Empresas Que Producen Maíz Transgenico
Enviado por minis • 16 de Marzo de 2012 • 1.818 Palabras (8 Páginas) • 2.825 Visitas
LAS EMPRESAS MULTINACIONALES
En 1997, el número de empresas dedicadas a la biotecnología en los Estados Unidos llegó a 1.287, en comparación a las 200 que existían en 1979, mientras que en Europa se contabilizan unas 716 y en América Latina unas 62 empresas. Los importantes gastos de las empresas multinacionales en la innovación biotecnológica hacen que el mercado mundial de semillas, fertilizantes y plaguicidas, esté concentrado en unas pocas empresas. Por ejemplo, la multinacional Monsanto, es una de las empresas dominantes en la producción de alimentos transgénicos y una de las más destacadas en la introducción de las semillas transgénicas en el mundo.
Actualmente, un reducido número de empresas agroindustriales europeas y americanas, controlan la mayor parte del comercio de los alimentos transgénicos y de semillas modificadas que se venden en el mundo.
Las principales empresas productoras de semillas son Dupont/ Pioneer y Monsanto, que en 1997 lograron ventas, en ambos casos, del orden de los 1.800 millones de dólares. Les sigue la empresa suiza Novartis que obtuvo 928 millones de dólares, y la francesa Limagrain, con 686 millones de dólares. Las tres primeras empresas, tienen una actividad comercial que representa el 20% del comercio mundial y sólo diez controlan el 33% del comercio total del orden de unos 23.000 millones de dólares.
El 100% del mercado de las semillas transgénicas es controlado por cinco multinacionales.
Estas empresas, además, controlan el 60% del mercado de pesticidas. Al dominio de esta tecnología y al control del abastecimiento alimenticio, se han sumado otras grandes empresas como AgroEvo y Dow
Se calcula que la industria biotecnológica de los Estados Unidos le reporta ganancias por unos 16.000 millones de dólares anuales. En América Latina, un 53% de las empresas dedicadas a la biotecnología se ocupa del mejoramiento de los cultivos, el 14% a los productos alimenticios, el 16% a los productos farmacéuticos y el resto se dedica a otras actividades.
En los países industrializados, la mayoría de las cosechas de productos transgénicos se encuentran en manos del sector privado, a diferencia de lo que sucede en los países en desarrollo en que la investigación de la biotecnología está en su mayor parte en manos de instituciones públicas.
En los países desarrollados la investigación agraria ha ido pasando de manos de agencias de gobierno a manos privadas. Este cambio cuyo comienzo fue en los años ochenta, avala el hecho que se cuente actualmente con casi el 100% de los cultivos transgénicos en manos privadas.
La inversión mundial actual en Investigación y Desarrollo en el sector biotecnológico, tanto pública como privada, se sitúa entre los 8.000 y 10.000 millones de dólares. De esta suma, los Estados Unidos invierten alrededor de un 50%, Europa el 25% y Japón el 20%.
En la Unión Europea las empresas biotecnológicas, invierten en Investigación y Desarrollo aproximadamente unos 6.010 millones de euros.
Alrededor de un 97% de los gastos en Investigación y Desarrollo biotecnológico son efectuados en países industrializados. Los países en desarrollo son en su mayoría receptores de los avances de la biotecnología, pues en general se requiere de grandes inversiones en el sector agrícola para hacer efectiva la comercialización de productos transgénicos. A esto se suma la falta de interés del sector privado en invertir en biotecnología. Así, el flujo de conocimientos desde los centros de investigación hacia los sectores productivos de estos países ha sido lento.
En 1999, el manejo de la biotecnología se ha estado consolidando en la forma de uniones y alianzas, destacándose como un hecho dominante de la industria. Según Krattiger (1999) entre 1996 y 1998 existían no más de 25 empresas comercializadoras de cosechas transgénicas, valoradas en 17.000 millones de dólares.
Alrededor de unos 36 alimentos transgénicos están en el mercado norteamericano. La empresa Monsanto y sus filiales poseen las patentes de 18 de estos alimentos comercializados en los Estados Unidos. La multinacional basa su campaña a favor de los productos transgénicos destacando las pequeñas cantidades que se requieren de pesticidas y herbicidas en la producción.
Sin embargo, la multinacional no publicita que es ella misma la mayor productora de estos productos químicos para la agricultura.
Además, Monsanto ha producido y comercializado soja, colza y maíz resistente al Roundup Ready y espera introducir remolacha, trigo y papas con propiedades similares. La diferencia respecto al uso anterior era que este herbicida se usaba sólo en casos de emergencia en la época de siembra, en tanto, que actualmente los cultivos bajo las técnicas de la ingeniería genética ocurren durante la época de crecimiento. Por lo tanto, el uso masivo de este herbicida puede llevar a que los cultivos se tornen resistentes y se deba aumentar las dosis iníciales volviéndose más dependientes.
Las empresas transnacionales tienen campos de ensayos en cultivos transgénicos en América Latina, como es el caso de Bolivia y Guatemala. La falta de regulación o la casi inexistente legislación en bioseguridad en estos países ofrece un reducido control interno que contribuye a un desconocimiento de cuáles alimentos transgénicos se están introduciendo en sus mercados.
Las empresas biotecnológicas transnacionales, Monsanto, Novartis y Agrevo instaladas en Argentina, actúan con libertad.
Esta situación contrasta con las estrictas normas reguladoras que deben cumplir las empresas transnacionales instaladas en Chile.
El gen “exterminador” (terminator, en inglés), denominado así por las organizaciones no gubernamentales, suscita un nuevo tipo de conflicto entre las empresas transnacionales y los agricultores. El Departamento de Agricultura de los Estados Unidos colaboró con la empresa Delta & Pine Land, filial de Monsanto, en desarrollar la investigación de la tecnología de la semilla “exterminadora” y la patentó en 1998 como “sistema de protección tecnológica”. Este sistema de protección tecnológica neutraliza la germinación al producir una toxina que destruye la semilla en la etapa final de su desarrollo.
La tecnología no ha tenido buena acogida entre los agricultores, pues les impide a éstos ahorrar semillas
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