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Contenido del libro "La estructura de las revoluciones científicas" Thomas Kuhn


Enviado por   •  14 de Octubre de 2013  •  3.638 Palabras (15 Páginas)  •  614 Visitas

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LA ESTRUCTURA DE LAS REVOLUCIONES CIENTÍFICAS

Thomas S. Kuhm

(Traducción: Agustín Contín)

Breviarios 213

Fondo de Cultura Económica

1971

I. INTRODUCCIÓN: UN PAPEL PARA LA HISTORIA

SI SE CONSIDERA a la historia como algo más que un depósito de anécdotas o cronología, puede

producir una transformación decisiva de la imagen que tenemos actualmente de la ciencia. Esa ima-

gen fue trazada previamente, incluso por los mismos científicos, sobre todo a partir del estudio de

los logros científicos llevados a cabo, que se encuentran en las lecturas clásicas y, más recientemen-

te, en los libros de texto con los que cada una de las nuevas generaciones de científicos aprende a

practicar su profesión. Sin embargo, es inevitable que la finalidad de esos libros sea persuasiva y

pedagógica; un concepto de la ciencia que se obtenga de ellos no tendrá más probabilidades de ajus-

tarse al ideal que los produjo, que la imagen que pueda obtenerse de una cultura nacional mediante

un folleto turístico o un texto para el aprendizaje del idioma. En este ensayo tratamos de mostrar

que hemos sido mal conducidos por ellos en aspectos fundamentales. Su finalidad es trazar un bos-

quejo del concepto absolutamente diferente de la ciencia que puede surgir de los registros históricos

de la actividad de investigación misma.

Sin embargo, incluso a partir de la historia, ese nuevo concepto no surgiría si continuáramos bus-

cando y estudiando los datos históricos con el único fin de responder a las preguntas planteadas por

el estereotipo no histórico que procede de los libros de texto científicos. Por ejemplo, esos libros de

texto dan con frecuencia la sensación de implicar que el contenido de la ciencia está ejemplificado

solamente mediante las observaciones, leyes y teorías que se describen en sus páginas. De manera

casi igual de regular, los mismos libros se interpretan como si dijeran que los métodos científicos

son simplemente los ilustrados por las técnicas de manipulación utilizadas en la reunión de datos

para el texto, junto con las operaciones lógicas empleadas para relacionar esos datos con las genera-

lizaciones teóricas del libro de texto en cuestión. El resultado ha sido un concepto de la ciencia con

profundas implicaciones sobre su naturaleza y su desarrollo.

Si la ciencia es la constelación de hechos, teorías y métodos reunidos en los libros de texto actuales,

entonces los científicos son hombres que, obteniendo o no buenos resultados, se han esforzado en

contribuir con alguno que otro elemento a esa constelación particular. El desarrollo científico se

conviene en el proceso gradual mediante el que esos conceptos han sido añadidos, solos y en com-

binación, al caudal creciente de la técnica y de los conocimientos científicos, y la historia de la

ciencia se convierte en una disciplina que relata y registra esos incrementos sucesivos y los obstácu-

los que han inhibido su acumulación. Al interesarse por el desarrollo científico, el historiador parece

entonces tener dos tareas principales. Por una parte, debe determinar por qué hombre y en qué mo-

mento fue descubierto o inventado cada hecho, ley o teoría científica contemporánea. Por otra, debe

describir y explicar él conjunto de errores, mitos y supersticiones que impidieron una acumulación

más rápida de los componentes del caudal científico moderno. Muchas investigaciones han sido

encaminadas hacia estos fines y todavía hay algunas que lo son.

Sin embargo, durante los últimos años, unos cuantos historiadores de la ciencia han descubierto que

les es cada vez más difícil desempeñar las funciones que el concepto del desarrollo por acumulación

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les asigna. Como narradores de un proceso en incremento, descubren que las investigaciones adi-

cionales hacen que resulte más difícil, no más sencillo, el responder a preguntas tales como: ¿Cuán-

do se descubrió el oxigeno?

¿Quién concibió primeramente la conservación de la energía? Cada vez más, unos cuantos de ellos

comienzan a sospechar que constituye un error el plantear ese tipo de preguntas. Quizá la ciencia no

se desarrolla por medio de la acumulación de descubrimientos e inventos individuales. Simultánea-

mente, esos mismos historiadores se enfrentan a dificultades cada vez mayores para distinguir el

componente "científico" de las observaciones pasadas, y las creencias de lo que sus predecesores se

apresuraron a tachar de "error" o "superstición". Cuanto más cuidadosamente estudian, por ejemplo,

la dinámica aristotélica, la química flogística o la termodinámica calórica, tanto más seguros se

sienten de que esas antiguas visiones corrientes de la naturaleza, en conjunto, no son ni menos

científicos, ni más el producto de la idiosincrasia humana, que las actuales. Si esas creencias anti-

cuadas deben denominarse mitos, entonces éstos se pueden producir por medio de los mismos tipos

de métodos y ser respaldados por los mismos tipos de razones que conducen, en la actualidad, al

conocimiento científico. Por otra parte, si debemos considerarlos como ciencia, entonces ésta habrá

incluido conjuntos de creencias absolutamente incompatibles con las que tenemos en la actualidad.

Entre esas posibilidades, el historiador debe escoger la última de ellas. En principio, las teorías anti-

cuadas no dejan de ser científicas por el hecho de que hayan sido descartadas. Sin embargo, dicha

opción hace difícil poder considerar el desarrollo científico como un proceso de acumulación. La

investigación histórica misma que muestra las dificultades para aislar inventos y descubrimientos

individuales proporciona bases para abrigar dudas profundas sobre el proceso de acumulación, por

medio del que se creía que habían surgido esas contribuciones individuales a la ciencia.

El resultado de todas estas dudas y dificultades es una revolución historiográfica en el estudio de la

ciencia, aunque una revolución que se encuentra todavía en sus primeras etapas. Gradualmente, y a

menudo sin darse cuenta cabal de que lo están haciendo así, algunos historiadores

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