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Diálogo en el Infierno entre Maquiavelo y Montesquieu


Enviado por   •  24 de Febrero de 2014  •  Resumen  •  1.877 Palabras (8 Páginas)  •  337 Visitas

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DIALOGO QUINTO

Montesquieu- Vacilo en contestaros, Maquiavelo, pues en vuestras

últimas palabras recibo un no sé qué de ironía satánica que me induce a

sospechar la falta de un completo acuerdo entre vuestra prédica y vuestro

íntimo pensar. Sí; existe en vos esa funesta elocuencia que nos extravía

de la verdad y realmente sois el tétrico genio, cuyo nombre aún causa

espanto en las actuales generaciones. Admito empero de buena gana que

mucho perdería al callar en presencia de un espíritu tan poderoso como el

vuestro; deseo escucharos hasta el fin y asimismo explicar, aunque pocas

esperanzas abrigo desde ahora de persuadiros. Acabáis de hacer una

pintura verdaderamente siniestra de la sociedad moderna; ignoro si fiel,

mas en todo caso incompleta, porque en cualquier cosa el bien existe

junto al mal, y en vuestra exposición únicamente aparece el mal; tampoco

me habéis proporcionado los medios de verificar hasta qué punto estáis en

lo cierto, pues desconozco de qué pueblos o Estados hablabais al hacer

tan negro cuadro de las costumbres contemporáneas.

Maquiavelo- Pues bien, supongamos que he tomado como ejemplo a la

nación europea con el más alto grado de civilización y a la que menos, me

apresuro a decirlo, podría corresponder la imagen que acabo de pintar...

Montesquieu- ¿Os referís a Francia?

Maquiavelo- Si

Montesquieu- Tenéis razón; es en Francia donde menos han penetrado

las oscuras doctrinas del materialismo. Sigue siendo la cuna de las

grandes ideas y pasiones, cuyas fuentes, según vos, están cegadas, y de

ella partieron los grandes principios del derecho público, a los que no

asignáis lugar alguno en el gobierno de los Estados.

Maquiavelo- Y podríais agregar que es el tradicional campo de

experimentación de las teorías políticas.

Montesquieu- Desconozco que haya prosperado de manera durable

experiencia alguna encaminada a establecer el despotismo en una nación

contemporánea, y en Francia menos que en ninguna; y por ello encuentro

poco acordes con la realidad vuestras teorías sobre la necesidad del poder

absoluto. Hasta el momento, solo sé de dos Estados europeos privados

por completo de las instituciones liberales que, en todas partes, han ido

modificando el elemento monárquico puro: Turquía y Rusia; pero si

observáis de cerca los movimientos interiores que se están operando en el

seno de esta última potencia, quizás encontrarais los síntomas de una

próxima transformación. Por cierto, vos anunciáis que, en un porvenir más

o menos cercano, los pueblos, amenazados por una inevitable disolución,

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volverán al despotismo como áncora de salvación; que han de constituirse

bajo la forma de monarquías absolutas, parecidas a las de Asia. No es

más que una predicción, ¿cuánto tiempo tardará en cumplirse?

Maquiavelo- Menos de un siglo

Montesquieu- Sois adivino; un siglo es siempre un siglo; permitid,

empero, que os diga que vuestras predicciones no se realizarán. No

debemos contemplar las sociedades modernas con los ojos del pasado.

Costumbres, usos, necesidades, todo ha variado. No es conveniente

entonces confiar sin reservas en las inducciones de la analogía histórica,

cuando se trata de apreciar el destino que a esas sociedades les está

deparado. Sobre todo, es preciso cuidarse de considerar leyes universales

hechos que son simples accidentes y de convertir en normas generales las

necesidades de una situación dada o de una época determinada.

¿Debemos acaso inferir que el despotismo es la norma de gobierno, por el

hecho de que en múltiples ocasiones históricas ha sobrevenido como

consecuencia de las perturbaciones sociales? De que en el pasado pudo

servir de transición, ¿he de concluir que es apto para resolver la crisis de

los tiempos modernos? ¿No es más lógico afirmar que a nuevos males

nuevos remedios, a nuevos problemas nuevas soluciones, a nuevos

hábitos sociales nuevas costumbres políticas? Propender al

perfeccionamiento, al progreso, es ley invariable de las sociedades; las ha

condenado a ello, por decirlo así, la eterna sabiduría; es ella la que niega

la posibilidad de desandar el camino. Están obligadas a alcanzar este

progreso.

Maquiavelo- O a perecer.

Montesquieu- No vallamos a los extremos. Jamás se ha visto que las

sociedades mueran al nacer. Una vez constituidas de acuerdo con la

modalidad que les corresponde, puede ocurrir que, al corromperse sus

instituciones, se debiliten y mueran; pero ya habrían vivido por varios

siglos. Así es como los diversos pueblos de Europa han pasado, a través

de sucesivas transformaciones, del sistema feudal al sistema monárquico,

y del sistema monárquico puro al régimen constitucional. Este desarrollo

progresivo, de tan importante unidad, nada tiene de fortuito; se ha

producido como la consecuencia necesaria del movimiento que se ha

operado en las ideas antes de traducirse en los hechos.

Las sociedades no pueden tener otras formas de gobierno que las que

corresponden a sus principios, y es esta la ley absoluta la que contradecís

cuando consideráis al despotismo compatible con la civilización moderna.

Mientras los pueblos han contemplado la soberanía como una pura

emanación de la voluntad divina, se han sometido sin un murmullo al

poder absoluto; mientras sus instituciones han resultado insuficientes para

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garantizar su marcha, han aceptado la arbitrariedad. Empero, desde el día

en que sus derechos fueron reconocidos y solemnemente declarados;

desde el día mismo en que instituciones más fecundas pudieron resolver

por el camino de la libertad las diversas funciones del cuerpo social, la

política tradicional de los príncipes se derrumbó; el poder quedó reducido

a algo así como a una dependencia del dominio público; el arte de

gobernar se transformó en un mero asunto administrativo. En nuestros

días, el ordenamiento de las cosas en los Estados asume características

tales, que el poder dirigente solo de manifiesta como el motor de las

fuerzas organizadas.

Claro

...

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