Figura Paterna. Soy hija de padres separados
Enviado por FlorAmbrogio • 10 de Agosto de 2017 • Informe • 2.815 Palabras (12 Páginas) • 291 Visitas
Soy hija de padres separados. Desde chica mi mamá cada vez que tenía que decir algo o nombrar a mi padre decía “tu papá”. Cuando fui creciendo y entendiendo un poco más las cosas comencé a contestarle a esas intervenciones “tu marido, vos lo elegiste a mi me lo impusieron”, a lo que ella contestaba, con tono triunfal, que él seguía siendo mi padre para siempre pero había dejado de ser su marido.
Ya dejando la adolescencia y en medio de una de estas peleas reforcé mi contestación diciéndole que porque haya sido el donante voluntario de esperma de mi concepción eso sólo no lo convertía en mi padre.
Que alegre sorpresa fue entonces para mí encontrar en los apuntes la figura de genitor, y las diferencias con la de padre. Alguien escribió y fundamentó lo que yo no sabía explicar de chica.
Esta confesión de mi vida alcanza para plantear cual es el eje de mi informe, la figura del padre.
Pero ¿Qué hay en un padre que lo signifique como tal? ¿Quién es un padre? Se pregunta Susana Narotzky a lo largo de su artículo “El marido, el hermano y la mujer de la madre: algunas figuras del padre” haciendo un recorrido por el derecho de la Grecia Clásica, de Roma y posteriormente, con la influencia de la Iglesia, el Derecho Justiniano, concluye que en la tradición occidental, la procreación y la paternidad están estrechamente ligadas en la figura del matrimonio.
En la Grecia Clásica el padre es padre por un acto único de voluntad y reconocimiento, se lo supone genitor, pero no va a ser padre de la misma manera para todos sus hijos, reconoce bastardos pero estos no pueden heredarlo. En esta tradición sexualidad y procreación instan un único padre y el matrimonio diferencia los atributos de la paternidad.
Estamos, según F. Engels, en el inicio de la familia monogámica, que se funda en el poder del hombre, quien concentra autoridad, recursos, protección y estatus social, quien va a necesitar una paternidad cierta en sus hijos, futuros herederos de su fortuna paterna.
Junto a la monogamia surge la infidelidad conyugal, aceptada únicamente para el hombre ya que la mujer no solo debe admitirla sino guardar castidad y fidelidad para no engendrar hijos bastardos: “la monogamia nació de la concentración de las riquezas en las mismas manos, las del hombre; y el deseo de transmitir estas riquezas por herencia a los hijos de este hombre, excluyendo a los de cualquier otro. Paro esto era necesaria la monogamia de la mujer, pero no la del hombre…”[1]
Con la monogamia aparece también la constante social del amante. “Fuera de la cuestión de los nacimientos ilegítimos, y teniendo en cuenta la exigencia ética del dominio de uno mismo, no había razón alguna para pedir a un hombre, incluso casado, que reservase todos sus placeres sexuales para su mujer y sólo para ella”[2]. La certeza de la paternidad de los hijos se va a fundar entonces en una confianza moral. Para resolverlo, el código de Napoleón dispone: “Art. 312.-El hijo concebido durante el matrimonio tiene por padre al marido”.
Con paso al derecho romano, la paternidad sigue siendo un acto voluntario pero se distinguen las atribuciones del pater de las del genitor. Éste tenía el deber de alimentar al hijo, cumplir con el de un modo únicamente material sin responsabilidades mayores.
Con la influencia de la Iglesia se consolida la relación sexualidad/procreación/matrimonio, la sexualidad solo es lícita con fines de reproducción y solo es validad dentro del matrimonio, matrimonio que solo es legitimo si es monógamo e indisoluble. La paternidad ya no es un acto voluntario, es un hecho automático y ya no se da la distinción entre padre social y genitor, padre es el marido de la madre.
A. Donini y F. Engels coinciden en mayor o menor grado en la evolución de los estadios, de la estructura familiar, para el primero, de la promiscuidad, al matrimonio grupal, seguido por la poliginia (matrimonio de un hombre con dos o más mujeres), la poliandria (matrimonio de una mujer con dos o más maridos) y la monogamia con su estadio perfecto de la familia patriarcal; y del matrimonio para el segundo, donde en el salvajismo encontramos el matrimonio por grupos, en la barbarie, el matrimonio sindiásmico, la sujeción de mujeres esclavas y la poligamia, en sus dos aspectos, y en la civilización, la monogamia con sus complementos de adulterio y prostitución.
En ninguna forma de familia por grupos puede saberse con seguridad quien es el padre del hijo, pero sí se sabe quién es la madre, reconociéndose únicamente la filiación femenina, la sangre pasa a través de la mujer y no a través del hombre, generándose sociedades matrilineales.
En la familia sindíasmica un hombre vive con una mujer, pero se sigue dando la poligamia y la infidelidad ocasional como un derecho para los hombres, exigiéndose fidelidad a la mujer. Cuando el vínculo conyugal se disuelve, con facilidad hay que agregar, los hijos pertenecen a la madre solamente.
El matrimonio sindiásmico introdujo junto a la madre el verdadero padre, que debía proporcionar el alimento (figura del genitor) y las herramientas necesarias para el trabajo. Era propietario del ganado y de los esclavos, que se llevaba con él en caso de separación, pero sus hijos no podían heredarlo. La fortuna debía quedar en la gens, en los parientes consanguíneos por línea materna.
Con el aumento de la riqueza y de los medios de producción, y en consiguiente del poder del hombre, se empieza a ver la necesidad de que los hijos puedan heredarlo, necesita entonces hacerse dueño también de los medios de reproducción, hecho que no podrá suceder hasta que no se suprima la vigencia de la filiación materna. “Bastó decidir, sencillamente, que en lo venidero los descendientes de un miembro masculino permanecían en la gens, pero los de un miembro femenino saldrían de ella pasando a la gens de su padre. Así quedaron abolidos la filiación femenina y el derecho hereditario materno, sustituyéndolos la filiación masculina y el derecho hereditario paterno”[3] surgiendo la familia patriarcal, donde el jefe de la familia tenía bajo su poder a la mujer, los hijos y a los esclavos, con patria potestad romana y derecho a vida y muerte sobre ellos; señalando el transito al matrimonio monogámico.
El patriarca ejerce una paternidad protectora sobre cada miembro “procurando alimentos, defendiendo al clan en caso de ataques, asumiendo el casamiento de sus hijos e hijas, y dictando normas de convivencia y seguridad colectiva, donde imperaba la “Ley de la venganza” frente a posibles ofensas que alguno de los miembros del clan pudiesen sufrir. Las preocupaciones prioritarias eran: a) su descendencia, b) mantener su herencia dentro de la familia, c) mantener la pureza de la sangre” [4]
El período de “formación del patriarcado” no se dio de repente sino que fue un proceso de casi 2500 años, desde aproximadamente el 3100 al 600 a C. leemos en “La creación del patriarcado” de Gerda Lerner.
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