Dualismo
Enviado por io.mosa23 • 9 de Enero de 2013 • Ensayo • 2.805 Palabras (12 Páginas) • 641 Visitas
I. Generalidades
Con el término dualismo se designa aquella teoría que, en oposición al monismo y a diferencia del pluralismo, trata de explicar la realidad apelando a dos principios de la misma, independientes y (en mayor o menor medida) opuestos.
El dualismo es un fenómeno proteico y longevo; reviste una gran multiplicidad de conformaciones, se ramifica en derivaciones diversas y acompaña la aventura humana del pensamiento (religioso y filosófico) desde sus comienzos hasta nuestros días. Originariamente, el dualismo ha surgido de una reflexión no ontológica, sino ética. La pregunta que lo ha generado versa no sobre el origen del mundo, sino sobre el origen del mal. El mal, y no el ser, es la preocupación básica de los sistemas dualistas. Ante todo porque es demasiado distinto del bien para que pueda subsumirse, junto con él, en una realidad única y omnicomprensiva, como aseveran los sistemas monistas-panteístas. Además, porque hay tal cantidad y calidad de mal en el mundo, el mal posee un tal espesor, que por fuerza tiene que ser producto de un principio supremo, tan supremo al menos como el que originó el bien. A partir de aquí, el problema ético accede al nivel ontológico: hay dos órdenes de ser y, por tanto, hay dos principios de ser, irreductiblesy mutuamente incompatibles. Desde este nivel ontológico, el dualismo se proyecta hacia la cosmología, la antropología y la soteriología, presentándose ya en uno u otro de estos sectores de la realidad, ya en todos ellos.
El surgimiento del dualismo al socaire de la pregunta ética explica el hecho de que sus formas más antiguas y originales vean la luz en el ámbito de las creencias religiosas. Las grandes religiones orientales, así como las religiones naturalistas de los pueblos primitivos, contienen rasgos dualistas muy pronunciados. Y así, en China la corriente vital cósmica se explana por la interacción de la díada Yin-Yang; Yin, sería el principio femenino, pasivo, y Yang el principio masculino, activo. La ideología india del Samkhia opone al espíritu (purusha), que es pura conciencia sin actividad, el elemento material (prakriti), activo mas inconsciente, que suministra el sustrato de la vida psíquica.
Pero acaso la propuesta más consistente y abarcadora de dualismo sea la representada por el mazdeísmo iranio. Aquí nos encontramos con un dualismo metafísico (que afirma dos principios coeternos, recíprocamente autónomos y antinómicos), al que acompañan coherentemente los dualismos cosmológico (creación anticreación), ético (bien-mal) y antropológico (espíritu-cuerpo). La tensión entre estos múltiples binomios sólo se resolverá en el éschaton, con la victoria del bien sobre el mal: Ormuz (el principio bueno) termina imponiéndose a Ahrimán (el principio malo).
Es este dualismo iranio el que parece estar en los orígenes de las tendencias dualistas presentes en el pensamiento griego. Las escuelas órfica y pitagórica han sido tocadas por el mazdeísmo; los pitagóricos así lo reflejan en su teoría de los números, con la oposición pares-impares, en torno a la cual se polariza una larga serie de antítesis (limitado-ilimitado, masculino-femenino, luminoso-tenebroso..., etc.), que encuentran finalmente su reconciliación en la harmonía del uno que, a modo de acorde terminal, representaría una postrera coincidentia oppositorum.
El dualismo platónico se establece, en primera instancia, entre el ámbito de la percepción (sensible) y el del pensamiento (ideal). El primero versa sobre el mundo apariencia) de las cosas temporales, cambiantes y corruptibles; el segundo, sobre el mundo real de las ideas inmutables, incorruptibles y eternas. Aquél es simple mimesis (imitación) de éste, como se muestra en el mito de la caverna. Platón ha propuesto también un dualismo cosmológico; el demiurgo del Timeo extrae el cosmos del caos de la amórphe hyle, o materia originaria e informe. En fin, hay igualmente en el platonismo un dualismo antropológico, que identifica lo humano con lo espiritual y considera el cuerpo como revestimiento accidental e indeseable del espíritu, como su cárcel o sepultura (soma =séma).
El hilemorfismo aristotélico intentó responder al dualismo platónico ubicando la dualidad no en el nivel real-concreto, isico, del ser, sino en el nivel metafísico de los principios de ser: materia y forma, principio indeterminado-principio determinante. Tanto el platonismo como el aristotelismo se repartieron el favor de los teólogos medievales,dando origen a escuelas de pensamiento bien diferenciadas, que miden sus fuerzas sobre todo en el terreno de la antropología. Descartada, en efecto (como se verá luego), la compatibilidad de los dualismos ontológico y cosmológico con la fe cristiana, la influencia platónica quedaba restringida (y ello de forma notablemente mitigada) a las concepciones antropológicas, donde la terminología alma-cuerpo se mantiene abierta a distintos modos de comprender la relación de ambos y dar razón de su sustancial unidad. En este punto la tesis hilemórfica de Aristóteles (oportunamente remodelada) acabará por imponerse a las versiones platonizantes, merced principalmente a la autoridad de Tomás de Aquino.
Sin embargo la síntesis tomista no impedirá la vigorosa reaparición de una nueva forma de dualismo antropológico, la acuñada por Descartes con el célebre paradigma res cogitans-res extensa, que hace del hombre una conciencia pensante (cogito, ergo sum) enfundada en una especie de maquinaria orgánica. Torna así a plantearse la proverbial irreductibilidad espíritu-materia, alma-cuerpo, sujeto-objeto, para cuya resolución el filósofo francés no encontró mejor salida que el desesperado recurso a la glándula pineal.
El episodio cartesiano ilustra bien a las claras cuán dificil resulta indagar en el enigma de la condición humana, enigma perpetuamente oscilante entre las tentaciones extremas del angelismo (monismo espiritualista: el hombre es sólo alma) y el animalismo (monismo materialista: el hombre es sólo cuerpo). De la vigencia de este dilema da fe la actual disputa en torno al dilema homólogo: mente-cerebro. En todo caso, la inviabilidad de la propuesta de Descartes confirma que la alternativa a los monismos unilaterales no se encuentra en una reedición del punto de vista dualista.
II. Fe cristiana y dualismos
1. Que la revelación bíblica resulte incompatible, en sus afirmaciones mayores, con las diversas concepciones dualistas es algo demasiado obvio para precisar ulteriores justificaciones. El monoteísmo estricto y la doctrina de la creación superan los dualismos ontológico, teológico y cosmológico; la doctrina del pecado original trasciende el dualismo ético, resituando el problema del
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