La interacción de la sociedad humana con la biosfera
Enviado por KAROL12345 • 19 de Noviembre de 2014 • Tesis • 5.627 Palabras (23 Páginas) • 349 Visitas
La interacción de la sociedad humana con la biosfera suscita problemas y cuestiones que solo hasta nuestra época empiezan a cobrar un grave significado. Pese a que el tema ambiental ya fuese introducido como problema desde hace varias década, puede decirse que hoy su importancia es particular. En realidad, hoy son más sobresalientes los factores implicados y sus efectos de mayores repercusiones que en otras épocas, todo lo cual hace que su presencia condicione en múltiples direcciones las relaciones entre el hombre y la biosfera, y que en material de responsabilidad quede mucho por decir. En los siglos anteriores a la intervención tecnológica directa, y a los condicionamientos poblacionales a los que ha estado sometido el ambiente durante los últimos siglos, el ecosistema presentaba fluctuaciones variables, dependiendo de cambios ambientales ordinarios. La distribución de conglomerados vitales, de modo más abundante en los trópicos que en los polos, y la agrupación de poblaciones en ambientes geográficos con características más adecuadas para la supervivencia, constituyeron la conducta normal vivida durante decenas de siglos, lo que propició una fluctuación poblacional y cambios -términos de un ecosistema- casi imperceptibles. De acuerdo con las evidencias de los fósiles, las formas vitales aparecieron hace cerca de 3 800 millones de años. Inmediatamente aparecida la vida, las condiciones de la tierra empezaron a cambiar. El oxígeno que hoy respiramos y que se distribuyó en la atmósfera, nació como el producto de la actividad fotosintética de los organismos vivos. Este elemento apareció hace cerca de 2 500 millones de años. La actividad de la especie humana en los últimos 10 a 15 mil años ha generado una gran influencia ambiental en el agua, los sólidos y la distribución biológica, lo cual ha causado, como es sabido, numerosas extinciones biológicas. Con el incremento de población del hombre y el desarrollo veloz de su capacidad tecnológica -ambos fenómenos vividos en los dos últimos siglos-, el planeta y la biosfera en general se han constituido en agentes pasivos ante el poder transformador del hombre, quien transforma para sí mismo sus condiciones de vida, y ello repercute directamente sobre el medio ambiente. En términos estrictamente biológicos, el hombre ha desarrollado su capacidad de adaptación de forma muy superior en relación con las demás especies. Por ejemplo, el hombre ha vencido las inclemencias del invierno, para alojarse y reproducirse también en el invierno sin necesidad de migrar. Otras especies deben hacerla, en búsqueda de sustento y clima más aptos; en el transcurso de la migración, las posibilidades de muerte aumentan para cualquier otra especie. Por el contrario, el hombre se defiende con la electricidad, la conservación de alimentos y su actual poderosa tecnología, que junto con los conocimientos adquiridos y transmitidos durante siglos lo capacitan para defenderse de la natural enfermedad y alargar de ese modo la llegada de la muerte; otro tanto puede afirmarse en otros aspectos, como la mejora sustancial en su capacidad de alimentación, comunicación y locomoción. Todos estos cambios, generados por el cerebro y la capacidad tecnológica del hombre, son sorprendentes para él mismo, pues son los que acumulados como una forma de saber a lo largo de los siglos han posibilitado eventos nunca pensados: viajes espaciales, trasplantes de órganos, conocimiento del lenguaje genético que articula la vida, etc.
La interfase de la aplicación de la técnica en el pensamiento del hombre mediante la computadora no tiene antecedentes. Los últimos descubrimientos, en relación con el genoma, han estado mediados en su totalidad por la computadora. Otro tanto vale decir para los vuelos espaciales, las comunicaciones y, en general, toda la actividad científica. El comportamiento sui generis del hombre como especie hace pensar que su presencia sobre la biosfera es de radical importancia en relación con el planeta, pues su capacidad de acción plantea interrogantes de supervivencia, de interdependencia consigo mismo y con las demás especies, junto a cuestionamientos de justicia y de responsabilidad con el futuro de la especie y de la biosfera en general. Estos interrogantes pertenecen, de una parte, a la ecología, y de otra, a la Bioética. La destrucción del ecosistema por irresponsabilidad del hombre puede significar la destrucción de la especie misma. Y, curiosamente, la irresponsabilidad del ser humano con relación al ecosistema y al hombre mismo es casi una constante. Más aún, el florecimiento de nuestra sociedad, basada en la economía liberal, ha generado un tipo de hombre irresponsable, inconsciente, preocupado por consumir para ganar en confort e insensible frente a temas sustanciales, como el magno problema social de nuestro siglo, cual es el crecimiento de la pobreza. De hecho, puede entenderse la pobreza mundial, en términos ecológicos, como un aminoramiento de la especie, como consecuencia de sus relaciones internas dependientes de la noción de justicia. Por ejemplo, que más del 70% de las personas que habitamos la biosfera vivan en condiciones de pobreza -algunas de las cuales en real muerte por hambre y pandemia como el sida-, significa un aminoramiento de la especie en relación con otros grupos de la misma, los cuales crecen vigorosos en términos económicos e incluso biológicos. Este fenómeno muestra cómo una circunstancia puede ser comprendida en términos "ecológicos", prescindiendo del significado que desde el punto de vista social puede tener el mismo fenómeno. He aquí uno de los serios problemas que afronta la Bioética, y no puede afrontar en modo pleno otra disciplina.
No obstante, es preciso admitir que la expansión poblacional de la especie humana no ha considerado la finitud de los recursos biológicos que requiere para su sustento. El mundo no es el lugar infinito que era pensado en otras épocas. Se trata de un planeta con recursos que se consideraron abundantes, pero sobre los cuales no puede pensarse que sean ilimitados. Sus elementos biológicos y energéticos pueden extinguirse, de seguir en el ritmo de consumo que hemos llevado en el último siglo. De cara a las próximas generaciones, emerge la responsabilidad de dejar un planeta agotado en sus recursos por un afán de crecimiento sin una conciencia del futuro (1).
Estos interrogantes hacen necesario que las relaciones del hombre con el ambiente sean pensadas desde una óptica no solo ecológica, sino también bioética. La ecología es una disciplina que se ocupa de la biología e interdependencia de los sistemas y subsistemas biológicos, en los que se incluye el hombre, pero no indaga la eticidad de las relaciones entre la especie humana y su comportamiento interno, ni sus relaciones con el ecosistema. La Bioética, por el contrario, apoyada con los datos de la ecología
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