Historia de Alzheimer Testimonio

Hace poco más de cinco años, en la Ciudad de México mi abuelo, Daniel, comenzó a tener problemas de memoria. Al inicio pensamos que era algo normal, ya que se trataba un adulto mayor de 79 años, pero poco a poco estos problemas comenzaron a agraviarse cada vez más. Después de platicar un poco con una vieja amiga de mi mamá, nos comentó que su suegra sufrió de demencia (Alzheimer) hace ya algunos años. Después de compartir algunas experiencias y darnos cuenta de que muchos de los síntomas coincidían con los de mi abuelo, ella nos recomendó hacerle algunos estudios para descartar alguna amenaza grave en su salud.

Tiempo después, recibimos los resultados, los cuales seañalaban inicios de Alzheimer, daibates, infarto cerebral reciente y un coma diabético. El doctor Takane, nos dijo que su situación era grave y que no podría vivir solo. Así fue como se tuvo que mudar con nosotros. Al inicio, fue fácil cuidarlo, pero al primer mes comenzó a hacer cosas que para mí no tenían sentido. Por ejemplo, una vez lo caché robando frutas de la alacena y cuando lo confronté me dijo que no había comido en tres días y que necesitaba comer. Esto me sorprendió bastante, ya que en sus ojos se podía ver que en serio lo creía. Después de precenciar varias situaciones similares, comencé a informarme un poco más a cerca de los sígnos y síntomas que la demencia puede causar.

Una de las experiencias más recientes que he vivido con mi abuelo, aconteció la semanda pasada, cuando comenzó a tener alucinaciones. Nos encontrábamos dentro de la cocina y mientras le preparaba una quesadilla para cenar, comenzó a comportarse muy extraño; parecía desesperado. Al preguntarle por la razón, no dejaba de gritar: ¡Una rata! ¿Qué no la ves? Al escuchar la palabra rata, corrí directamente a la puerta gritando por ayuda. En seguida bajó mi mamá para auxiliarme y cuando le expliqué la situación, agarró la escoba y entró a la cocina con la intención de matar a aquel animal que había generado tanto alboroto. Después de algunos minutos salió de la cocina con confusión en su cara y dijo que no había encontrado rata alguna. Al dialogar un poco le expliqué que yo no la había visto, pero mi abuelo sí. En ese momento supimos lo que en realidad estaba pasando. Mi abuelo había comenzado a alucinar; un síntoma bastante común en la etapa terminal del Alzheimer. Intenté calmarlo y alejarlo de la cocina.

Después de analizarlo un poco, supimos que su final estaba cerca. Reconozco que al principio sentí miedo de perderlo y tristeza al pensar que podría fallecer en cualquier momento. Luego pude reflexionar a cerca de la calidad de vida que le espera y supe que la mejor opción para apoyarlo, era acompañarlo en sus últimos momentos y ya no intentar mejorar su salud con medicamentos. Simplemente, aceptar la etapa en la que se encuentra. Hace tres días, me despedí de él y me siento en paz

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