LA SOCIEDAD ABIERTA Y SUS ENEMIGOS. UNA CRÍTICA AL PROYECTO UTÓPICO DE PLATÓN
Enviado por Núria Solsona • 4 de Diciembre de 2017 • Trabajo • 2.151 Palabras (9 Páginas) • 237 Visitas
EJERCICIO DE HISTORIA DE LA FILOSOFIA
LA SOCIEDAD ABIERTA Y SUS ENEMIGOS. UNA CRÍTICA AL PROYECTO UTÓPICO DE PLATÓN
A pesar de la gigantesca influencia de Platón en el pensamiento occidental y a la veneración que en general se ha dispensado a su obra, no deben pasarse por alto las certeras críticas que se han dirigido a su ideal político y social. Quizás la mayor crítica sistemática, muy elaborada y perfectamente justificada, sea la que nos ha procurado K. R. Popper en su obra La sociedad abierta y sus enemigos. En ella se denuncia la ideología totalitaria que impregna La República y Las Leyes (sociedad cerrada), contraria al espíritu democrático, igualitario y humanitario de lo mejor de la tradición occidental, que por cierto arrancó en la propia Grecia de Pericles (sociedad abierta).
A pesar de disfrazar y adornar sus tesis de forma brillante o retórica, los argumentos de Platón para justificar su ideal de Estado denigran al individuo en la medida en que todo lo que se hace en la ciudad es en función del todo (holismo), manteniendo una sociedad de castas y de privilegios de clase. Este todo social es visto como un organismo cuyas células están a su servicio. La libertad e iniciativa individual, signo de la democracia, son eliminadas por considerarse el germen de la anarquía. La idea de justicia de que cada cual haga su función propia sin interferencia en cualquier otra, sitúa a los individuos en una desigualdad insalvable, haciéndolos simplemente peones de un Estado donde hay que aceptar que manden los que “naturalmente” tienen que mandar. El ideal tribal (el modelo aristocrático cretense y espartano, concebidos como una edad de oro) es para Platón un referente político que la revolución democrática de su tiempo está arruinando. La aristocracia natural de tales sistemas se pervierte irremediablemente si concedemos voz y acción política a todos los ciudadanos por igual, tal como propone la democracia. De hecho, Platón interpreta la historia de los regímenes políticos como una decadencia desde esas formas iniciales de gobierno. En los momentos de cambio que le tocó vivir, en las enormes tensiones desatadas en la guerra del Peloponeso entre los antiguos oligarcas y los demócratas, a Platón le hubiera gustado salir del tiempo, estabilizar el Estado, impedir el cambio político, fijar y conservar la aristocracia “natural” de los regímenes que él admiraba (oligarquía).
Platón identifica torticeramente individualismo (santo y seña de la democracia) con egoísmo y colectivismo con altruismo. Como podemos ver, tal identificación es interesada puesto que se intenta convencer de que ceder la individualidad a la clase o al Estado es el acto más generoso mientras que hacer algo de forma individual atenta contra el bien común. Muy al contrario, podemos interpretar que el individualismo pretende salvaguardar precisamente la libertad de todo ser humano, no dejándolo someter a poderes totalitarios, pues cree en su responsabilidad y en la necesidad de la pluralidad de voces en el espacio común. El auténtico altruismo es luchar contra el aplastamiento de la libertad y derechos individuales por parte del colectivo.
Justificar la desigualdad social a partir de la desigualdad natural choca contra nuestra concepción más común de justicia. Ésta entiende que el poder político debe precisamente corregir el orden natural, donde siempre los fuertes aplastan a los débiles, procurando libertad de oportunidades y derechos a todos. Desigualdad natural contra igualdad de derechos. A ello debe añadirse, sin duda, el valor del mérito, para que la voluntad igualadora del Estado no redunde en una simple mediocridad.
Si los ideales totalitarios de Platón pueden parecernos intolerables, más lo serán los medios con que pretende conseguirlos. El establecimiento de una raza pura de gobernantes aristocráticos se consigue con la eugenesia (política de selección desde el nacimiento más supervisión y dirección de los apareamientos en la ciudad), con el engaño y la propaganda manipuladora (mito de los metales, control de una educación separada) y censura (eliminación mitos que se consideran dañinos para la formación de los caracteres). Esto nos hace hablar de una auténtica ingeniería social.
Dejemos finalmente que los textos de Popper hablen por sí mismos y nos muestren una advertencia que va más allá de la obra de Platón para advertirnos de los peligros de recaer, especialmente en los momentos de cambios y revoluciones, en las sociedades cerradas y los modelos políticos totalitarios:
TEXTO
El esteticismo y el radicalismo deben conducirnos, forzosamente, a rechazar la razón y a reemplazarla por una desenfrenada esperanza de milagros políticos. Esta actitud irracional originada en la embriaguez que ocasionan los sueños de un mundo hermoso y mejor es lo que llamamos Romanticismo. Bien puede buscarse el modelo de la ciudad divina en el pasado o en el futuro, bien puede predicarse «el retorno a la naturaleza» o el «avance hacia un mundo de amor y belleza»; pero su llamado estará siempre dirigido a nuestras emociones y no a nuestra razón. Aun inspirados por las mejores intenciones de traer el cielo a la tierra, sólo conseguiremos convertirla en un infierno, ese infierno que sólo el hombre es capaz de preparar para sus semejantes.
(...) A la luz de cuanto se lleva dicho, resultará claro que la transición de la sociedad cerrada a la abierta podría definirse como una de las revoluciones más profundas experimentadas por la humanidad. Debido a lo que hemos llamado el carácter biológico de la sociedad cerrada, este tránsito no puede cumplirse sin una honda repercusión en los pueblos. Así, cuando decimos que nuestra civilización occidental procede de los griegos, debemos comprender todo lo que esto significa. Significa que los griegos iniciaron para nosotros una formidable revolución que, al parecer, se halla todavía en sus comienzos: la transición de la sociedad cerrada a la abierta.
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