La sociedad comunista

política, la moral, la religión, la propiedad, la feminidad, la infancia, etc. Lo que origina estas ideas, distintas en cada persona, sociedad, cultura o civilización, es la estructura económica y productiva en esa sociedad. Así, la cultura, la educación, la situación de la mujer en su colectividad, el sentido nacional, han sido acogidos de manera distinta en algunas sociedades, pues el sistema económico y productivo que las compone es distinto.

de la sociedad comunista suponen que, en último término, no se necesita que haya un gobierno coercitivo (opresor) y por lo tanto, la sociedad comunista no tendrá por qué tener legisladores. Sin embargo, hasta alcanzar este último estado, el comunismo debe luchar, por medio de la revolución, para lograr la abolición de la propiedad privada, porque la responsabilidad de satisfacer las necesidades públicas recae, directamente en el Estado.

Estas diferencias en las dos corrientes sociales (comunismo y nacionalismo), son las que permiten que el camino hacia el comunismo, sea el principal causante de la desintegración nacional de cualquier país. En el escrito base del comunismo: Manifiesto Del Partido Comunista[1], que a propósito tomará una gran importancia en el desarrollo de este texto; sus autores Marx[2] y Engels[3], muestran de forma detallada las características de la transición al comunismo de una sociedad indeterminada. Además, durante el transcurso de este texto, se analizarán cuatro estados fundamentales de cambio, en la instauración del comunismo como la ideología base de un país; en este caso en especial, de Colombia. Es en estos estados, en donde recae la mayor parte de responsabilidad, en el problema de integración social, de una nación.

Por consiguiente; una afirmación relevante de éste primer estado de cambio, está consignada en la primera frase de el Manifiesto Del Partido Comunista, en donde Marx escribe que: “Un espectro se cierne sobre Europa: el espectro del comunismo. Contra este espectro se han conjurado en santa jauría todas las potencias de la vieja Europa, el Papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales

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