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La investigación de la memoria


Enviado por   •  17 de Mayo de 2014  •  Trabajo  •  1.478 Palabras (6 Páginas)  •  186 Visitas

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“Somos nuestra memoria,

somos ese quimérico museo de formas inconstantes,

ese montón de espejos rotos.”

(Jorge Luis Borges)

Al intentar definir la memoria, nos encontramos casi con los mismos problemas cuando intentamos definir que es la poesía, la literatura, el amor, lo fantástico, dios, entre otros. La memoria es una maquinaria tan compleja –un poco mágica, pero sobre todo misteriosa- que no sería suficiente que quedara reducida a meras palabras. Si recurrimos al diccionario, según la RAE, memoria seria lo siguiente: “Facultad psíquica por medio de la cual se retiene y recuerda el pasado”. SI leemos cualquier tratado de psicología quizás no de otra definición, además de sus leyes y sus mecanismos de funcionamiento; en otro tipo de tratados, como el científico, quizá obtengamos hasta compuestos químicos que afecten las partes del cerebro concernientes a ella.

Hay muchos umbrales frente a los cuales la ciencia se detiene, la memoria es uno de ellos, y me permito seguir parafraseando a Cortázar al decir que es esa memoria la que nos define como hombres, puesto que sin ella seriamos cualquier otra cosa, como una planta, una roca, aire o agua.

La palabra memoria viene del latín memorĭa. Esta palabra está formada a partir del adjetivo memor (el que recuerda) y del sufijo –ia usado para crear sustantivos abstractos. Esto también dio origen al verbo memorare (recordar, almacenar en la mente). Si pensamos en la memoria como un “lugar” donde podemos almacenar información, también debemos pensar en el “vehículo” por el cual podemos acceder a ella, el medio por el que traemos “cosas” al presente. De eso se encargaría la acción de recordar. Este verbo viene del latín recordāri, formado de re (de nuevo) y cordis (corazón). Por eso cuando recordamos algo o a alguien lo que hacemos es “volver a pasarlo por el corazón”.

¿Hay algún error aquí? ¿Por qué hablamos de corazón y no de cerebro? Esto es porque precisamente, en la antigüedad, los romanos creían que en el corazón no se situaba el sentimiento, sino que era el asentamiento físico de la mente, el pensamiento y de lo que podríamos llamar el cerebro. La mente no estaba en la cabeza sino en el pecho.

Frente lo recién planteado, automáticamente pienso en la acumulación de la experiencia, Aristóteles decía: “Gracias a la memoria se da en los hombres lo que se llama experiencia”. Walter Benjamin dice algo muy interesante respecto a eso. El habla de un proceso de asimilación que ocurre en las profundidades (de la mente) y del que se requiere cierto grado de distención; cuanto más olvidado este uno de sí mismo –en este caso, el que acumula- más fácilmente se impregnara esta experiencia en lo profundo de la memoria. No sería para nada absurdo decir entonces que, tenemos el máximo de memoria para lo que nos interesa y el mínimo para lo que no nos interesa.

Algo tan rudimentario como máximo o mínimo tampoco nos alcanza para definir siquiera una parte de esta maquinaria tan compleja. Lo que almacenamos en la memoria no tiene que ver exclusivamente con aquello que más nos interesa, por el contrario, hay una doble apuesta. ¿De qué se trata esto? Pues, tenemos una memoria doble; por llamarlo de alguna manera, tenemos una memoria activa, que es de la que nos servimos en cualquier circunstancia practica y otra pasiva, que nos entrega lo que quiere y sobre la cual no tenemos ninguna clase de control.

Jorge Luis Borges escribió un cuento que se llama “Funes El Memorioso”. Este es un cuento fantástico, pero en el sentido de que el personaje Funes es un hombre que tiene una memoria que no ha olvidado nada, mejor dicho, que no puede olvidar. Funes podía no solo recordar cada hoja de cada árbol de cada monte, sino también cada voz que había percibido o imaginado. La acumulación de todas las experiencias y todas las sensaciones en la vida de este hombre estaban presentes en su memoria.

Ahora bien, para dar un ejemplo claro, si intentamos pensar en la dirección de nuestra casa, nuestro número de documento o de teléfono, etc. La memoria activa nos brinda esos datos, simplemente porque esta información no la hemos olvidado. Podríamos decir que hemos tenido un contacto constante con ella. Por el contrario, si nos preguntaran como es la melodía del nocturno en Fa sostenido menor de Chopin, a menos de ser músico profesional la respuesta es más que evidente: ninguno de nosotros podrá tararear

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