El oftalmólogo
Enviado por jesicaposso • 15 de Julio de 2013 • Informe • 402 Palabras (2 Páginas) • 275 Visitas
no hay duda es de que el hombre está ciego, la agnosis, lo sabemos,
es la incapacidad de reconocer lo que se ve, también he pensado en
eso, o en que se tratase de una amaurosis, pero recuerda lo que te he
dicho, es una ceguera blanca, precisamente lo contrario de la
amaurosis, que es tiniebla total, a no ser que exista una amaurosis
blanca, una tiniebla blanca, por así decirlo, sí, ya sé, algo que no se
ha visto nunca, de acuerdo, mañana le llamo, le digo que queremos
examinarlo los dos. Terminada la conversación, el médico se recostó
en el sillón, se quedó así unos minutos, luego se levantó, se quitó la
bata con movimientos fatigados, lentos. Fue al baño para lavarse las
manos, pero esta vez no le preguntó al espejo, metafísicamente, Qué
será eso, había recuperado el espíritu científico, el hecho de que la
agnosis y la amaurosis se encontraran identificadas y definidas con
precisión en los libros y en la práctica no significaba que no surgieran
variedades, mutaciones, si es adecuada la palabra, y ahora parecían
haber llegado. Hay mil razones para que el cerebro se cierre, sólo
esto, y nada más, como una visita tardía que encontrara clausurados
sus propios umbrales. El oftalmólogo tenía gustos literarios y
encontraba citas oportunas.
Por la noche, después de cenar, le dijo a la mujer, Vino a la
consulta un hombre con un caso extraño, podría tratarse de una
variante de ceguera psíquica o de amaurosis, pero no consta que tal
cosa se haya comprobado alguna vez, Qué enfermedades son ésas,
lo de la amaurosis y lo otro, preguntó la mujer. El médico dio unas
explicaciones accesibles a un entendimiento normal y, satisfecha la
curiosidad, fue al estante, a buscar en los libros de la especialidad,
unos antiguos, de los años de Facultad, otros más modernos, algunos
de publicación reciente que aún no había tenido tiempo de estudiar.
Consultó los índices metódicamente, leyó todo lo que encontraba allí
sobre la agnosis y la amaurosis, con la impresión incómoda de
sentirse intruso en un terreno que no era el suyo, el misterioso campo
de la neurocirugía, sobre el que sólo tenía escasas luces. Avanzada la
noche, apartó los libros que había estado consultando, se frotó los
ojos fatigados y se reclinó en el sillón. En aquel momento, la
alternativa se le presentaba con toda claridad. Si el caso era agnosis,
el paciente estaría viendo ahora lo que siempre había visto, es decir,
no habría sobrevenido disminución alguna de agudeza visual,
simplemente ocurría que el cerebro se habría vuelto incapaz de
reconocer una silla donde hubiera una silla, seguiría, pues,
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