres, enfocados a la difusión masiva de conocimientos al respecto y, una vía fundamental para ello sería a través de la educación para todos los niveles del aprendizaje formal.
En 1996 se realizó en la Universidad Internacional de Florida, el Primer Congreso Hemisférico sobre Reducción de Desastres y Desarrollo Sostenible, en el cual participó la Fundación de Edificaciones y Dotaciones Educativas (FEDE), oficina adscrita al Ministerio de Educación, Cultura y Deportes de Venezuela para ese momento, que permitió establecer las bases para la instalación de un comité (adhoc) para un Programa Hemisférico de la Reducción de Desastres del Sector Educativo a los Riesgos Naturales, quedando Venezuela como sede para el primer encuentro. Efectivamente, Caracas fue la ciudad escogida para la realización de la primera y segunda Conferencia Hemisférica, realizadas en septiembre de 1997 y octubre de 2000, respectivamente.
Este programa, creado por la OEA y auspiciado por varios organismos internacionales, fue denominado Plan Hemisférico de Acción para la Reducción de la Vulnerabilidad del Sector Educativo a los Desastres Socio-naturales (EDUPLAN Hemisférico), cuyos objetivos fundamentales se centraron en desarrollar tres áreas de trabajo: aspectos de la revisión curricular a fin de incluir en los diferentes niveles educativos (básica, media y universitaria) información sobre los fenómenos que pueden causar riesgo y las medidas para prevenirlos o mitigarlos;) capacitación de la ciudadanía a través de programas y campañas de información masivas, auspiciados por las instituciones públicas y privadas, y adecuación de
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