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La Ciudad Y Sus Signo


Enviado por   •  3 de Julio de 2015  •  4.154 Palabras (17 Páginas)  •  1.542 Visitas

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La ciudad y sus signos (Mario Margulis)

La ciudad como texto

La noción de “cultura” remite a sistemas compartidos de códigos de la significación que hacen posibles la comunicación, el reconocimiento y la interacción. Nos habla de mundos de signos, de sentidos, de sensibilidades, de formas de percepción y apreciación, en donde el lenguaje es el código simbólico por excelencia y el que mejor abarca la trama de lo social. La ciudad, como construcción humana, también da cuenta de la cultura. Como construcción social e histórica, va expresando los múltiples aspectos de la vida social y transmitiendo sus significaciones.

Nuestro punto de partida es que desde la perspectiva de la sociología de la cultura, podemos leer a la ciudad como si fuera un texto. Para Roland Barthes “la ciudad es un discurso, y este discurso es verdaderamente un lenguaje: la ciudad habla a sus habitantes”. La ciudad no sólo funciona, también comunica y desde este ángulo podemos leer e interpretar en ella las numerosas huellas que van dejando sus habitantes, que se manifiestan como una escritura colectiva que es descifrable en sus edificaciones, en sus calles, en la circulación, en los comportamientos. La metáfora “escritura colectiva”, indica que ésta puede ser descifrada como si fuera un texto, que contiene en sus estructuras de significación las huellas de los procesos históricos que han dado lugar a su construcción, incluyendo las estrategias urbanísticas, las elecciones estéticas y las decisiones políticas.

La ciudad es comparable a la lengua, construida por múltiples hablantes en un proceso histórico que da cuenta de interacciones y de luchas por la construcción social del sentido. La ciudad, al igual que la lengua, refleja la cultura: un mundo de significaciones compartidas. El habla puede homologarse, en el caso de la ciudad, con las prácticas, los comportamientos, las acciones, los itinerarios, las transformaciones que van construyendo la ciudad, los usos que sus habitantes hacen de ella.

La construcción de las palabras y sus significados se van desarrollando en el ámbito de la lengua como expresión histórica de la vida social y también de las luchas por el poder y la hegemonía, que no pueden dejar de reflejarse en los instrumentos para conocer y se manifiestan en el plano de la construcción social del sentido. Paralelamente, la ciudad también expresa en sus propios sistemas de signos, en sus articulaciones espaciales, en sus usos, formas y estéticas, el impacto de las fuerzas sociales que en ella intervienen y de sus pujas y contradicciones. A través de la modulación del espacio urbano la ciudad va expresando —en forma material y simbólica— la desigualdad social, la diversidad de los grupos sociales que la habitan y las diferencias y conflictividad que los envuelven. En la ciudad se pueden reconocer las tendencias sociales dominantes en cada momento histórico, y la ciudad de hoy da cuenta, en su evolución, de los cambios tecnológicos recientes y del peso abrumador de las fuerzas del mercado.

Imaginarios de la ciudad diversa

El espacio, las calles, los edificios y el paisaje urbano son significantes. Caminar por la ciudad lleva consigo la posibilidad de recibir e interpretar múltiples mensajes que hablan a sus habitantes, emiten señales e intervienen en los comportamientos. El habitante que tiene competencia cultural para comprender su ciudad puede interpretar, en diversas dimensiones, las señales que ésta contiene y descifrar, en la marea semiológica contenida en el espacio urbano, signos sensibles, estímulos, señales de identidad, prescripciones o prohibiciones que orientan sus prácticas. La competencia del nativo indica que su uso de la ciudad es una práctica cultural que permite el inter-juego, la comunicación no explícita entre los habitantes, la posibilidad de elección entre múltiples trayectorias y, aún más, una precaria armonía en las transgresiones y formas de operar, de modo que el cúmulo de agresiones (provenientes del ambiente, de los vehículos, del ruido o de los vecinos) no llegue a hacer estallar el funcionamiento habitual ni interrumpa el fluir de la ciudad. El nativo posee saberes que le permiten emprender trayectorias complejas, la convivencia con diversas tribus en el espacio urbano.

“Los significados pasan, los significantes quedan”, afirma Roland Barthes, y esta frase podría aludir, en el caso de la ciudad, a la permanencia de las calles, edificios, monumentos y al cambio en su significación. Los estudios sobre el lenguaje revelan que las palabras superponen, con el paso del tiempo, nuevos modos de significación. Su uso en otros contextos va imponiendo sentidos renovados a un viejo significante, que no obstante conserva en su intimidad restos de sus antiguos usos. En el caso de las ciudades, pueden hallarse situaciones análogas: configuraciones urbanas que han sobrevivido al paso del tiempo y conservado sus rasgos materiales, van adquiriendo una nueva significación. Los significantes urbanos son percibidos de modos diferentes por los grupos que en ella habitan. Podría afirmarse que cada uno de esos grupos imagina y vivencia una ciudad distinta. Habría entonces, en cierto modo, ciudades paralelas y simultáneas, pero diferentes si se las distingue desde la intimidad de las vivencias de los diversos grupos de habitantes. Cada una de las subculturas que conviven en la ciudad posee sus propios dispositivos epistémicos que operan sobre su modo de percibir la ciudad. A veces personas de distintas generaciones o sectores sociales comparten el mismo tiempo y espacio, y transitan por una ciudad que se vuelve subjetivamente múltiple.

La ciudad es también, y sobre todo, sus habitantes. La ciudad expresa la cultura compartida por quienes la habitan. Es también el movimiento, los lenguajes, los comportamientos, las vivencias y modos de vivir de sus habitantes. La ciudad se manifiesta, también, en el ritmo que le imprimen los ciudadanos. La ciudad es inteligible para sus habitantes. Esta inteligibilidad varía según el vínculo que el ciudadano tenga con cada lugar de la ciudad, con la historia y memoria que lo relaciona en forma intelectual y afectiva con cada sitio. En los habitus incorporados que refieren a la ciudad, en los usos que se hace de ella, en los códigos y en las prácticas influye la historia personal, familiar y barrial, el sitio ocupado en la ciudad y la diferente carga afectiva y cognitiva relacionada con los diferentes lugares. Desde el punto de vista subjetivo, varía el grado de comunicación, de intimidad, la significatividad de cada espacio urbano; de allí la sensibilidad hacia las modificaciones. Todo cambio, toda demolición suelen ser vividos como agresión. Todo habitante construye marcas simbólicas que definen su espacio personal, que la vuelven propia y familiar. Este proceso consiste

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