EL TALLER Y EL CRONOMETRO
Enviado por AlejandraSuSa • 1 de Marzo de 2014 • 3.851 Palabras (16 Páginas) • 543 Visitas
El taller y el cronometro. Ensayo sobre el taylorismo, el fordismo y la producción en masa.
Teoría de la Organización I -
El taller y el cronómetro: ensayo sobre el taylorismo, el fordismo y la producción en masa.
Benjamín Coriat
Introducción: “La sensación de la lima”
La fábrica hecha y llevada “al estilo americano” ha trastocado el antiguo orden de las cosas y de los hombres. El “oficio” pacientemente adquirido es ya una especie de arcaísmo. El cronómetro ha entrado al taller: indudablemente está en marcha la
mayor revolución de la historia humana.
Al acabar con el control obrero sobre los modos operatorios, al sustituir los “secretos” profesionales por un trabajo reducido a la repetición de gestos parcelarios, el cronómetro es, ante todo, un instrumento político de dominación sobre el trabajo. Tecnología y táctica pormenorizada del control de los cuerpos en el trabajo.
El cronómetro y los métodos de medición de tiempos y movimientos, aparece como la avanzadilla de un ataque dirigido no contra el trabajo en general, sino contra la forma organizada y combativa de la clase obrera: el obrero profesional de “oficio” y su sindicato. Lo que el cronómetro pretende romper es la excelsa y avanzada figura de la resistencia obrera, condición de la primera industrialización, pero también principal obstáculo para la acumulación del capital en gran escala. Porque el obrero profesional, apoyado en la eficacia de su sindicato, llega a regatear elevadas tarifas e impone su propio ritmo a la producción de mercancías.
Al sentar el proceso de trabajo sobre una base nueva, “científica”, el capital se halla en condiciones de imponer sus propios ritmos y normas a la producción de mercancías, rompiendo así las trabas puestas a su expansión por el antiguo orden del taller. Y cuando, con Ford, la cadena de montaje viene a relevar las técnicas taylorianas de medición de los tiempos y movimientos y a someter el gesto del obrero a una cadencia regulada, se hace posible un nuevo modo de consumo productivo de la fuerza de trabajo. Sin relación, ni siquiera lejana, con lo que permitían los antiguos métodos de organización del trabajo.
Con el apoyo de la cinta transportadora y de la cadena de montaje, la producción de mercancías en grandes series y de mercancías estandarizadas se convierte en la norma y la regla, suscitando la aparición de nuevas condiciones de producción en todas las ramas. La nueva economía del tiempo, nacida en el taller de las nuevas tecnologías de control y medición del trabajo, invade el mecanismo de conjunto de la producción social. Se asegura el paso de un nuevo modo de acumulación del capital: el sistema de la producción en masa.
Lo esencial aquí gira en torno a las nuevas políticas de encuadramiento de la fuerza de trabajo creadas para permitir el desarrollo de la producción en masa.
Ante todo, había que fijar en torno a las nuevas concentraciones industriales y urbanas a esas formidables masas de hombres vagabundos, campesinos expropiados de sus tierras, inmigrantes a los que el hambre y la miseria mantenían en estado de permanente insubordinación. Después, había que convertirlos en obreros fabriles, obreros en cadena, conseguir su sumisión a la nueva disciplina de la fábrica, a la ley del cronómetro. Por último, desde el momento en que la revolución económica en el campo los separaba de las bases rurales y domésticas de donde sacaban aun en gran medida sus medios de subsistencia, era preciso asegurar su reproducción por medios monetarios y mercantiles, por el consumo de mercancías producidas en el seno de la gran industria capitalista.
1- LA MANUFACTURA Y EL OFICIO
Con Taylor, a principios de siglo, todo cambia: la holganza obrera se convierte en blanco de ataques hasta que se consigue limitarla. Pero, para medir la amplitud de la revolución introducida, hay que volver primero a lo que desaparece: el obrero de oficio, heredero de los secretos del gremio, sigue siendo la condición ineludible, la figura necesaria de la manufactura. Más aun, la industria, en su conjunto y como tal, depende de él. A este respecto confiesa URE (The philosophy of manufactures, Frank Class and Company Limited, 1845) que durante setenta años las manufacturas fueron débiles e inestables, al estar obligadas a desplazarse a donde hubiera obreros hábiles.
Por lo menos la Inglaterra de URE disponía de una importante reserva de obreros hábiles. En tierras americanas, las cosas están mucho peor. Disponer, y en número suficiente, de obreros hábiles, tal es el tema que se repite continuamente. Si por suerte una localidad acoge a una comunidad obrera, se procura retener allí a los trabajadores aun cuando las manufacturas no puedan ya darles trabajo.
El oficio como condición de la industria.
1863, en plena revolución industrial: los distritos obreros de Lancashire. Como consecuencia de los estragos de la guerra civil, no llega el algodón del Sur americano, Las manufacturas inglesas que se abastecían de él callan, cierran y arrojan al hambre a millares de obreros y sus familias. Estos, atacados otra vez por la miseria, reclaman por fin el derecho a emigrar.
Como era de esperar, se ganó el pleito, la prohibición de emigrar no fue derogada alegando que los obreros son la fuerza espiritual y adiestrada que no se puede reemplazar en una generación, y los obreros se quedaron donde estaban, como exigía su “valor”.
El oficio como obstáculo a la acumulación del capital
Más que cualquier otro país, los Estados Unidos se resintieron de la falta de obreros de oficio en número suficiente, e incluso hasta la década de 1860, de la falta de obreros a secas. De ahí la dificultad endémica del capital americano para asegurar su desarrollo. Escasez e indisciplina de las fuerzas de trabajo son los obstáculos fundamentales.
Como se ve, en estos textos americanos el acento es distinto a que encontramos entre los fabricantes de Lancashire: el obrero y su oficio no son ya cosa de capital, su valor incluso, sino el obstáculo fundamental ‘para su desarrollo.
No solo por su escasez, sino también porque permite y hace posible el dominio de un oficio, de un saber de fabricación.
La AFI (American Federation of Labor) garantizaba el aprovisionamiento en fuerza de trabajo, administraba la afluencia en cantidad y cualidad. La contrapartida exigida era que el fabricante respetara la tarifa sindical. En esta particular configuración de las relaciones de clases, la negociación gira en torno al sello: concebido si se respeta la tarifa.
Pero
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