El Hombre Y Su Filosofia
Enviado por luisbenigno • 25 de Diciembre de 2013 • 4.325 Palabras (18 Páginas) • 223 Visitas
EL HOMBRE Y LA FILOSOFÍA
1. VISIÓN FILOSÓFICA DEL HOMBRE:
La vieja inscripción en el frontispicio del templo de Delfos, "conócete a ti mismo", significa: "Pregúntate a ti mismo, rebasa tu individualidad empírica, tus opiniones y tus pasiones, y desciende al fondo de tu espíritu, hasta encontrar la Verdad universal que habita en ti".
El conocerse a uno mismo y conocer a los otros que son como uno mismo (a los demás hombres) ha sido el contenido principal de la sabiduría humana. Además, el conocerse a sí mismo es además requisito de madurez personal; pues no se pasa de la infancia a la adultez sin preguntarse ¿qué es un hombre y qué o quién soy yo?. La respuesta a tal pregunta la debe buscar cada generación humana, cada filosofía y cada hombre.
La visión del hombre, que entre los griegos fue de carácter esencialista y estática, tuvo un concepto cíclico de la historia. Mientras que la visión cristiana es progresiva y marca un cambio profundo respecto a la filosofía griega, pues se trata de una historia soteriológica interpretada desde Cristo como eje y centro de la historia que es la base unitaria tanto en san Pablo, san Agustín y Teilhard de Chardin.
Pero algunas veces se ha querido ver visto sólo tendencias en el hombre; pues ciertos algunos sicólogos distinguen en el hombre las tendencias motrices, referidas a la acción, las tendencias afectivas (simpatía, amor) y las tendencias intelectuales (la atención nos "lleva" hacia un objeto, hacia una investigación). Pierre Janet (1859-1947) - el mismo que se dedicó al estudio de la "neurosis", término introducido en 1776 por Guillermo Cullen (1710-1790) - elaboró un cuadro de las tendencias de acuerdo a su grado de complejidad:
1) En el animal o en el niño hasta los seis meses: Tendencias inferiores, referidas:
1ra. a los actos reflejos (reacción elemental, reflejo: manifestación elemental de la vida).
2da. a los actos suspensivos y perceptivos (suspensión de la actividad automática: nivel de la actividad en las "serpientes").
3ra. a los actos sociales (grupos de "castores").
2) En el hombre:
a) Tendencias intermedias:
4ta. a los actos intelectuales básicos (fabricación de las herramientas: uso de la piedra).
5ta. a los actos verbales y asertivos (la palabra como acción separada de la acción).
6ta. a los actos reflexivos (la palabra como expresión de la personalidad).
b) Tendencias superiores:
7ma. a los actos racionales (constitución del saber).
8va. a los actos experimentales (observación científica, clasificación metódica).
9na. a los actos progresivos (creaciones artísticas, científicas, filosóficas).
Tales tendencias tienen un cierto valor, pero sólo dentro del campo de una explicación al interior de la ciencia sicológica y dentro del campo de una explicación, dado por lo que no puede generalizarse a todo el saber, menos a la filosofía.
2. EL HOMBRE Y SU LIBERTAD
Para las corrientes materialistoides, el hombre es una realidad material producto de un proceso evolutivo de la naturaleza; afirman que el hombre no es sino materia, materia complejamente organizada en vida y en un nivel vital complejísimo. El materialismo es monista: afirma la existencia de una sola realidad: la materia.
La tentativa más simple y consecuente con este modelo es la de Julien Offray de la Metrie (1709-1751) en su libro "El Hombre Máquina" (1748), que pretende describir al ser humano en términos mecánicos de extensión y movimiento.
Otras concepciones buscan las particularidades del hombre en su misma constitución física, biológica y neurológica, dándose nociones casi pintorescas del hombre, como la de Desmond Morris quien define al hombre como "mono desnudo", o sea, sin pelaje en la mayor parte de su cuerpo. Pero la característica más destacada a ese nivel, como específicamente humana, es la del mayor desarrollo y complejidad de su cerebro, que comparado con los grandes monos aproximadamente es tres veces más pesado (entre 1,200 y 1,800 gramos); y la superficie que ocupan las circunvoluciones cerebrales en el hombre (2,200 centímetros cuadrados) es cuatro veces superior que en tales monos.
Según Blas Pascal (1623-1662) "el hombre no es más que un junco, el más débil de la naturaleza, pero un junco pensante"; y recuerda que su padre decía: "Todo lo que es objeto de fe, no puede serlo de la razón".
Tal razonamiento nos permite entender que no hay argumento capaz de refutar la clásica definición dada por Aristóteles: el hombre es un animal dotado de logos, es decir, es un animal racional; pues el estudio del alma humana como ente espiritual es tema de la metafísica, pero se incluye en la filosofía natural en cuanto que el alma forma parte del cuerpo. Ciertamente la razón distingue al hombre del resto de los animales. Al margen de cuanto pretendieron insulsamente los racionalistas supervalorando la razón y olvidando los sentidos, el pensamiento del hombre es predominantemente lingüístico y está marcado tanto por el fenómeno del lenguaje cuanto por el idioma particular del grupo social al que pertenece.
Los latinos tomaron la definición de hombre dada por los griegos de logos (zwon logon e Jon : palabra, razón, espíritu) y la tradujeron como "animal rationale": animal dotado de razón. Tanto la definición griega como la latina mencionan los dos polos en torno a los cuales gira el problema del hombre:
Un polo constituye la animalidad. El hombre pertenece a la naturaleza animal. Es un cuerpo, un ser vivo y sensible con todas las propiedades que le corresponden por ser una especie animal. De acuerdo con su animalidad es una criatura "que tiene que devolver al planeta (un mero punto en el universo) la materia de que fue hecho después de haber sido provisto (no se sabe cómo) por un corto tiempo, de fuerza vital" (Kant en Crítica de la Razón Pura).
El otro polo lo constituye la trascendentalidad. Aquí nos tropezamos con la subjetividad, con el cogito de Descartes, con el yo que condiciona trascendentalmente todo lo objetivo, todo lo empírico, que está en una diferencia trascendental frente a todo y que, a su vez, no es nada objetivo ni empírico, "ni una parte del mundo" (Wittgenstein).
M. Keilbacker afirma que "el hombre en su totalidad, debe ser considerado como un ser dotado de vida biológica, síquica y espiritual, es decir, una triplicidad de aspectos observados jerárquicamente. Sólo de esta forma la sicología y la pedagogía pueden realizar la propia naturaleza y la propia intervención específica. Por lo demás, dicha tripartición no es nueva; ésta aparece ya
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