Charles Darwin
Enviado por drupercito • 11 de Septiembre de 2011 • 2.230 Palabras (9 Páginas) • 923 Visitas
Charles Darwin (Shreswsbury 1809-Down 1882):
Creador, en colaboración con Alfred Russel Wallace, de la teoría de la selección natural. Era nieto de Erasmus Darwin, notable escritor científico, e hijo del Dr. Robert Waring Darwin. Perdió a su madre, hija del famoso ceramista Josiah Wedgewood, cuando sólo contaba 8 años. Estudió en Edinburgo y, en los años 1827 a 1831, en el Christ College de Cambridge. En 1831 embarcó como naturalista en la expedición científica a bordo del Beagle. Tardó casi veinte años en acabar El origen de las especies por selección natural, puesto a la venta en 1859. Constituyó una verdadera revolución científica. Contradecir las sagradas escrituras le valió numerosas y encendidas críticas por parte del clero y de la mayoría de biólogos de la época, que defendían que las especies eran grupos fijos y eternos ordenados por Dios. Su otras investigaciones entre las que figura la formación de arrecifes de coral, quedaron eclipsadas ante sus aportaciones a la ideas evolucionistas.
El viaje a bordo del Beagle (1831-1836):
En 1831 fue nombrado naturalista a bordo del hermoso bergantín Beagle en un viaje que duró cinco años por ambas costas de Sudamérica, Galápagos, Tahití, Nueva Zelanda, Australia, Tasmania, isla de Keeling, Mauricio, Brasil y las Azores. Obtuvo el puesto gracias a las gestiones de su profesor de botánica en Cambridge, el reverendo John Stevens Henslow, quien le había hecho ver la importancia de las observaciones científicas detalladas, minuciosas e ininterrumpidas.
"Le he señalado que eres la persona más indicada de cuantas pueden estar dispuestas a aceptar tal cosa. No se lo he dicho porque te considere un naturalista consumado, sino por el hecho de que estás perfectamente capacitado para recoger, observar y anotar todo lo que merezca la pena en el campo de la Historia Natural. No tengas dudas ni temores sobre tu capacidad, pues te aseguro que, en mi opinión, eres la persona que están buscando". (Henslow. Carta a Darwin)
El HMS Beagle zarpó de Plymouth al mando del capitán FitzRoy el 27 de diciembre de 1831. Una fuerte tempestad les obligó a regresar y refugiarse en el mismo puerto. La misión consistía en completar el estudio de las costas de la Patagonia y la Tierra del Fuego que el capitán King había iniciado entre 1826 y 1830. Debía cartografiar las costas de Chile, Perú y algunas islas del Pacífico y llevar a cabo un serie de observaciones cronométricas. El 19 de agosto de 1836 partió hacia el Este desde Brasil. Después de hacer escala en Cabo Verde y las Azores, el Beagle arribó a las costas de Inglaterra el 2 de octubre de 1836.
Las islas Galápagos:
En esta inhabitadas islas del Pacífico, muy distantes de las costas de Sudamérica, se sorprendió al descubrir lagartos gigantescos, supuestamente extinguidos, desmesuradas tortugas, cangrejos descomunales, gavilanes sin malicia que se dejaban derribar de un árbol con una vara y tórtolas amistosas que se posaban sobre el hombro del perplejo Charles. Al cambiar de una isla a otra, aunque el clima y la geología no variaban, la fauna era inexplicablemente distinta. Parecía que el Creador había actuado con caprichosa e inútil versatilidad en cada uno de aquellos pequeños territorios. Sospechaba que el medio en el que se desenvuelve la vida permite, de forma implacable, sobrevivir solamente a los más aptos.
Sus observaciones geológicas sobre los arrecifes de coral fueron recogidas en varios libros. El viaje fue decisivo porque orientó definitivamente su vida y su actividad por el camino de la ciencia. Diez años después de su viaje publicó sus experiencias del mismo. En 1839 aparecía su Journal, que, al igual que su obra anterior A Naturalist's Voyage Round the World in H.M.S. Beagle se haría clásica como libro de viajes. Su capacidad de trabajo fue considerable a pesar de los daños que causaron a su salud los rigores de su largo viaje. Fue superior al resto de sus contemporáneos en observar cosas que se escapan generalmente a la atención.
"Ha sido el acontecimiento más importante de mi existencia. A este viaje le debo la primera educación de mi carácter. Un verdadero entrenamiento porque tenía que dedicar la atención a diversas ramas de la historia natural y esto me obligó a mejorar y a intensificar mis facultades de observación". (Darwin)
Acalorada reacción ante sus ideas sobre la evolución:
Su doctrina sobre la selección natural, una de las varias teorías de la evolución, es quizá la más grande generalización científica del siglo XIX. En 1858, junto con Alfred Russell Wallace, presenta ante la Sociedad Linneana de Londres, la conclusión de que las especies no son inmutables. Se hacía forzoso revisar divinas razones que justifican la dignidad del hombre y su pureza originaria; la interpretación literal de la Biblia; y teorías científicas unánimemente aceptadas. La disputa adquirió caracteres épicos cuando se enfrentaron el obispo Samuel Wilbeforce y el joven biólogo Thomas Huxley en la Universidad de Oxford. El primero, en una concurrida reunión, preguntó insolentemente al científico: "¿Sostiene usted acaso que desciende de un mono por línea materna o paterna?" A lo que Huxley respondió impertérrito: "Preferiría descender de monos, tanto por línea paterna como materna, a descender de un hombre que abusa de sus brillantes dotes intelectuales para traer prejuicios religiosos a la discusión de asuntos acerca de los cuales no sabe absolutamente nada."
Deseos de visitar Tenerife:
Los paseos se complementaron con las excursiones. En una de ellas, Charles leyó en voz alta a sus venerables compañeros unas notas que había tomado del libro Narrativa personal de Alexander Humboldt. Mencionó con entusiasmo las maravillas de Tenerife. Henslow y sus amigos le replicaron bromeando que un día no muy lejano intentarían verlo con sus propios ojos. Al interés por la obra de Humboldt le siguió el de la Introducción al estudio de la Filosofía Natural de Herschel. Pero la idea de viajar a Tenerife no se le quitó de la cabeza. Llegó a contactar con un marino mercante de Londres para recibir información sobre la salida de barcos hacia aquella isla de sus sueños.
El paso por el golfo de Vizcaya y el cabo de Finisterre fue infernal y el pobre Darwin se mareó sin poder hacer nada por evitarlo. Una terrible desazón que le acompañaría durante todo el viaje. El 6 de enero de 1832 avistó su Tenerife de las maravillas. "¡Oh, desgracia!, estábamos preparándonos para largar el ancla a media milla de Santa Cruz cuando se acercó un barco y nos trajo una mala noticia. El cónsul ordenó que debíamos someternos a una cuarentena de doce días" El gozo en un pozo. El temor de las autoridades a que la tripulación del
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