EL NINO Y EL ADULTO

EL NIÑO Y EL ADULTO

El adulto, sin embargo, reconoce diferencias entre él y el niño, pero frecuentemente, las considera como una simple operación de resta ya sea de grado o de cantidad, comparándose con el niño, lo considera relativa y totalmente incapacitado realizar acciones o tareas que él es capaz de ejecutar. Estas incapacidades seguramente impiden crear magnitudes que, combinadas convenientemente, mostrarían unas proporciones, y una configuración psíquica diferentes en el niño y en el adulto. El niño no es un adulto en miniatura.

El egocentrismo del adulto puede manifestarse en la convicción de que toda evolución mental tiene como fin su propia manera de sentir y pensar, que corresponde a su medio y a su época. Si el adulto llegara a pensar que el niño piensa diferente a él lo considera anormal.

Toda evolución mental del niño estará dirigida por las fijaciones sucesivas de la líbido a los objetos que están a su alcance.

La transformación del niño en el adulto que será más adelante no sigue un camino exento de obstáculos. Las orientaciones fundamentales a los que obedece normalmente son de incertidumbre y duda.

El medio de los adultos es el mundo que el medio impone al niño y de ahí resulta, en cada época, una cierta uniformidad en la formación mental

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