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La Regletas


Enviado por   •  10 de Septiembre de 2013  •  Ensayo  •  941 Palabras (4 Páginas)  •  534 Visitas

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lo que el abuelo me enseñó

Hace unos cuantos años que sucedió esta historia que os voy a contar. Yo era muy pequeño, pero me acuerdo de todo lo que aprendí con mi abuelo aquel año.

Mi abuelo siempre decía que yo tenía que ir a la escuela para aprender muchas cosas y que por eso tenía que vivir en la ciudad y hacerme un hombre útil.

Yo era tan pequeño que aún no conocía los números bien, ni las regletas Cuisènaire, pero lo que no sabía era que a lo largo de ese verano que iba a pasar con mi abuelo en su pequeño pueblo, iba a aprender tantas cosas.

Deseaba que despuntara el día para irme a trabajar con mi abuelo al campo, algo que nunca había hecho, y que, ¡estaba deseando hacer!.

Mi abuelo me despertó temprano y me preparó un gran tazón de leche y unas galletas; desayuné muy rápido, ¡había que irse!.

Nos montamos en el caballo, llamado Rufo, que mi abuelo siempre llevaba a trabajar, pues como era muy viejo no podía conducir.

Después de un rato galopando sobre Rufo, llegamos al campo donde mi abuelo trabajaba y me dijo:

José Antonio vas a realizar tu primera tarea como hombre de campo

Yo estaba deseando saber cuál sería ese trabajo, y mi abuelo siguió:

Ves esa cuadra que hay allí, pues dentro hay 1 oveja blanca, tendrás que echarle de comer.

Hice lo que mi abuelo me había mandado y una vez terminado le dije: "Abuelo, ya lo he hecho". Muy bien hijo, contestó él (mi abuelo siempre me llamaba hijo, no sé porqué no me llamaba por mi nombre, pero como yo a él tampoco le llamaba por el suyo sino abuelo, estábamos en paz).

Ahora, hijo, ve a la huerta y coge 2 tomates rojos para comernoslos con sal.

Fui, cogí los dos tomates más rojos que había en el huerto y se los llevé a mi abuelo; estaban buenísimos. Mi abuelo, entonces, me dijo: Venga hijo, que aún quedan muchas cosas por hacer.Vuelve ahora al huerto y traete 3 pepinos verdes para comer esta noche de postre con miel.

Así lo hice, fui otra vez al huerto y traje 3 pepinos verdes bien hermosos.

Muy bien hijo, ¿ves ahora aquel rosal?, pues ve y traete 4 rosas de las rosadas.

No entendí muy bien porqué tenía que cortar 4 rosas de color rosado, pero como soy un chico obediente, fui y las corté.

Gracias hijo. Para combatir la sed, ve otra vez al huerto y de alguno de los limoneros traete 5 limones bien amarillos.

Como no llegaba, tuve que coger una vieja escalera y así pude hacerme con los 5 limones amarillos. Mi abuelo, entonces, me preparó un rico refresco de limón para que cogiera fuerzas y pudiera seguir trabajando.

Una vez apagada nuestra sed, mi abuelo volvió a enviarme al huerto a por 6 lechugas de un precioso verde oscuro para venderlas en el pueblo.

Allá que fui a por las seis lechugas verde oscuro pensando por el camino que me estaba cansando

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