Judicialización del fenómeno “bullying”
Enviado por lunaespinoza • 15 de Junio de 2014 • Ensayo • 2.767 Palabras (12 Páginas) • 278 Visitas
DATOS GENERALES
TÍTULO DEL PROYECTO
El presente proyecto de investigación científica, lleva por título:
Judicialización del fenómeno “bullying”, acoso, violencia y maltrato escolar, en las instituciones educativas de la provincia de Andahuaylas.
TESISTA
Latesista, responsable de la elaboración del presente trabajo de investigación científica, es laBach. María Elizabet CHUMBIAUCA CAMACHO.
DURACIÓN DEL PROYECTO
Tendrá una duración de 6 meses, desde el mes de marzo del año 2012 al mes de agosto del año 2012, de conformidad al cronograma de acciones.
CAPÍTULO I
I. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
En este capítulo exponemos el planteamiento y la formulación del problema, además indicamos la justificación e importancia que brinda este trabajo de investigación, tanto desde un punto de vista individual como colectivo o social, asimismo vamos a examinar las opiniones de diferentesautores que, según sus especulaciones, nos ayudarán a profundizar el desarrollo del informe.
1.1 Situación Problemática:
La violencia ha ido ganando poco a poco cada vez más protagonismo en nuestras vidas. Se ha instalado de tal manera en la sociedad, que podemos encontrar fenómenos violentos en multitud de ámbitos: en los hogares, en las calles, en las zonas de juego, en los centros de trabajo.
Las instituciones educativas tampoco han podido escaparse de esta vorágine violenta. De hecho, la escuela se ve ya como una extensión de lo que está sucediendo en nuestra sociedad, y es que en el contexto escolar nos podemos encontrar con múltiples formas de ejercer la violencia: la de los escolares hacia sus profesores, la de los profesores hacia los alumnos y una a la que últimamente se le está prestando mucha atención, que es la ejercida entre los propios alumnos.
En los últimos años han sido numerosos los estudios publicados relacionados con este tipo de violencia. Probablemente, porque se ha convertido en un problema presente en prácticamente todos las instituciones educativas y también por la enorme trascendencia social que está teniendo en tantos países.
Si bien las manifestaciones violentas en los centros educativos no constituyen una realidad estrictamente nueva, lo cierto es que en los últimos años este tipo de problemática está transmitiendo a nuestra sociedad una percepción de inseguridad, malestar e incertidumbre. A esto hay que añadir el preocupante panorama que reflejan los resultados de los informes de violencia escolar realizados en España. En realidad, no hacen más que confirmar que nos encontramos ante un serio problema que no deja indiferente a casi nadie.
Diferentes investigaciones (Olweus, 1978; Cerezo, 1997; Avilés, 2001; Mora Merchán, 2000; Defensor del Pueblo, 2000; Oñate y Piñuel, 2005; Serrano e Iborra, 2005) han puesto de manifiesto la existencia de este fenómeno y han coincidido en una serie de rasgos que nos han ayudado a ir caracterizando poco a poco el problema.
Aunque al comienzo, los estudios iban encaminados a conocer la naturaleza del problema y valorar su incidencia, poco a poco se han ido incorporando aportaciones en las que se ha indagado en las posibles causas, en sus consecuencias o en los aspectos relacionados con los procesos mentales de los participantes de las situaciones de violencia escolar. En los últimos años también han cobrado especial importancia las estrategias de intervención para intentar no solo solucionar el problema, sino también intentar prevenirlo.
Lejos de considerar las situaciones de violencia escolar como hechos aislados, lo cierto es que estamos ante un fenómeno que, debido a su gravedad, precisa de la atención de todas las personas: padres, profesores y de los propios alumnos. La violencia escolar nos sitúa, sin lugar a dudas, ante una de las manifestaciones más crudas del sistema educativo actual, presente, por desgracia, en las escuelas de todo el mundo.
Psicólogos, fisiólogos y etólogos no terminan de ponerse de acuerdo sobre si la agresividad es un fenómeno instintivo o por el contrario es la respuesta a una conducta aprendida. Fue Jean Jacques Rousseau quien sostuvo que el hombre en estado natural es un ser benigno, feliz y bueno, pero que la sociedad, represiva, provoca en él la agresividad y la depravación (Rousseau, 1990). Años antes, en 1920, con la publicación de su obra Más allá del principio del placer, Freud defiende que la persona nace con un instinto orientado hacia la vida (Eros), pero también nace con un instinto orientado a destruirse a sí misma (Thanatos). Para Freud, la sociedad es esencial en la medida en que ayuda a las personas a sublimar ese instinto y puedan transformarlo en energía aceptable y útil. Si avanzamos más en el tiempo, nos encontraremos con que hay autores que defienden que el hombre no solo es el único animal propenso a matar, sino que es capaz de realizar actos con la más absoluta brutalidad. Storr (1969) así lo refleja:
Generalmente describimos los ejemplos más repulsivos de la crueldad humana como algo brutal o bestial, y con esos adjetivos damos a entender que semejante comportamiento es característico de animales menos desarrollados que nosotros. A decir verdad, sin embargo, los casos extremos de comportamiento “brutal” están limitados al hombre, y nuestro salvaje trato mutuo no tiene paralelo en la naturaleza. Lo tristemente cierto es que somos la especie más cruel y despiadada que jamás haya pisado la tierra; y aunque podemos retroceder horrorizados cuando leemos un periódico o en un libro de historia las atrocidades que el hombre ha cometido con el hombre, en nuestro fuero interno sabemos que cada uno de nosotros alberga dentro de sí los salvajes impulsos que conducen al asesinato, a la tortura y a la guerra (Storr, 1969, p. 9).
Definir agresividad ha sido y sigue siendo una ardua tarea, que han intentado multitud de autores (Lorenz, 1968; Dollard y Miller, 1939; Buss, 1961; Bandura, 1973, entre otros).
El término agresividad hace referencia a la tendencia natural y/o condición inherente al ser humano, indispensable en su repertorio conductual (Avilés, 2006). Son muchos los autores que se han ocupado de formular una definición de agresividad. En general, la mayoría de ellas reflejan un consenso en lo que respecta al significado, tal y como se recogen a continuación:
Para Dollard, Doob, Miller, Mowrer y Sears (1939) la agresividad sería una conducta cuyo objetivo sería dañar a una persona o a un objeto.
Años más tarde, Buss (1961) definiría la agresividad como una respuesta consistente en proporcionar un estímulo nocivo a otro organismo. Nuevamente, este autor especifica que ese estímulo debe ser dañino.
Bandura (1973) plantea el
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