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Constructivismo En Decadencia


Enviado por   •  4 de Noviembre de 2012  •  4.334 Palabras (18 Páginas)  •  482 Visitas

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El constructivismo en decadencia. De cómo fracasa su práctica pedagógica

José Fernando Ocampo T.

Gracias a la autonomía escolar consagrada en la Ley General de Educación de 1994 y a la libertad de cátedra introducida en la Constitución del 91, no ha resultado posible que el Ministerio de Educación imponga el constructivismo en la educación colombiana como lo hizo con el conductismo en décadas pasadas. Sin embargo, los Gobiernos no desaprovechan reunión, directriz, resolución, decreto y el poder oficial para transgredir la autonomía, quebrantar la libertad de cátedra, malinterpretar las normas y violentar la práctica pedagógica de las instituciones y de los maestros convirtiendo en obligatorias la teoría y la práctica constructivistas.

No es casual esta política gubernamental de forzar una práctica pedagógica constructivista. En las condiciones actuales de la globalización imperialista, de la apertura económica, de la dictadura del mercado, del empequeñecimiento del Estado y de las privatizaciones, no podría esperarse algo diferente. Educación y evaluación por competencias, promoción automática, indicadores de logros estilo resolución 2343, currículo por proyectos y problemas, evaluación cualitativa descriptiva (1), constituyen prácticas apropiadas a una política económica de dominación y ajustadas a intereses políticos estratégicos sobre el desarrollo de los países. Resulta ingenuo tratar de convencerse de que los ingentes esfuerzos de un gobierno como el colombiano por imponer una determinada forma de educación son neutrales, no tienen relación con el mundo circundante y no obedecen a propósitos detalladamente diseñados.

Igual que el conductismo, el constructivismo es una teoría omnicomprensiva desde la epistemología hasta el aula de clase y con extrapolaciones a la concepción de la sociedad y del Estado. En epistemología es idealista, en pedagogía es populista y anarquista, en concepción de la sociedad es participativista, en economía es aperturista y en política internacional defiende el poder del mercado globalizante.

Sobre el conocimiento: la confusión idealista

En el proceso de enseñanza aprendizaje el problema del conocimiento adquiere una importancia fundamental. ¿Qué se enseña? ¿Qué se aprende? ¿Qué se requiere para el sistema productivo? ¿Qué se exige para una formación integral? En torno al conocimiento, el constructivismo posa y alardea de teoría pedagógica ultramoderna de vanguardia, descalificando sus contradictores como tradicionalistas y atrasados. Pero no es así. Se inspira en una filosofía del siglo XVII, el kantismo, para caer en un idealismo vulgar de baja sofistería con referencias a Heráclito de la filosofía griega del siglo IV antes de Cristo como modelo. Pero sorprende que Kant haya servido de base a la vez para el positivismo de un Popper o un Weber y a un constructivismo fundamentalista, su opuesto radical.

En la historia de la filosofía puntos de análisis como la esencia del conocimiento, su objetividad, su relación con el sujeto cognoscente, la naturaleza y la realidad, es decir, el papel del sujeto y el objeto, han sido recurrentes en todas las épocas. Desde Parménides y Heráclito, pasando por los clásicos Platón, Aristóteles, Descartes y Kant hasta Hegel, Feuerbach y Marx para llegar a los postmodernos, ha constituido siempre objeto del más agudo debate en torno a la ciencia, el mundo, la naturaleza, la sociedad y el ser humano.

Los constructivistas acuden a una especie de descreste con las más antiguas categorías del a priori, o que el objeto está determinado por el sujeto, o que no existen verdades absolutas, o que el conocimiento objetivo es absurdo, o que la ley de causalidad no funciona. Es decir, aquí no hay nada nuevo en el constructivismo (2). Dos puntos plantean, sin embargo, que aportan nuevos parámetros al debate, la aplicación de su idealismo vulgar en epistemología a la pedagogía y su fundamentación en la teoría del caos, de la catástrofe y de la complejidad. (3) En esencia, para ellos, el conocimiento se encuentra en tal grado de cambio permanente que resulta imposible adherirse a ninguna verdad en un momento determinado. Todo fluye, todo deviene, nada existe.

Para la pedagogía las consecuencias de este agnosticismo total son demoledoras. Por eso, no se puede enseñar nada, porque inmediatamente amenaza desaparición. Los estudiantes deben reducirse a una construcción subjetiva de algo que está en proceso de dejar de ser, de dejar de existir en el inmediato futuro. De ahí el desprecio olímpico por los contenidos en todas las disciplinas, desde las ciencias naturales hasta la historia y la geografía. De allí los malabares increíbles para diseñar un plan de estudios. De allí la tendencia a preferir estudiar problemas y no contenidos. Un problema es hoy y mañana no es. Así se comprende por qué las pruebas de competencias del nuevo ICFES dependen de las trampas del lenguaje y no del contenido de las preguntas. (4) Este relativismo y agnosticismo absolutos hace crisis cuando se considera la aplicación de las leyes físicas y químicas a la tecnología. Si no existieran conocimientos absolutos de la física, no podrían aplicarse al desarrollo tecnológico, desde la electricidad, el transporte, el sonido, la informática, la televisión, hasta la exploración del espacio. No existiría la aplicación del conocimiento científico al desarrollo tecnológico.

Resulta verdaderamente engañoso, desde el punto de vista teórico, que los constructivistas se parapeten en una sola dicotomía, el empirio-positivismo por un lado y el constructivismo por el otro y nada más, con el propósito de desorientar el debate. Ignoran que no son sólo esas las dos únicas tendencias históricas de la filosofía. ¿Por qué descartar el escolasticismo en sus diferentes versiones, el idealismo metafísico, el materialismo mecanicista, la dialéctica, el materialismo dialéctico, etc. para más dicotomías? Ni la concepción empirio-positivista ni las constructivista son las únicas que se plantean la problemática de las leyes de la naturaleza y de la sociedad. El materialismo dialéctico posee una amplia raigambre en el pensamiento, en la educación, en la política y en la sociedad. “La dialéctica—como ya explicaba Hegel—comprende el elemento del relativismo, de la negación, del escepticismo, pero no se reduce al relativismo. La dialéctica materialista de Marx y Engels comprende ciertamente el relativismo, pero no se reduce a él, es decir reconoce la relatividad de todos nuestros conocimientos, no en el sentido de la negación de la verdad objetiva, sino en el sentido de la condicionalidad histórica de los límites de la aproximación de nuestros conocimientos a esta verdad”. (5)

Para la práctica pedagógica, la de la enseñanza, el aprendizaje,

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