La moderna teoría educacional
Enviado por rosariopme • 17 de Enero de 2014 • Tutorial • 9.569 Palabras (39 Páginas) • 339 Visitas
shock del presente
¿Qué es el shock del presente? En resumen, es la sensación de perplejidad y vértigo que se produce (gracias a las redes sociales) por vivir en un mundo en el que el flujo de datos obliga, cada vez más, a olvidarse del pasado y no pensar en el futuro. Una paradoja demasiado actual y demasiado real teorizada por el futurólogo Douglas Rushkoff, y de la que vamos a hablar largo y tendido.
Uno de los comportamientos más estrafalarios en redes sociales tiene que ver con la improbabilidad de dar o recibir interacciones a publicaciones que no sean inmediatas, un poco como si estuviese socialmente penado mirar lo que tus amigos hacían hace un mes o cinco años, quién sabe si temiendo desencadenar reacciones mentales del tipo “¿planeará violarme esta persona incierta que likea una foto que yo posteé hace semanas?”, o bien “¿quién será este enfermo que husmea en mi vida privada, y por qué no lo encierran?”.
Las razones por las que esta etiqueta resulta estrafalaria saltan a los ojos.
Las redes sociales se inventaron con el fin de satisfacer inclinaciones universales como la procrastinación o la curiosidad más rudimentaria, y al mismo tiempo las redes sociales saben que tú estás atrapado en ellas matando el rato, así que si ellas quisieran que residieses en un presente continuo no tendrían más que eliminar los historiales. Pero los historiales están ahí para que los consultes, y poco importa lo mucho que tú y que yo nos esforcemos en hacer creer al mundo que sólo estamos en un presente continuo. Todo esto hace que la acción de consultar el pasado de los otros con frecuencia despierte sentimientos de culpabilidad desasosegante, y eso es porque de un lado tienes que cuidar de no likear involuntariamente publicaciones antiguas –cosa que implica una cierta concentración mental y muscular, sobre todo si manipulas dispositivos táctiles–, si no quieres dar la impresión de que actúas con la psicopatía de una ex pareja obsesiva, y porque irremediablemente siempre acabas preguntándote a ti mismo:
– ¿Cómo es posible que haya gastado toda esta barbaridad de tiempo consultando las peripecias de alguien que hace exactamente lo mismo que yo le digo a los demás que hago?
En general, perder el tiempo mirando la vida de otras personas se trata de una acción motivada por la capacidad de cada cual para distraerse, antes que por ningún interés subterráneo. Lo que no salva que semejante bucle de códigos y malentendidos resulte enfermizo.
Sea como fuere, este amable vodevil en donde todos los usuarios hacen creer a los demás usuarios que sólo miran y se interesan por aquello que acaba de suceder ahora mismo es una metáfora espléndida de una cosa que a Douglas Rushkoff le preocupa un montón: el shock del presente.
En cuanto a su estilo, Rushkoff, eminente futurólogo y comentarista de la cibercultura desde los años 90, escribe como el divulgador del New York Times que es. O sea que no es uno de esos intragables especialistas en medios de raíz europea, que allá donde van cargan con su racimo de nombres generalmente somníferos cuando no inventados. Él sabe de cosas teóricas y de la vida en general, lo cual siempre es de agradecer, y todo el tiempo te llena el cerebro con ideas estimulantes a partir de un montón de referencias a la cultura popular, o bien de historias personales que en ocasiones parecen querer hacer las veces de dietario público (“después de un vuelo transoceánico yo sufría un jet lag terrible cuando de pronto, en el vestíbulo del hotel…”, y en este plan, más o menos). Rushkoff le pone un gran empeño en caerte simpático, y lo consigue.
"La perpetua sensación de multitarea y procrastinación son experiencias que verdaderamente inquietan a la gente"
“El Shock del Presente” (Current, 2013; aún no traducido al español) es el pulso que Rushkoff le echa a dos autores, Alvin Toffler y Christian Salmon. “Si el final del siglo XX puede caracterizarse por el futurismo, el XXI puede definirse por el presentismo”, dice nuestro autor analizando el mundo que en los años setenta quiso intuir Toffler en “El Shock del Futuro”. “No es que estemos acercándonos a un estado zen de momento infinito, en armonía con nuestro alrededor, conectados con los otros y conscientes de nosotros mismos en cualquier momento. En vez de eso, nos inclinamos a existir en un presente distraído, donde las tensiones de la periferia son magnificadas y quienes quedan detrás de nosotros son soslayados”
Recientemente se anunció que Daniel Goleman, el gran gurú del desarrollo personal, preparaba para la vuelta del verano un libro sobre la atención y la concentración bajo el título de “Focus” (“la clave oculta para alcanzar la excelencia”), lo cual sólo puede comprenderse como una señal inequívoca de que la perpetua sensación de multitarea y procrastinación –su siniestro siamés– son experiencias que verdaderamente inquietan a la gente.
Rushkoff lo sabía.
El pasillo a la segunda idea que vertebra la tesis del shock del presente es el siguiente: hemos perdido la habilidad para comprender las narraciones tradicionales. Esto es algo que por supuesto evoca el enésimo seminario universitario de iniciación a la teoría posmoderna, pero no. Cuando Rushkoff afirma que “las historias tradicionales, con sus arcos tradicionales y lineales han estado con nosotros durante mucho tiempo porque funcionaban”, lo que hace es tirar por tierra tanto como complementar uno de los mitos contemporáneos de la comunicación: aquél por el cual el arte de contar historias es el mejor instrumento que existe para persuadir de algo, como planteó Salmon en 2007. Puede que para entender esto sólo sea necesario mirar al tratamiento y los usos de la información hoy.
La paradoja de los medios de información en 2013 es que nunca como ahora se ha dispuesto de tanta información, mientras la situación del periodismo no hace más que retroceder, parece. En los tiempos de Toffler, conseguir una información exclusiva revelaba un éxito en la profesión; en los de Rushkoff, por el contrario, la noticia siempre fue ya en Twitter o en YouTube, los usuarios viven electrificados por los estímulos constantes de información presente y sin embargo nada de esto –ni los agentes que siguen sirviendo la información como en los tiempos del “shock del futuro”, ni la sobrecarga de la red– ayuda a dar forma al marco global. La razón por la que tal sobredosis de realidad nos aleja de la realidad, según Mr. Douglas, pasa por el hecho de que “la parte más complicada de vivir en un shock del presente es que no hay fin, y para el caso tampoco principio. Es una planicie crónica de tensiones interminables que siempre parecen haber estado ahí”. O como recuerda el anuncio de un sello digital especializado
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