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Charles Darwin


Enviado por   •  24 de Noviembre de 2011  •  5.007 Palabras (21 Páginas)  •  813 Visitas

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DARWIN, Charles Robert

The descent of man and selection in relation to sex (castellano: “El origen del hombre”)

1. RESUMEN DE LA OBRA*

Capítulo I. Pruebas de que el hombre desciende de una forma inferior.

Darwin se propone demostrar en esta obra que el hombre es el descendiente modificado de alguna forma inferior. A esta conclusión llega tras pensar que las variaciones manifestadas en el hombre en cuanto a la conformación corporal, (enfermedades, embrión, órganos, etc.), y también intelectual, están sometidas a las mismas leyes de los animales inferiores. Así, por ejemplo, el hombre posee enfermedades comunes con algunos animales; igual sucede con ciertos parásitos que son comunes; el embrión humano es semejante al de otros animales; la similitud de los distintos miembros del cuerpo es bien notoria, etc.

Este primer capítulo se dirige a probar ciertas semejanzas entre el hombre y algunos animales: en la forma del esqueleto, sistema nervioso, enfermedades, órganos rudimentarios, etc.

Basándose en ellas, el autor concluye que “el hombre y todos los demás vertebrados han sido construidos según un mismo modelo general“ (p. 23); admite que todos ellos tienen un origen común, y niega la idea de que fuesen el producto de actos creativos separados. Y este es precisamente el núcleo de la argumentación científica de Darwin: dos cosas semejantes tienen un origen común; argumento enriquecido con una multitud de datos que en realidad sólo evidencian semejanzas entre los seres vivos de la naturaleza, pero que no necesariamente prueban un origen común.

Capítulo II. Facultades mentales del hombre y de los animales inferiores

Habiendo descubierto señales —que le parecen evidentes— de que el hombre, en su forma corporal, procede de una forma inferior, analiza ahora si a esa suposición se opone la considerable diferencia de las facultades mentales del hombre sobre las de los demás animales. Ante esto sostiene que entre el hombre y los mamíferos más elevados no hay ninguna diferencia fundamental (cfr. p. 25). Todas las facultades mentales son el resultado del desarrollo de instintos que se adquirieron por la selección natural de variaciones a partir de instintos más simples. Las causas por las que surgieron esas variaciones son desconocidas para Darwin. Este planteamiento equipara absolutamente al animal con el hombre en todos los aspectos, lo que posibilita que estén sometidos a las mismas emociones, que en el caso de los animales superiores son comunes a las del hombre: amor, orgullo, vergüenza, miedo, burla, etc.

Darwin estudia las facultades más intelectuales —imaginación, razón, etc.— y concluye que también existen en animales superiores. Reconoce que el lenguaje articulado es particular del hombre, pero admite que pudo haberse originado por evolución desde monos, a base de uso continuo de los órganos de la voz, a lo que habría ayudado el desarrollo del cerebro. El desarrollo del lenguaje habría perfeccionado la inteligencia. Por tanto, concluye, ninguna de las facultades intelectuales impide que el hombre se hubiera desarrollado a partir de una forma inferior.

Algunos autores distinguen al hombre de los animales por facultades como la conciencia, la personalidad, la abstracción, etc. Sin embargo, Darwin sostiene que los animales también poseen una forma de conciencia de sí mismos, pues son capaces, por ejemplo, de reflexionar sobre placeres pasados.

Analiza también en este capítulo la creencia en Dios, y piensa que, siendo indudable la demostración racional de su existencia, es erróneo pensar que “el hombre haya estado dotado primitivamente de la creencia en la existencia de Dios omnipotente“ (p. 51). Sin embargo, todas las razas tienen el sentimiento de la religión, entendida como creencia en agentes invisibles o espirituales, que habría

tenido origen —según Darwin— en los sueños, tras un desarrollo suficiente de facultades como la imaginación, la curiosidad, etc. Este sentimiento religioso aparece de modo semejante en los animales: Darwin recogió algunas opiniones en favor de esto, y la de un autor que sostuvo que el perro veía a su amo como a un dios. Así, “las mismas facultades mentales que han impulsado al hombre a creer primero en influencias espirituales invisibles, luego al fetichismo, al politeísmo, y finalmente al monoteísmo, le han arrastrado también a distintas costumbres y supersticiones extrañas“ (p. 54); éstas son consecuencias indirectas de las facultades más elevadas del hombre y “pueden ponerse al lado de los errores incidentales de los instintos de los animales inferiores“ (p. 55).

Capítulo III. Las facultades mentales del hombre y de los animales inferiores. (Continuación).

En este capítulo, el autor trata una cuestión muchas veces argüida como diferencia entre el hombre y los animales: la conciencia.

Darwin identifica la conciencia con la conciencia moral, y ésta con el sentimiento del deber; sostiene que ésta es la diferencia más importante para distinguir al hombre de los demás animales. Sin embargo, Darwin le atribuye una importancia relativa, pues sostiene que cualquier animal dotado de instintos sociales pronunciados podría haber adquirido un sentido moral. Para fundamentar esto, parte de que la sociabilidad es una característica del hombre también poseída por otros animales, y piensa que las líneas de conducta nacieron en los primeros antepasados del hombre a partir de sentimientos innatos de amistad y de simpatía fortalecidos por el hábito e iluminados con la luz de la razón. Así se alcanzaba, independientemente de la pena o del placer que produjeran los actos humanos, la conciencia del “deber”.

Darwin heredó de Kant la conciencia del deber, y le dio razón de ser a partir del proceso evolutivo: el sentido moral nació para la prosperidad de la comunidad (entendida no como felicidad general, sino como mayor producción de descendientes con facultades plenas), porque se deriva de los instintos sociales, que pueden ser innatos o adquiridos en parte. Los instintos sociales sirven de guía y están orientados a dominar las malas acciones (las contrarias al bienestar ajeno). El sentido moral originó el deseo de ayuda a los demás. Así el hombre llegó a estar sometido a reglas morales; las normas superiores están pues basadas “en los instintos sociales, y se refieren a la prosperidad de los demás; están apoyadas en la aprobación de nuestros semejantes y en la razón” (p. 79); “las inferiores (...) cuando arrastran a un sacrificio personal, se enlazan principalmente con el individuo en sí, y deben su origen a la opinión pública, cultivada por la experiencia” (pp. 79-80). Conforme el hombre se une a otras comunidades mayores, la razón indica que debe extender sus instintos sociales

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