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El lenguaje, la realidad y el pensamiento


Enviado por   •  14 de Noviembre de 2012  •  Trabajo  •  1.424 Palabras (6 Páginas)  •  559 Visitas

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LENGUA, PENSAMIENTO Y REALIDAD

En este texto, entiéndase lenguaje como lengua

En la más reciente psicolingüística, la atención que se brinda a la adquisición del lenguaje, es decir a la forma en que un niño, nacido infans, (sin lenguaje), es capaz de convertirse, en el curso de un tiempo relativamente breve, en hablante nativo de una lengua, tiene que ver con toda una tradición de investigación que, desde Aristóteles, se impuso como evidente: la actividad humana fundamental, el lenguaje, propone una dimensión de relaciones entre nuestra mente/cerebro y la realidad. Los lenguajes naturales, como es sabido, implican una sintaxis, una semántica, una pragmática. Un sistema simbólico tan complejo y específico supone tener en cuenta cuestiones cognitivas acerca de la forma en que conocemos y categorizamos la realidad, en que organizamos y estructuramos ese conocimiento, en la forma en que "significamos" el mundo y lo representamos. Esto implica reconocer estructuras y procesos mentales y las relaciones de estas con una "realidad" allí afuera. Pero supone, además, una codificación interna de esa realidad, una organización de nuestra capacidad representacional y de ejercicio simbólico.

Cuando Piaget explora la capacidad simbólica de los signos en las construcciones que subyacen al surgimiento de la capacidad representacional, distingue cómo estos se hacen capaces de evocar objetos y significados ausentes, en la medida en que los representan. A diferencia de lo que sucede con los índices, basados en relaciones causales parte-todo, o las señales, basadas en meras asociaciones empíricas, los símbolos apuntan a algo que no son ellos mismos, en virtud de una relación codificada de representación. En este sentido son importantes las relaciones entre intención y símbolo. Los símbolos modifican de forma sustantiva las relaciones humanas, concluyendo por convertirse en la propia conciencia reflexiva (un tipo de conciencia que, al aparecer, solo existe en los humanos). El uso de símbolos establece un plano de conciencia, deliberación e intención que implica un cambio cualitativo. Cuando el niño adquiere la posibilidad de compartir su mundo simbólico y sus intenciones con otros, ha logrado que representaciones internas adquieran sentido (realidad) en la relación interpersonal y actúen sobre la realidad, sobre sus propios procesos internos y sobre los de los otros.

Está más que complicada relación entre una mente representacional, intenciones, signos y conciencia, y una realidad externa, propone una de las indagaciones más fascinantes de la psicología del lenguaje. Si analizamos la complejidad formal y funcional de ese sistema diseñado para comunicar ideas (el lenguaje), el grado de elaboración del código y las exigencias de su uso, resulta casi increíble que este sistema se adquiera en un tiempo tan singularmente breve. Un niño, entre los dieciocho y los sesenta meses, es decir alrededor de los cinco años, deviene en un hablante nativo de una lengua, su lengua materna. En este tiempo desarrolla una gramática de un tal grado de complejidad formal, que su descripción completa sería prácticamente imposible. A pesar de que el niño se halla expuesto a un conjunto fragmentario, finito y asistemático de datos lingüísticos, sorprende como ante tan escasa entrada pueda darse tan torrencial salida: sistemas de reglas, capaces de producir un número potencialmente infinito de oraciones con sentido, adecuadas a la situación y siempre novedosas. No es menos interesante la cantidad de vocabulario que el niño incorpora-, alrededor de unos quince mil elementos léxicos, que además introducen información semántica, morfológica y sintáctica. Pensemos en la dificultad que, en arduas investigaciones con primates superiores, mostraban estos para la adquisición de un solo signo, sin olvidar la pérdida u "olvido" de los signos no usados todo el tiempo. El niño no "olvida" nunca una palabra incorporada, así como el campo semántico que su uso agrega.

Pero si nos centramos en los aspectos cognoscitivos de esta adquisición, es claro que la misma no está separada de los componentes gnoseológicos (Fundamentos y métodos del conocimiento), y ontológicos (Parte de la metafísica que trata del ser en general y de sus propiedades trascendentales), de nuestra relación con el mundo. En el lenguaje es posible reconocer procesos de abstracción y categorización de la realidad, procesos que, aparentemente, no serían posibles sin el uso del lenguaje. Si adquirir un lenguaje tiene que ver con la negociación de significados interpersonales, no es menos cierto que esto obliga a un refinamiento y estabilización de significados. La incorporación de nuevos significantes lingüísticos y la consecuente

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