Conferencia Inaugural (Sanataló)
Enviado por DiegoHerrera13 • 19 de Junio de 2015 • 5.566 Palabras (23 Páginas) • 137 Visitas
CONFERENCIA INAUGURAL: MATEMÁTICA'PARA NO MATEMÁTICOS’
PROF. LUIS A. SANTALO.
DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES (ARGENTINA)
La misión de los educadores es preparar a las nuevas generaciones para el mundo en que tendrán que vivir. Es decir, impartirles las enseñanzas necesarias para que adquieran las destrezas y habilidades que van a necesitar para desempeñarse con comodidad y eficiencia en el seno de la sociedad con que se van a encontrar al terminar el periodo escolar.
Por esto, como el mundo actual es rápidamente cambiante, también la escuela debe estar en continuo estado de alerta para adaptar su enseñanza, tanto en contenidos como en metodología, a la evolución de estos cambios, que afectan tanto a las condiciones materiales de vida, como al espíritu con que los individuos se van adaptando a las mismas. En caso contrario, si la escuela se descuida y sigue estática o con movimiento lento en comparación a la velocidad exterior, se origina un desfase o divorcio entre la escuela y la realidad ambiental, que hace que los alumnos se sientan poco atraídos por las actividades del aula y busquen adquirir por otros medios los conocimientos que consideren necesarios para comprender, a su manera, el mundo de la calle que perciben directamente o a través de los medios masivos de comunicación.
Como la educación informal de esos medios extraescolares sigue su curso de manera cada vez más fuerte, si la escuela se desentiende de ellos y piensa únicamente en una educación para un mundo ideal que se va alejando de la realidad, el resultado es lo que se ha llamado la paradoja de Ícaro, consistente en que los alumnos se irán apartando de las enseñanzas del maestro para creer más en el mundo simplificado de la ciencia ficción que encuentran en las historietas de las revistas o en las películas del cine o la televisión, con lo cual, al querer actuar en la sociedad se estrellarán lo mismo que Ícaro al ser derretidas por el Sol sus alas de cera, por falta de la base firme de un conocimiento organizado que precisamente es lo que la escuela les debe proporcionar.
Es decir, lo primero que deben tener los educadores es un buen conocimiento del mundo exterior y de su posible evolución en los próximos años, para luego ver cómo sus enseñanzas pueden ayudar a una mejor manera de actuar en el mismo, lo que será provechoso no sólo para los alumnos, futuros interesados, sino para el conjunto de toda la sociedad. El ideal sería que la escuela pudiera influir sobre ese mundo exterior para modelarlo según criterios bien estudiados científica y moralmente, pero en cualquier caso su conocimiento previo es indispensable y lo peor que se puede hacer es ignorarlo y seguir educando para un mundo cruzado con el real. Conviene, por tanto, analizar brevemente cómo es y cómo marcha ese mundo exterior.
No hay duda de que debido a los progresos científicos del siglo actual, los conocimientos del hombre de hoy son muy superiores a los de hace tan sólo pocas décadas. A través de la televisión, la radio y los satélites artificiales, hoy podemos ver lo que ocurre en cualquier lugar de la Tierra a miles de kilómetros de distancia, y a través de fotografías y diagramas enviados por sondas que viajan en el espacio, podemos también ver objetos de otros planetas y analizar fenómenos procedentes de estrellas o nebulosas situadas a miles de millones de kilómetros de nosotros. Por el otro extremo del infinitamente pequeño, los físicos tienen elementos para medir y registrar magnitudes atómicas de millonésimos de milímetros y también tiempos de millonésimos de segundos. Entre los dos extremos, al nivel del hombre, se dispone de dispositivos que permiten ver sobre una pantalla cualquier detalle del corazón, del cerebro o de una parte cualquiera del cuerpo humano, órganos hasta hace poco tiempo inobservables. Por otra parte, los radiotelescopios permiten registrar sonidos procedentes de espacios remotos, como una ampliación inmensa de nuestras posibilidades auditivas. Parecería que la armonía de los mundos o la música de las estrellas de que hablaba Kepler (1571-1630) y que según él se podían captar por la razón, pero no por los oídos, actualmente se pueden captar a través de esos especiales audífonos de que dispone la moderna astronomía. Incluso el radio de acción, hasta donde es posible prender con las manos, ha aumentado fuera de todo el límite con los actuales robots capaces de llegar y traernos materiales de otros planetas.
Todas estas posibilidades hacen que para su actuación en el mundo y para aumentar su conocimiento, el hombre de hoy disponga de una plataforma básica y de unos depósitos culturales mucho más poderosos de los que tenía el hombre griego y aún el hombre de principios de siglo. En los mismos quehaceres diarios, comunicaciones de hoy sobrepasan en velocidad y distancia a lo imaginable unas décadas atrás y los ordenadores actuales permiten almacenar y suministrar información en cantidad y rapidez que han vuelto obsoletas las bibliotecas y demás fuentes de información tradicionales.
El problema está en decidir cómo educar para ese hombre informático, que tiene tan poderosas bases y tan grandes posibilidades y que se va adaptando a una tecnología que le permite potentes y variadas maneras de accionar, pero que le exigen también distinto comportamiento y distinta preparación en sus habilidades y destrezas. La vida se ha vuelto más difícil y la escuela debe evolucionar para preparar individuos con capacidad para actuar en este mundo complejo y diversificado.
No se trata de que al incorporar a su manera de vivir una técnica refinada de la que ya no podrá prescindir, el hombre se vaya robotizando, pasando a ser una máquina que actúa por reflejos programados. Es seguro que el hombre conservará siempre el aliento que le infundió su creador y seguirá teniendo un alma y un espíritu, con sus sentimientos, sus miedos, sus pasiones y sus creencias, tal vez distintas de las actuales pero igualmente rectoras de su conducta y que igualmente hay que considerar y tener presentes en todo sistema educativo.
De la misma o análoga manera a como Platón, cuatro siglos antes de nuestra era, trataba de diseñar cómo debía ser la enseñanza para los futuros dirigentes de su República. Los educadores de hoy deben plantearse el problema de cómo educar al hombre de estos fines del segundo milenio, para que pueda entrar con buen pié y justificado optimismo en el tercero, lleno de incógnitas pero también de esperanzas.
En cuanto a la matemática se refiere, Platón expone buenas razones para prescribir como primeras las enseñanzas del cálculo y la geometría, observando que "ningún arte y ningún conocimiento pueden prescindir de la ciencia de los números y que hay una diferencia absoluta entre el que es versado
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