Caso Hospital Corazón Remendado
Enviado por dwdwdwdwdwdwd • 23 de Septiembre de 2022 • Trabajo • 3.550 Palabras (15 Páginas) • 63 Visitas
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GERENCIA DE COMPRAS & ABASTECIMIENTO (IN 155)
Profesor:
Jorge Alfredo Salas Schwarz
Integrantes:
1) Ariza Benancio, Heidi Karina - U201917009
2) Figueredo Huaranga, Sahayuri - U201913442
3) Taipe Valera, Silvia Mariluz - U201817263
4) Trujillo Castillo, Elvis Renato- U201812355
5) Yarleque Ayala, Carlos Jeanpeare - U201726137
Caso Hospital Corazón Remendado * (Víctor Tateishi Saito)
El hospital Corazón Remendado es un establecimiento público ubicado en la ciudad de Lima, pertenece a la red del Ministerio de Salud y es dirigido desde hace 18 meses por el Doctor Pedro Tejero.
El Sistema Nacional de Salud opera con diversos hospitales del ámbito nacional cuyo manejo se encuentra descentralizado en el aspecto operativo, pero centralizado administrativamente. En la sede central funcionan todas las áreas de apoyo a la gestión, como Finanzas, Contabilidad, Logística, Servicios Generales, Imagen Institucional, entre otras. Cada hospital cuenta con una pequeña área de administración que depende organizacionalmente de su propia dirección, pero funcionalmente de la sede central.
Un día acudieron a este hospital los esposos Jorge Ro Hart y Estela de Ro. El señor Ro solicitó atención médica porque manifiesta cansarse muy rápidamente, respirar con dificultad y sentir un dolor sordo que se extendía desde el pecho hasta el brazo izquierdo. El médico especialista que lo atendió, luego de someterlo a diversas pruebas, diagnosticó que padecía de insuficiencia coronaria e indicó un procedimiento de cateterismo cardíaco para determinar con exactitud la gravedad de la lesión y poder prescribir el tratamiento adecuado.
Días después, luego de analizar los resultados de la prueba mencionada, el médico concluyó en la necesidad de una intervención quirúrgica para solucionar la obstrucción de las arterias coronarias. Cómo es obligatorio en estos casos, los médicos conversaron con el paciente y su esposa sobre los riesgos que implicaba una operación de esta naturaleza. Les informaron que debían autorizar la operación por escrito, pero que, dados los avances tecnológicos con que contaba el hospital y las técnicas modernos adquiridas por los cirujanos durante su vasta experiencia, la intervención podía ser calificada como de rutina. Confiados en las palabras de los galenos, los esposos Ro firmaron los documentos correspondientes.
De inmediato se inició la preparación del paciente, con la premura y el celo que el caso ameritaba. Llegaba la fecha fijada, el señor Ro fue operado con éxito; los resultados fueron óptimos y no hubo complicaciones. No obstante, esa misma noche, estando en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), el paciente presentó súbitamente una hemorragia profusa –
un punto de sutura se había soltado -, por lo que tuvo que ser intervenido de nuevo. Una vez resuelto este problema, regreso a la UCI.
Lamentable, durante el proceso postoperatorio al paciente se le infectó la herida del pecho. El cirujano responsable y jefe del departamento de Cirugía Cardiovascular, doctor Tomás Tomo, ordenó una curación dos veces al día.
Mientras tanto, la señora Ro empezaba a angustiarse. Como los médicos dijeron que la operación era de rutina, había pensado que en un par de días su esposo estaría reparado e instalado en su habitación, donde ella podría cuidarlo y atenderlo. Sin embargo, permanecía en la UCI, y lo peor de todo, nadie le decía hasta cuándo ni por qué.
Transcurrido el segundo día del postoperatorio, y al no recibir información concreta por parte de los médicos y profesionales del área, increpó duramente a las enfermeras de la estación. Quería noticias de su esposo, pero lo único que consiguió fue que uno de ellas le dijera: “Ha tenido una infección en la herida, pero no se preocupe, su marido está en buenas manos”.
La señora Ro permanecía largas horas en el hospital, junto a la puerta de la UCI. Esperaba poder conversar, aunque solo fuera unos instantes, con los médicos que, supuestamente, atendían a su esposo, pero estos siempre tenían mucha prisa, apenas se detenían cuando ella intentaba abordarlos y le respondían con frases evasivas. Una tarde vio a dos jóvenes, al parecer estudiantes, salir de la UCI a paso rápido y escuchó, casi sin querer, que uno le decía al otro: “¡Es el colmo, no hay gasas, ni equipos de curación para atender a los pacientes!”.
La frase oída al descuido la sumó en la desesperación. “Dios – se dijo a sí misma – no hay con qué atender a los pacientes, Jorge allí dentro”. Sospechaba que quizá su esposo no estaba recibiendo la atención debida porque el hospital carecía de las medicinas adecuadas y temía que nunca saldría de allí. Cansada de insistir e indignada porque a nadie parecía importarle su situación, decidió enviar una carta en la que expondría su reclamo y exigía una respuesta.
La carta, dirigida al jefe del departamento de Cirugía Cardiovascular del hospital, el doctor Tomás Tomo, fue dejada en la Mesa de Partes y tardó varias horas en llegar a manos de su destinatario. Este, que normalmente revisaba su correspondencia el mismo día de recibida, leyó la carta de la señora Ro con creciente fastidio y temiendo consecuencias peores. “¿Por qué siempre tenemos que llegar a situaciones críticas antes de empezar a preocuparnos se dijo, de inmediato decidió poner el hecho en conocimiento del director del hospital? Adjunto a esta nueva carta la escrita por la señora Ro y despacho ambas.
Han transcurrido 17 días desde que la señora Ro presentó su reclamó y hasta ahora no obtiene respuesta. Hace unos minutos, el jefe del Departamento de Cirugía Cardiovascular ha recibido fotocopias de la carta de la 187-DIR_HCR, con proveído de la Gerencia General (sellos de la Oficina de Relaciones Públicas, Asesoría de la Gerencia General, Gerencia Central de Logística y Asesoría Legal). Se las han enviado para exigirle una explicación de por qué no hay gasas ni equipos de cirugía. Sorprendido, el doctor Tomo ha acudido al despacho del director del hospital y le ha mostrado los documentos (Ver anexos).
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