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De la picadura de la víbora


Enviado por   •  22 de Mayo de 2014  •  Informe  •  600 Palabras (3 Páginas)  •  293 Visitas

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De la picadura de la víbora

Un día habíase quedado Zaratustra dormido debajo de una higuera, pues hacía calor, y había colocado sus brazos so¬bre el rostro. Entonces vino una víbora y le picó en el cuello, de modo que Zaratustra se despertó gritando de dolor110. Al retirar el brazo del rostro vio a la serpiente: ésta reconoció en¬tonces los ojos de Zaratustra, dio la vuelta torpemente y qui¬so marcharse. «¡No, dijo Zaratustra; todavía no has recibido mi agradecimiento! Me has despertado a tiempo, mi camino es todavía largo.» «Tu camino es ya corto, dijo la víbora con tristeza; mi veneno mata.» Zaratustra sonrió. «¿En alguna ocasión ha muerto un dragón por el veneno de una serpien¬te? - dijo. ¡Pero toma de nuevo tu veneno! No eres bastante rica para regalármelo.» Entonces la víbora se lanzó otra vez al-rededor de su cuello y le lamió la herida.

En una ocasión en que Zaratustra contó esto a sus discípu¬los, éstos preguntaron: «¿Y cuál es, Zaratustra, la moraleja de tu historia?» Zaratustra respondió así:

Los buenos y justos me llaman el aniquilador de la mo¬ral111: mi historia es inmoral.

Si vosotros tenéis un enemigo, no le devolváis bien por mal: pues eso lo avergonzaría. Sino demostrad que os ha he¬cho un bien.

¡Y es preferible que os encolericéis a que avergoncéis a otro! Y si os maldicen, no me agrada que queráis bendecir112. ¡Es mejor que también vosotros maldigáis un poco!

¡Y si se ha cometido una gran injusticia con vosotros, co¬meted vosotros enseguida cinco pequeñas! Es horrible ver a alguien a quien la injusticia lo oprime sólo a él.

¿Sabíais ya esto? Injusticia dividida es justicia a medias. ¡Y sólo debe cargar con la injusticia aquel que sea capaz de llevarla!

Una pequeña venganza es más humana que ninguna. Y si el castigo no es también un derecho y un honor para el prevari¬cador, entonces tampoco me gusta vuestro castigo.

Es más noble quitarse a sí mismo la razón que mantenerla, sobre todo si se la tiene. Sólo que hay que ser bastante rico para hacerlo.

No me gusta vuestra fría justicia; y desde los ojos de vues¬tros jueces me miran siempre el verdugo y su fría cuchilla113. Decidme, ¿dónde se encuentra la justicia que sea amor con ojos clarividentes?

¡Inventad, pues, el amor que soporta no sólo todos los cas¬tigos, sino también todas las culpas!

¡Inventad, pues, la justicia que absuelve a todos, excepto a los que juzgan!

¿Queréis oír todavía otra cosa? En quien quiere ser radical¬mente justo, en ése incluso la mentira se convierte en afabili¬dad con los hombres.

¡Mas cómo voy yo a querer ser radicalmente justo! ¡Cómo puedo dar a cada uno lo suyo! Básteme esto: yo doy a cada uno lo mío.

¡En fin, hermanos, cuidad de no ser injustos con ningún eremita! ¡Cómo podría olvidar un eremita! ¡Cómo podría

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